Un combate desigual entre la cirujana Hernández y la presidenta Ayuso
La huelga de la atención primaria en Madrid se acerca a los dos meses y cada vez se parece más a una guerra de desgaste en la que ambos bandos tienen pocos motivos para ceder
Es la hora. Ángela Hernández se pone su bata blanca y sale de su despacho camino de la calle. Antes de abrir el portal del edificio del centro de Madrid donde está la sede del sindicato médico que dirige (Amyts), protagonista de las últimas huelgas, puede ver por los cristales un semicírculo de cámaras de televisión y micrófonos de todos los colores. Mientras los periodistas se preparan, ella suelta un suspiro y dice en voz baja. “A ver cómo cuento esto”.
Lo que tenía que contar Hernández este jueves al mediodía no era nada fácil. Esta ...
Es la hora. Ángela Hernández se pone su bata blanca y sale de su despacho camino de la calle. Antes de abrir el portal del edificio del centro de Madrid donde está la sede del sindicato médico que dirige (Amyts), protagonista de las últimas huelgas, puede ver por los cristales un semicírculo de cámaras de televisión y micrófonos de todos los colores. Mientras los periodistas se preparan, ella suelta un suspiro y dice en voz baja. “A ver cómo cuento esto”.
Lo que tenía que contar Hernández este jueves al mediodía no era nada fácil. Esta cirujana de 46 años portavoz de los médicos de primaria en una larga huelga en Madrid se ha convertido en la némesis de la presidenta Isabel Díaz Ayuso conforme han ido pasando semanas y el conflicto se ha enquistado. Tiene todos los focos encima y le atacan bots en Twitter y defensores de la presidenta en las ondas. En medio de ese fango, tiene que explicar a los madrileños que la última reunión con el Gobierno Ayuso ha fracasado por los desacuerdos sobre tecnicismos como el TIS y el TAS o los turnos deslizantes, mixtos y acabalgados. Ella siente que habla el lenguaje de los hechos y los datos, pero se enfrenta a descalificaciones y bulos.
En la mañana del jueves, los médicos de primaria reactivaron la huelga tras una tregua por Navidades. En la tarde anterior había fracasado un encuentro con representantes del Gobierno de Ayuso. Era la séptima reunión y habían pasado 52 días desde que Amyts convocó la huelga para mejorar las condiciones de trabajo de los sanitarios, desbordados en muchos centros de salud por la falta de recursos humanos. Se acercan las elecciones autonómicas de mayo y este tema es cada vez más tóxico. Parece imposible el acuerdo.
A Hernández le molestan especialmente las declaraciones que había hecho el consejero de Sanidad, Enrique Escudero, en un vídeo de un minuto y quince segundos en las que cuestiona la buena fe de los médicos. Les acusa de introducir nuevas reivindicaciones, de actuar movidos por intereses electorales y de estar más interesados en la protesta callejera que en el pacto. Escudero no fue a la reunión y hablaba tras ser informado por tres subordinados suyos. Nunca se reúne con los médicos. “Como sigue sin acudir yo creo que no ha entendido bien”, le dice ella al corro de periodistas. “Es un consejero de Sanidad. No es el ministro ni el presidente de la Organización Mundial de la Salud”. Son los soundbytes que luego salen en los medios. Ella, que tiene sonrisa tímida y maneras comedidas, sabe darlos porque ha tomado cursos de comunicación sobre cómo mirar a la cámara y transmitir un mensaje efectivo.
Escudero aseguraba que los sanitarios del comité de huelga habían pedido como novedad un aumento salarial generalizado de 479 euros, pero Hernández explica que esa petición ha estado en la mesa desde el primer día, cuando introdujeron entre sus reclamaciones “una financiación suficiente para la atención primaria”. Ella dice que “se habló de la subida de 479 euros desde el primer día”.
Tras atender durante más de una hora y cuarto a los periodistas, Hernández recibe a EL PAÍS en su despacho del sindicato Amyts. A pesar del disgusto por el choque con la Consejería, tiene buen ánimo. En la noche del día anterior tuvo una videoconferencia con 546 médicos que se prolongó hasta las 12.10 de la madrugada para informar del fracaso de la reunión. Amyts es el mayor sindicato de médicos en Madrid y tiene casi 6.000 afiliados. “Nos dieron las gracias. No hubo dudas. Es que están convencidos de que si no se hace algo es el final de la atención primaria”, dice ella.
Es difícil ver una salida al conflicto. La hipótesis de algunos analistas políticos es que Ayuso ha calculado que puede aguantar si cala la idea de que los sanitarios son unos peseteros que quieren trabajar menos. Ayuso les acusó en diciembre de que “quieren acabar con el turno de tarde”. Los sanitarios, realmente, buscan una mejora de las condiciones para que ese turno sea atractivo. La presidenta también ha hablado de Amyts como si fuera el sindicato de la líder de la oposición, la doctora Mónica García. Ellos responden que el único vínculo que la Comunidad ha podido encontrar es un viejo artículo en la web de Amyts firmado por García y otros sanitarios.
