La comunidad musulmana en Madrid no tiene un lugar donde enterrar a sus muertos

El cementerio de Griñón era el único que estaba disponible para ese rito, pero llegó a su capacidad máxima en febrero

Tumbas musulmanas en el cementerio madrileño de Griñón, en 2015. LUIS SEVILLANO
Madrid -

Houssain Achluch, de 41 años, natural de Torrejón de Ardoz, enterró a su prima en diciembre. Recostaron su cadáver hacia la derecha, como manda la fe musulmana, lo envolvieron en paños blancos y pegaron su cuerpo a la tierra, mirando a La Meca. Pero en Marruecos, donde había nacido, pese a que hacía muchos años que esa ya no era su tierra. Donde hubiera querido descansar estaba exactamente a 1.300 kilómetros al norte. El lugar donde creció, residió, trabajó y tributó: Madrid. También donde siguen haciéndolo sus tres hijos de 8, 11 y 13 años. Pero sus restos fueron enviados sin remedio a Marrue...

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Houssain Achluch, de 41 años, natural de Torrejón de Ardoz, enterró a su prima en diciembre. Recostaron su cadáver hacia la derecha, como manda la fe musulmana, lo envolvieron en paños blancos y pegaron su cuerpo a la tierra, mirando a La Meca. Pero en Marruecos, donde había nacido, pese a que hacía muchos años que esa ya no era su tierra. Donde hubiera querido descansar estaba exactamente a 1.300 kilómetros al norte. El lugar donde creció, residió, trabajó y tributó: Madrid. También donde siguen haciéndolo sus tres hijos de 8, 11 y 13 años. Pero sus restos fueron enviados sin remedio a Marruecos. Desde febrero, la comunidad musulmana de la capital no tiene un lugar donde enterrar a sus muertos. Y estos días, mientras esperan a que las autoridades abran un hueco para ellos entre promesas rotas, se preguntan si hasta después de la muerte seguirán siendo “ciudadanos de segunda”. “Somos madrileños y no pedimos ningún privilegio, pedimos el mismo derecho que cualquier otro ciudadano”, se queja Achluch.

El único cementerio musulmán municipal disponible hasta ahora en la Comunidad de Madrid estaba en Griñón, a 40 minutos de la capital. Desde diciembre, el Ayuntamiento de ese municipio, con el que este periódico ha tratado de contactar sin éxito, advirtió de que ya solo tenían sitio para neonatos y niños. Dos meses después, echaron el cerrojo hasta la próxima ampliación. En los cementerios de las comunidades colindantes carecen de espacios y muchos no aceptan a quienes no están empadronados.

La solución que se propuso en 2016 para Madrid fue habilitar 10.000 metros cuadrados en el cementerio municipal de Carabanchel, pero la concesión aún no ha llegado. En 2022, Ramón Silva, concejal del Grupo Municipal Socialista de Madrid y secretario del grupo, volvió a reavivar la petición, que fue aprobada a pesar de las abstenciones del Partido Popular y Ciudadanos y el voto en contra de Vox.

Achluch relata que las semanas posteriores al fallecimiento de su prima fueron complicadas y “muy duras de afrontar”. Por un lado, tenían que consolar y cuidar a tres menores de edad y, por otro, tenían un cadáver al que no podían dar sepultura. “No nos comunicaron que en Griñón ya no había sitio. Cuando nos enteramos me acordé del espacio cedido en Carabanchel y llamé a la Empresa Municipal de Servicios Funerarios. La única solución que nos daban era trasladarla al Cementerio Musulmán. ¿Qué se nos ha perdido a nosotros en Valencia?”, reclama visiblemente enfadado.

Imagínatelo. Tu madre se muere y estas dos semanas en el limbo, sin saber qué va a pasar con ella
Houssain el Gharrafi Achluch, pariente de una repatriada

El cuerpo de la prima de Achluch estuvo dos semanas sin enterrar. Primero en una nevera, luego en la mezquita de la M30 para lavarlo, según indica la religión, y, finalmente, volvió a la nevera, a la espera de tramitar el papeleo para poder repatriarla a Marruecos. “Imagínatelo. Tu madre se muere y estás dos semanas en el limbo, sin saber qué va a pasar con ella”, exclama Achluch.

La repatriación cuesta unos 3.000 euros más, además de los gastos de enterrar al difunto. Por ese motivo, casi nadie pudo seguir a la prima de Achluch hasta Marruecos. “Uno de sus hermanos sí pudo ir, pero tuvo que costearse él el billete. Además, como ya habían pasado dos semanas desde su muerte, los familiares no tenían permiso en el trabajo”, aclara.

Ahora que ella está en Marruecos, su primo está preocupado por el futuro de sus sobrinos. Al estar a más de 1.300 kilómetros y ellos ser menores de edad, no van a poder ir al cementerio a llorarla, ni siquiera a hablar con ella y mantener el vínculo con una madre que se fue demasiado pronto. “¿No es ya suficientemente traumático que la hayan perdido?”, se lamenta.

