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Los fusilados en Colmenar Viejo podrán ser identificados 86 años después

El Gobierno financia los análisis genéticos de 75 asesinados en 1939, cuyos cuerpos fueron exhumados en los veranos de 2022 y 2023

“Se los llevan; se los llevan”. Benita Navacerrada nunca olvidará aquellos gritos que le hicieron salir corriendo. Tenía siete años cuando los franquistas subieron a su padre, Facundo, a un camión abarrotado de hombres en la plaza de San Sebastián de los Reyes. Iban de pie en la parte trasera. No tardaron en desaparecer ante sus ojos. Los ejecutaron en la localidad vecina de Colmenar Viejo. Hoy, con 93 años, Benita no pierde la esperanza de identificar los restos de su padre y enterrarlo dignamente.

Entre abril y noviembre de 1939, con la Guerra Civil ya concluida, el bando sublevado asesinó en Colmenar a 107 hombres y a una mujer. 77 de ellos fueron recuperados en las exhumaciones realizadas en los veranos de 2022 y 2023, pero tan solo dos ―Martina Aparicio, la única mujer, y Florencio Elipe― fueron identificados. Los otros 75 permanecen en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense, a la espera de unos análisis genéticos que, dos años después de finalizar las excavaciones, han obtenido financiación estatal: 114.889 euros del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática.

La mayoría de las víctimas fueron fusiladas en las tapias del cementerio parroquial. Sin embargo, Benita Navacerrada comparte la versión que durante años ha circulado por el pueblo. A su padre Facundo, fundador de la UGT en San Sebastián de los Reyes, lo quemaron vivo. “Cuando supimos que lo habían matado, mi hermana mayor [de 16 años] fue a Colmenar y entró en el cuarto en el que estaban los fusilados. Les limpió la sangre para verles la cara, pero ninguno era él. Un guardia le dijo: ‘En ese rincón ha muerto uno’. Allí solo había un círculo negro con una especie de grasa”, relata con la voz quebrada.

Su mayor temor es que los restos óseos no fueran arrojados a la fosa común junto al resto de cadáveres. “A veces miro la fotografía de mi padre y le pido que me diga dónde está. Lo único que deseo es poder ir al cementerio y decir ‘hola, padre. Nunca he podido visitar su tumba ni llevarle una flor… Eso no es abrir heridas, es cerrarlas”.

La Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes ha sido la encargada de buscar a descendientes vivos de los represaliados y recoger su ADN. Ha obtenido alrededor de medio centenar de muestras que se cotejarán con los restos de los asesinados. La secretaria de la asociación, Carmen Carreras, reconoce la dificultad de las identificaciones y asume que el éxito dependerá, en gran medida, del estado de los cadáveres que permanecieron más de 80 años en la fosa común. “Esperamos tener los resultados antes del verano. Hay algunos que están muy bien, pero otros no, por el exceso de humedad. En esos casos será difícil extraer el ADN, aunque tenemos la esperanza de identificar a muchos”. Para ella, cada nombre recuperado supone un acto de justicia: “Es intolerable que las familias lleven más de 80 años sin poder localizar y enterrar a sus seres queridos. Es demasiado tiempo. Queremos que puedan pasar el duelo y cerrar de verdad esa herida”.

La promesa incumplida

Durante más de treinta años, una bicicleta granate ocupó un rincón de la casa familiar de los Mateo, en San Sebastián de los Reyes. “Creo que para mi padre era la bicicleta que nunca pudo tener, porque mi abuelo fue fusilado sin poder comprársela”, cuenta Esther Mateo (58 años), nieta de Manuel Mateo.

Manuel, alcalde del municipio entre febrero de 1937 y mayo de 1938, dejó una carta de despedida escrita desde prisión. Sabía que lo iban a ejecutar. En ella pedía a sus hijos que mantuvieran la cabeza alta y lamentaba no haber podido cumplir su promesa: regalarles una bicicleta. “Me voy con la conciencia muy limpia y muy tranquila, porque ni he matado ni he robado ni he hecho mal a nadie”, escribió.

Fue asesinado el 22 de octubre de 1939, un domingo, por un pelotón de refuerzo. Su familia siempre sospechó de la fecha: al día siguiente llegaron los documentos que conmutaban su pena de muerte por 30 años de cárcel. Esther tiene claro que no fue casualidad. La misma claridad con la que explica lo que supondría localizar a su abuelo. “Mi padre siempre tuvo un halo de tristeza que le impedía divertirse, le impedía ser feliz. Murió sin encontrar a su padre, por lo que ese es el mejor homenaje que le podemos hacer”, afirma mientras trata de disimular su emoción.

Desde que supieron que los análisis genéticos se realizarán, la familia vive entre la esperanza y el miedo. No solo buscan a Manuel, sino también a un tío abuelo y a un primo. “Los días se hacen largos. A veces piensas que en cualquier momento llegará la llamada. Otras, que quizá no estén sus restos o no se pueda extraer ADN. Cuando me llegan esos pensamientos, intento apartarlos y pensar que pronto podremos enterrar al abuelo junto a nuestro padre”.

Represión y miedo

El doctor en antropología Roberto Fernández, coautor del libro La sierra convulsa, dedicó años a rastrear archivos, informes y consejos de guerra. Esa información permitió poner nombre y apellidos a los 108 represaliados en Colmenar, cuyas condenas reflejaban su pertenencia a sindicatos o grupos de izquierda.

Localizar a los descendientes es aún más complicado. “Muchos eran muy jóvenes y murieron sin hijos. Además, la mayoría de la gente no decía que su familiar había sido fusilado por miedo a lo que les pudiera pasar a ellos. El poso de la represión franquista fue muy cruel y muy duro”, explica para poner en valor la labor de localización de familiares realizada por la Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes.

Una de las personas que pudo profundizar en la historia de sus antepasados es Daniel García, bisnieto de Eugenio García, uno de los fusilados. No fue hasta 2018 ―con la colocación de una placa en el cementerio de Colmenar― cuando la historia familiar salió a la luz. “Fui con mi abuelo a ver la placa y, a partir de ese día, se abrió todo. Empezó a contar esa parte tan importante de su vida y murió sabiendo que a su padre lo iban a encontrar algún día”.

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