Una biblioteca por cada 101.000 madrileños: la capital tiene pocas instalaciones públicas y mal repartidas

EL PAÍS radiografía cuántas bibliotecas, polideportivos, escuelas infantiles y centros de servicios sociales hay en la ciudad, cómo se distribuyen y cuáles son los barrios con mayor déficit de dotaciones municipales

Dos personas leen en la biblioteca municipal Eugenio Trías, situada en la antigua casa de fieras de El Retiro, en Madrid.LUIS SEVILLANO

Víctor García, de 36 años, dice que en su barrio baten los récords de promesas incumplidas. Vive en Las Tablas, un vecindario al norte de Madrid y parte del distrito Fuencarral-El Pardo. Es una de esas zonas residenciales ―denominadas PAUs (Programas de Acción Urbanística)― que empezaron a desarrollarse a principios de siglo y donde abundan los solares vacíos. “Seguro que lideramos la clasificación en parcelas donde prometen que se va a construir algo y luego nunca llega”, se queja. Por ejemplo, la biblioteca muni...

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Víctor García, de 36 años, dice que en su barrio baten los récords de promesas incumplidas. Vive en Las Tablas, un vecindario al norte de Madrid y parte del distrito Fuencarral-El Pardo. Es una de esas zonas residenciales ―denominadas PAUs (Programas de Acción Urbanística)― que empezaron a desarrollarse a principios de siglo y donde abundan los solares vacíos. “Seguro que lideramos la clasificación en parcelas donde prometen que se va a construir algo y luego nunca llega”, se queja. Por ejemplo, la biblioteca municipal. Con la exalcaldesa Manuela Carmena se aprobó el proyecto para construirla, pero hasta 2022 no colocaron el cartel para anunciarlo a bombo y platillo, que llegó acompañado de varias casetas y materiales de obra. Después pasaron las elecciones del 28-M y, tras ellas, todo desapareció. Lo mismo se repite con el centro deportivo. La lista de promesas en la capital es larga y el barrio de García no es el único donde los vecinos se quejan de que escasean las instalaciones públicas o, dicho de otra manera, que no cumplen con una palabra que al final se la lleva el viento.

Este periódico ha analizado cuatro tipos de dotaciones municipales ―bibliotecas, polideportivos, escuelas infantiles y centros de servicios sociales―, cuántas hay en la ciudad y cómo se reparten entre los 21 distritos. La conclusión, según las cifras publicadas en el portal de datos abiertos del Ayuntamiento y de los colectivos vecinales, es que son insuficientes para el volumen de población de la capital, están mal distribuidas y los PAUs salen perdiendo.

Así, para una población de 3,3 millones de habitantes, hay 79 centros deportivos, 33 bibliotecas municipales (no se han contabilizado las gestionadas por el Gobierno regional) y 40 centros de servicios sociales. Si se calcula cuántos madrileños tocan por instalación, el peor dato se lo llevan las bibliotecas, una para cada 101.210 habitantes. En Getafe, por ejemplo, viven 183.219 personas y hay cinco bibliotecas públicas, más que en cualquiera de los distritos de la capital, a pesar de que muchos superan en población a este municipio del sur de la comunidad. La del distrito de Salamanca, la biblioteca David Gistau, es la única municipal de la zona y lleva dos años cerrada. “Podemos llorar o rezar, pero para nada. Esto va para largo. El Ayuntamiento ya no impulsa las bibliotecas”, critica María Luisa San José, de la asociación vecinal La Atenea.

Enrique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (Fravm), explica que en Madrid confluyen dos problemas. “Primero, la norma que regula esto [la Ley reguladora de las Bases del Régimen Local] sigue un enfoque demográfico para establecer los servicios. Pero lo hace respecto a la totalidad del municipio y no está pensada para su estructura interna”. Por ejemplo, a partir de los 5.000 habitantes un ayuntamiento debe garantizar que haya una biblioteca municipal. “La ley mide que se cubra la obligación y ya. En las grandes ciudades no se reproduce esa obligación por distritos. La mayoría no tiene los servicios equivalentes a poblaciones con su mismo número de habitantes o incluso menos”.

Después, opina Villalobos, está la posición ideológica del Gobierno municipal: “Prestar menos servicios públicos para tener una fiscalidad lo más baja posible. Además de apostar porque estos servicios se externalicen”. Pilar Rodríguez, de la asociación vecinal El Organillo, sabe bien de lo que habla. Vive en el distrito de Chamberí, en pleno centro de la ciudad y el que menos instalaciones públicas tiene: una escuela infantil, un centro de servicios sociales y cero bibliotecas. “Y, a efectos prácticos, tampoco polideportivos”. Se refiere a que hay dos ―el de Vallehermoso y el de Cea Bermúdez―, pero ambos los gestiona una empresa privada, como ocurre en otros 13 centros deportivos de la capital. El de Cea Bermúdez no aparece en los datos del Ayuntamiento porque se inauguró esta primavera.