Un día de estos se mueren tres o cuatro personas y no tenemos dónde enterrarlos
Presidente del Centro Cultural Islámico de Leganés

La familia de Achluch tendrá que viajar hasta Marruecos si quieren visitar la tumba de su prima. Así como otras muchas tendrán que desplazarse a Valencia. Algunos ni siquiera barajarán la opción de la repatriación por falta de ingresos o porque las condiciones de seguridad del país de destino lo compliquen todavía más. Mientras tanto, solamente en la ciudad de Madrid hay 14 cementerios municipales para el resto de habitantes no musulmanes.

“Muchos quieren ser enterrados en España y muy pocos son los que quieren ser repatriados, principalmente por lo difícil y costoso de ser enterrado ahí”, explica un responsable del Centro Cultural Islámico de Leganés, que prefiere no dar su nombre. En cuanto a la concesión del espacio en Carabanchel, manifiesta tener “muchas incertidumbres” porque aún no saben nada. “Un día de estos se mueren tres o cuatro personas y no tenemos dónde enterrarlos”, se lamenta.

El parche que ha tenido que poner la comunidad islámica son las huchas comunitarias, en las que los miembros pagan cuotas anuales que oscilan entre 25 y 60 euros, dependiendo de si es una sola persona o una familia entera. Con ese dinero se repatria al difunto o se entierra en otra comunidad. Aun así, si son más de cinco entierros seguidos, la hucha no puede hacerse cargo de los costes, enfatiza el director del centro.

Un problema que se podía prever

En 2015 se podría prever la falta de espacio. En España hay más de dos millones de musulmanes y por aquel entonces solamente había 22 camposantos con un lugar reservado para el culto musulmán en un país con 8.131 municipios. Debido a la escasez de espacio, los cementerios fueron aumentando y en 2020, el número ascendía a 35. Sin embargo, al tener que hacer frente al aumento de muertes debido a la covid-19 y el cierre de fronteras, los cementerios volvían a quedarse sin sitio.

El Gobierno de Manuela Carmena ya advirtió en 2016 de que 309.469 personas de toda la región madrileña no iban a poder enterrar a sus seres queridos. Además, aunque la capacidad máxima del cementerio de Griñón se alcanzó en diciembre de 2022, ya en junio resultaba complejo encontrar sitio, cuenta otra afectada que prefiere el anonimato. Su hermano, que falleció el pasado año, se encuentra “en los laterales. Entre el muro y lo que es la pequeña mezquita, donde apenas quedaba espacio”, explica por teléfono.

Llama muchísimo la atención que no se resuelvan situaciones tan graves como no tener dónde caerte muerto
Maysoun Douas, concejala de Más Madrid

Maysoun Douas, de 40 años y procedente La Elipa, actualmente es concejala de Más Madrid y ha acompañado a muchos miembros de la comunidad musulmana hasta Griñón. Ella misma tuvo que hacer la peregrinación al cementerio para enterrar a su padre. Sentada en la cafetería de un hotel cercano a la estación de Atocha, la concejala explica la importancia de solucionar cuanto antes este vacío de la Administración. “Es una necesidad, no solo de Madrid ciudad, sino también de la Comunidad y otras provincias que no tienen cementerios musulmanes”, reitera. Sin embargo, “después de la aprobación, no ha habido demasiados avances”, añade Ramón Silva, portavoz del PSOE, a través del teléfono.

El problema se encuentra en un callejón sin salida. La Empresa Municipal de Servicios Funerarios y Cementerios de Madrid (EMSF) y la Comisión Islámica de España (CIE) en la capital —el órgano representativo de las comunidades religiosas islámicas— son quienes llevan la negociación. Sin embargo, los cambios constantes de la junta directiva de la CIE y la necesidad de ponerse de acuerdo con todos los Centros Culturales Islámicos de Madrid, hacen que el proceso avance lentamente, asegura una portavoz de la de EMSF. Douas, que sigue muy de cerca el proceso, no ha podido ponerse en contacto con la CIE y sigue esperando a que la empresa municipal le envíe el proyecto de Carabanchel.

“Llama muchísimo la atención que no se resuelvan situaciones tan graves como no tener dónde caerte muerto”, sentencia tajantemente Douas, que en un intento desesperado de cambiar la situación ha lanzado una campaña de firmas. Mientras tanto, madrileños como Houssain Achluch deben buscar alternativas para dar sepultura a sus seres queridos, a la vez que sienten que tienen que pelear por encajar sus raíces en España hasta después de la muerte.