“Su mente está continuamente en las elecciones”, se queja Hernández. “Como siempre están en clave electoral proyectan que todo el mundo está en esa clave, pero nosotros estamos en mejorar las condiciones de los sanitarios para que todo el mundo en Madrid tenga médico de familia y pediatra”. Hernández recuerda que el 10 de marzo de 2021 Amyts suspendió una huelga indefinida en primaria horas después de que Ayuso convocara el adelanto electoral.
Ayuso atacó de nuevo el jueves a Amyts tras hablar en un foro para inversores, diciendo que esos sanitarios “son una parte” y no representan a todo el sector, una acusación que usa para todos los colectivos críticos: “No son los médicos, no son los taxistas, no son los vecinos. Son los mismos partidos y sus sindicatos en la sanidad, en la educación, en las residencias, en el taxi, en todos los sectores”.
A lo largo del conflicto, los portavoces de Ayuso han tergiversado la realidad para potenciar ese relato. Quizás el ejemplo más claro es el intento de presentar el audio filtrado de una sanitaria que pedía aguantar hasta las elecciones como la opinión de todo el colectivo. En otra ocasión, un portavoz del PP los caricaturizó en un tuit como “atracadores de película” porque durante el encierro de 36 horas en la Consejería, escribieron en un folio cinco peticiones, entre ellas fruta y que no les apagaran la luz. Cuenta Hernández que ese folio lo escribieron porque los directores de la Consejería se negaban a verles cara a cara y un trabajador se acercó a ellos para pedirles que pusieran por escrito sus reclamaciones.
Esa diferencia en los mensajes y las tácticas es otro de los motivos por las que esta batalla es muy desigual. “No vamos a entrar en el juego de la posverdad y la mentira. Si yo tuviera que decir algo en lo que no creo, dimitiría”, dice Hernández. “Si ellos tienen analizado que faltar a la verdad no les pasa factura, eso es algo que deberíamos mirarnos como sociedad”.
Los sanitarios tampoco ven motivos para ceder. No les cuesta mucho trabajo convencer a la población de su causa porque los madrileños ven el mal estado de la atención primaria cada vez que caen enfermos y reciben cita para un futuro lejano. Hace dos meses una enorme manifestación desbordó la plaza de Cibeles. En Navidades, Amyts sondeó el apoyo a la huelga y el 75% de los 1.078 sanitarios que respondieron respaldaron continuar con la medida (los huelguistas reciben 200 euros menos en su nómina por cada día de paro).
Esta es una huelga sorda que apenas notan los ciudadanos. La necesidad de dar un servicio mínimo impide que pare más de la mitad del personal en los 423 centros de primaria. La Consejería dice que el seguimiento es insignificante, pero Amyts no se fía de los datos oficiales y asegura que desde el inicio de la huelga entre un 20% y un 35% se han sumado a la medida.
Poca confianza
Uno de los motivos por los que Hernández no se fía de la Consejería es el incumplimiento de acuerdos en el pasado. En septiembre de 2020, Amyts desconvocó una huelga después de llegar a un acuerdo de mejora de condiciones firmado por la Consejería de Sanidad. Pero el departamento de Escudero nunca cumplió lo pactado y Amyts inició una batalla judicial hasta ahora infructuosa. Los jueces han dado la razón a la Comunidad porque desde 2010 cualquier incremento de gasto tiene que tener un informe preceptivo de la Consejería de Hacienda. Por eso, Amyts lleva meses pidiendo que un representante de ese departamento se sume a las reuniones. “Para ellos es muy fácil firmar algo y luego decirnos ‘es que Hacienda nos ha dicho que no’”, protesta Hernández.
Sanidad responde que tras el pacto de 2020, la Comunidad desarrolló su propio plan con mejoras retributivas (menores a las acordadas con los médicos).
¿Y ahora qué? No hay fecha para un nuevo encuentro. Amyts ha propuesto a la Comunidad que intervengan como mediadores tres médicos de reconocido prestigio: el fundador de la firma de capital riesgo CRB Inbervio, Enrique Castellón; el presidente del Consejo General de Colegios de Médicos, Tomás Cobo; y el profesor Emérito de la Escuela Nacional de Salud José Ramón Repullo. Pero Sanidad se niega a aceptarlo. “Si Amyts quiere poner por su parte otros interlocutores, lo aceptamos sin problema. Pero no como mediadores”, dice un portavoz.
Hernández no piensa levantar el teléfono. “Yo no vuelvo a pedir reuniones. Son ellos los que nos tienen que llamar”, dice. Siente que Ayuso juega al desgaste, pero ellos, asegura, no van a ceder.
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