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Además, en los dos hay una lista de espera insalvable. “Tardaron tres años en darme plaza y solo de turno de mañana. No había otra opción”, critica Rodríguez, y añade que las tarifas son más altas y que los ciudadanos no pueden acceder a este tipo de polideportivos con el abono deporte del Ayuntamiento. Tienen que hacerse socios. “Por nombre, sí hay instalaciones municipales, pero en la práctica, no. Cada vez que aquí hay un espacio público, no hay forma de usarlo para los vecinos”, dice. Chamberí también es el distrito con menos zonas verdes de la ciudad y para conseguir, por fin, un parque, los residentes han estado 17 años peleando.

Comparada con otras grandes ciudades ―como Barcelona, Bilbao o Zaragoza―, Madrid pierde en número de habitantes por instalación pública. En la ciudad catalana, por ejemplo, hay siete bibliotecas más que en la capital y el mismo número de centros de servicios sociales, a pesar de que la población es casi la mitad.

Y luego están las escuelas infantiles municipales. En Madrid operan 74 ―la mayoría de gestión indirecta― para 98.152 niños, según las cifras del banco de datos del Ayuntamiento. Eso son 1.326 niños de 0 a 3 años por centro. Barcelona tiene 107 para dar cabida a 57.723 críos (unos 530 por escuela). Y colindante con la capital está Rivas-Vaciamadrid, una localidad de 100.000 habitantes, de los que unos 4.200 son niños de 0 a 3 años. Para ellos, hay 10 escuelas públicas en el municipio. Los números tampoco dan, pero la ratio en Rivas es una tercera parte de la de Madrid. Este año, alrededor de 10.000 niños años se han quedado sin plaza pública para el curso 2023-2024 en la capital, casi el 75% de todos los solicitantes.

Los ‘nuevos’ barrios pierden

La peor parte se la llevan los PAUs, las nuevas zonas residenciales que surgieron a finales de los noventa y principios de los 2000, fruto del bum de la construcción y de la expansión de la ciudad hacia la periferia. En Madrid están los ya no tan nuevos barrios de Montecarmelo, Sanchinarro, Cañaveral, Arroyo del Fresno, Cuatro Vientos, Ensanche de Vallecas, Valdebebas o Las Tablas, entre otros.

“Casi es mejor empezar por lo que sí hay”, dice Mónica Puentes, de la asociación vecinal Cuatro Vientos, un barrio en la parte sur del distrito de Latina. Los vecinos tienen solamente una escuela infantil a su disposición. “Ni centro deportivo, ni social, ni cultural, ni nada. Lo único que van a construir, por ahora, es un cantón de limpieza que no han paralizado, a pesar de las quejas vecinales”. Sí hay, en cambio, cinco colegios concertados en un radio de kilómetro y medio. “También tenemos muchas parcelas vacías, donde no se termina por construir ni siquiera idear nada. Por ejemplo, hay una solar para un polideportivo municipal, pero la licitación todavía no se ha sacado”, cuenta Puentes.

De hecho, en otras cuatro zonas periféricas ―Sanchinarro, Montecarmelo, Valdebebas y Las Tablas― sacaron la licitación para construir cuatro centros deportivos y todas quedaron desiertas. Enrique Villalobos, de la Fravm, opina que es porque “a las empresas les sale poco rentable o menos rentable de lo que querrían” y al Ayuntamiento no le interesa invertir en ello. “Es preferible gastarse el dinero en otras cosas, como 10 millones de euros en remodelar la puerta del Sol. A lo mejor ese dinero subdivido te daría para tener biblioteca en algún barrio y polideportivo en otro”, añade.

Rosa Pérez vive en el barrio Ensanche de Vallecas (alrededor de 55.000 habitantes) y coordina la asociación vecinal. “La sensación es que estamos abandonados. Han construido las viviendas y ya está. Cómo vivamos importa bastante poco. Se hacen las cosas a cuentagotas, con mucho esfuerzo y mucha queja”, lamenta. Para ella el problema es doble: faltan instalaciones, especialmente culturales, y las que hay son insuficientes. En febrero de 2022 inauguraron un centro deportivo, pero los vecinos critican que ya está colapsado. Sí que tiene dos escuelas infantiles y un centro de servicio sociales. Biblioteca solo hay una en todo el distrito, a compartir por las 117.501 personas que viven en Villa de Vallecas. “No tienen en cuenta que han construido un barrio que necesita servicios y ahora están haciendo un barrio aún más grande y sin haber dotado este siquiera”, añade Pérez.

Se refiere a Valdecarros, uno de los nuevos barrios de Madrid pegado a Ensanche de Vallecas y la mayor operación urbanística residencial de España, que dio el pistoletazo de salida hace dos años. El proyecto prevé construir 51.656 viviendas en dos décadas, un volumen cinco veces mayor que el de Madrid Nuevo Norte, para alrededor de 150.000 personas y con una inversión privada de 7.600 millones de euros.

Pero el PAU menos dotado de todos es El Cañaveral. En 2020 unas 2.000 personas vivían en la zona, al este del distrito de Vicálvaro. Ahora son más de 11.000 vecinos con casa, pero sin servicios. No hay ni escuela infantil, ni polideportivo, ni biblioteca, ni centro de servicios sociales, ni tan siquiera centro de salud (cuya puesta en marcha depende de la Comunidad de Madrid). Por no haber, no había ni contenedores cuando llegaron los primeros residentes allá por 2017, que tenían que llevarse la basura en el maletero hasta otros barrios.

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