Un problema más allá de la Comunidad de Madrid

El problema de los cementerios musulmanes no es exclusivo de la Comunidad de Madrid. Tan solo hay 35 designados en todo el país, algunos son únicamente parcelas dentro de un cementerio cristiano. Tenerife (Canarias), Andalucía, la Región de Murcia, Cataluña o Valencia, entre otras, también deben afrontar la carencia de espacio.

Salah Al Ali es el presidente de la comunidad musulmana en Santa Cruz de Tenerife. En una llamada telefónica explica que hasta 2007 no había ningún espacio designado para este tipo de enterramientos. Se cedió una parcela con capacidad para 25 o 30 sepulturas en el cementerio municipal de Santa Lastenia que a partir de 2010 se comenzó a llenar. En 2018 se solicitó la adecuación de otra parcela, también dentro del cementerio. Sin embargo, la cesión no se pudo hacer al lado de la zona ya habilitada por un problema con una galería de agua subterránea. Finalmente, se concedió un espacio justo enfrente que aún está en obras. “Si todo sale bien, nos harán entrega de ella el mes que viene”, dice Al Ali.

En el cementerio de Jerez de la Frontera la situación no es mucho mejor. Hakim Abou Shariff fue el responsable del camposanto durante muchos años, explica en una llamada telefónica. Estuvo al frente del acuerdo al que llegaron con el ahora exalcalde Pedro Pacheco para la cesión de una parcela en el cementerio cristiano. No muy grande, 300 metros cuadrados. “Ahora están negociando para ampliar porque de verdad que no queda mucho sitio”, se lamenta Shariff. También añade que además de enterrar a los jerezanos, también son responsables de las inhumaciones de Cádiz y “por humanidad” aceptan a personas de fuera de la región.

El cementerio de San Fernando, Sevilla, también cuenta, al igual que el de Griñón, con los fallecidos de la Guerra Civil, específicamente de las tropas del General Gonzalo Queipo de Llano. En noviembre de 2022, la delegación de Presidencia y Hacienda publicaron la licitación del contrato para aumentar la capacidad del cementerio en un plazo de cinco meses. A unos 30 días de que acabe el tiempo, el portavoz del cementerio informó de que continúan esperando a que dicha ampliación se lleve a cabo. Y añade que ya no hay espacio alguno en San Fernando, que “todo está lleno”. 

El cementerio Alsalam, en Valencia, es un centro privado que tiene flexibilidad en cuanto a capacidad, aclara Lara Cohen, portavoz del centro. Aparte de este centro, también tienen el Parque de la Paz, que cuenta con una trayectoria de 32 años. Aquí se realizan inhumaciones de personas de diferentes credos, pero al hablar con la comunidad musulmana vieron que no iba a ser posible adaptar este cementerio a sus necesidades. Por ello, hace dos años y medio crearon el Cementerio Alsalam. Cohen explica que creían que esto iba a ser algo que se quedase entre las fronteras de la Comunidad Valenciana; sin embargo, solamente el 30% de los enterramientos son de personas intracomunitarias y el 70% restante es del resto de España. En cuanto la covid-19, a diferencia de muchos cementerios, ellos no tuvieron problemas de espacio y fue el momento en el que se dieron a conocer. “Muchas familias me han dicho que si nos hubiesen conocido antes no hubiesen repatriado a sus familiares”, asegura Cohen, emocionada. Alsalam se adapta a los requisitos del cliente y hay opciones de sepultura perpetua o por cinco, 10 o 20 años. El único requerimiento que tienen es que el fallecido debe ser musulmán y, por tanto, debe estar registrado como tal. “El proyecto es a largo plazo, tenemos espacio para los próximos 50 años. Actualmente, tenemos un 15% del terreno ocupado”; aclara la portavoz en una llamada telefónica. 

En la Región de Murcia, el cementerio municipal Nuestro Padre Jesús, en Espinardo, hay un terreno cedido a la comunidad musulmana. Este año se terminarán de construir 69 fosas nuevas, lo que deja el camposanto con un total de 166 sepulturas. En 2020, la Comunidad Islámica de España comunicó que la parcela estaba completa y no se podía enterrar a nadie más. Esta es la única que hay en la Comunidad. Molina de Segura, a unos 12 kilómetros de la capital, está en proceso de construir una zona destinada a los difuntos de credo musulmán, mientras que Cartagena y Águilas negocian con la comunidad islámica para habilitar los suyos. 

En 2020, debido a la covid-19, el Ayuntamiento autorizó la creación urgente de dos nichos con capacidad para 12 personas en el cementerio municipal Sant Feliu de Guixols, Girona, según explica también el equipo de Maysoun Douas, que comenzó en febrero a recabar información de diferentes comunidades. Este espacio se ha quedado ya obsoleto y la comunidad musulmana de la localidad denunció en 2022 que llevan desde entonces para que les habiliten un espacio en el cementerio municipal. También indicaron que desde que hicieron la solicitud, y les ofrecieron unos terrenos en el Cementerio Nuevo, no ha habido avances. 

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