La mujer como origen de la vida y fuente de la vitalidad

Un universo intimista y fantástico en una exposición de 70 pinturas y esculturas de los artistas Isabel Durán y V. Javier de Ramón

La escultora Isabel Durán y el pintor V.Javier de Ramón delante de sus obras en la exposición conjunta 'La Mujer, la esencia de la naturaleza' en el centro sociocultural Eduardo Chillida en Moratalaz.Andrea Comas

Bustos de colores, cabezas con mariposas, manos entrelazadas, retratos femeninos y paisajes absorbentes conforma la exposición La mujer, la esencia de la naturaleza en el centro sociocultural Eduardo Chillida, en Moratalaz. Las 70 obras de esta muestra reflejan a la mujer como origen de la vida y fuente de la vitalidad a partir de las esculturas de Isabel Durán y las pinturas de V. Javier de Ramón. Los artistas se conocieron hace siete años en una ...

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Bustos de colores, cabezas con mariposas, manos entrelazadas, retratos femeninos y paisajes absorbentes conforma la exposición La mujer, la esencia de la naturaleza en el centro sociocultural Eduardo Chillida, en Moratalaz. Las 70 obras de esta muestra reflejan a la mujer como origen de la vida y fuente de la vitalidad a partir de las esculturas de Isabel Durán y las pinturas de V. Javier de Ramón. Los artistas se conocieron hace siete años en una academia de escultura de la capital. Ambos comparten una gran pasión por la naturaleza, que resulta en una exposición de arte impresionista y figurativo dentro de un universo tan intimista como fantástico que abrirá sus puertas el próximo lunes.

“A lo largo de la historia hemos tenido como nombre el anonimato y ahora parece que empezamos a tener nuestra propia voz”, declara Durán. La escultora cuenta que la mujer siempre ha sido su mayor inspiración, especialmente su madre, que era profesora de Biología. La aragonesa creció rodeada de montañas, árboles y bosques en los Pirineos. Las influencias de su infancia se reflejan en una fusión de elementos orgánicos con la figura femenina. Para ello, utiliza diferentes materiales, desde terracota y yeso hasta papel maché. Además de reflejar figuras imaginarias, la artista aporta a sus esculturas toques de realismo mágico gracias a pequeños detalles como mariposas y cactus.

La exposición 'La Mujer, la esencia de la naturaleza' en el centro sociocultural Eduardo Chillida en Madrid.Andrea Comas

En una estantería blanca se disponen cuatro bustos femeninos de diferentes colores y formas que representan las estaciones del año. “Cuando era pequeña aprendí a moverme con Vivaldi en las clases de psicomotricidad en el colegio”, recuerda a sus 43 años. Para ella, la cara y las manos son dos elementos de expresión fundamentales de la fisonomía humana. En homenaje a la maternidad, la artista ha creado una escultura en la que se observa su mano sobre la de su hijo: “La realización de las mujeres en ámbitos que no nos habían dejado hasta ahora es muy importante, como en el entorno creativo y profesional”.

En todas sus creaciones apuesta por transmitir un mensaje acorde con su historia personal: la metamorfosis, la transformación y el cambio del ser humano. Aunque estudió la carrera de Economía, sus inquietudes siempre han girado en torno al arte y la psicología. Pero, no fue hasta que su hijo pequeño cumplió tres años cuando encontró el momento idóneo para dedicarse a lo que realmente le apasionaba. “Me dediqué toda la vida a estudiar y a hacer lo que se esperaba de mí”, explica la escultora. Envuelta en una situación de crisis personal, se refugió en el arte como recurso para encontrar un equilibrio entre la vida que llevaba y su identidad creativa. Su trabajo explora diferentes formatos de la escultura clásica con guiños a los grandes maestros del siglo XX.

Actualmente, ha logrado conciliar su vida laboral con su faceta artística. La artista tiene un estudio en el que se dedica a la elaboración del forjado, las estructuras y los moldes y otro en la azotea de su casa donde inventa sus esculturas en sus huecos libres: “Eso me permite compaginar el trabajo y el cuidado de mis hijos”.

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Los cuadros del pintor V.Javier de Ramón en su exposición en el centro sociocultural Eduardo Chillida. Andrea Comas

Su compañero, el pintor V.Javier de Ramón, también tiene su templo de creación en su domicilio. El madrileño, de 58 años, empezó a pintar con tan solo cuatro y fue galardonado con varios premios en concursos locales y nacionales. Ambos artistas comparten un pasado formativo similar, que los llevó a sumergirse en el arte.

El pintor creció entre pinceles y colores. Tras acabar el bachillerato, inició sus estudios en Arquitectura, una carrera que asegura “era demasiado técnica” para el artista que llevaba dentro. Ante este dilema profesional, siguió el consejo de su padre que era economista y decidió cambiar de rumbo para empezar a estudiar Economía.

Estuvo varios años dedicado al mundo de las finanzas, apartado de las paletas de colores que marcaron su infancia. No fue hasta el nacimiento de su hija Marina cuando su interés por el arte, que se había mantenido dormido, regresó a su vida. Con 28 años, se apuntó a una academia y volvió a pintar: “Pintaba los fines de semana para curar el estrés del trabajo”.

Su hija aparece en tres cuadros de la exposición, que cuenta con obras desde el inicio de su carrera artística. Los retratos de sus familiares y amigos proyectan la alegría y la frescura de un estilo muy personal. En esta muestra, se observan escorzos delicados y sutiles que ponen el poco en la figura femenina. Su pasión por la naturaleza y los viajes también se representa en sus cuadros intimistas, en los que la luminosidad sumerge al espectador en paisajes vistosos de influencia impresionista. Con el fin de recrear paisajes envolventes, utiliza diferentes técnicas como el rotulador y lápices de colores sobre papel y el óleo y la tempera sobre lienzo.

El madrileño se aventuró en el mundo de la fotografía y empezó a formarse en escultura en la misma academia donde estudiaba Durán. “Llegó la crisis, el trabajo nos devoraba y tuve que dejar las clases”, rememora. Desde ese momento, decidió pintar en su casa, donde guarda sus materiales. Un caballete, óleos y pasteles conforman su estudio en el barrio de Salamanca. De Ramón fue durante 30 años director de banca, pero se prejubiló hace siete meses. Desde esa fecha, se ha volcado plenamente en su vocación artística. “Puedo llegar a pintar 10 o 12 cuadros al día”, dice sonriente. Desde que era muy pequeño ha sido autodidacta, pero ahora el artista acude dos veces por semana a una academia para experimentar con nuevas técnicas como el carboncillo y las acuarelas.

El mundo interior de los artistas se vislumbra en sus esculturas y pinturas coloristas. La exposición conjunta que inauguran esta semana nace de sus intereses comunes y su amistad. A través de sus obras, intentan buscar la belleza desde la pureza y la serenidad, creando un mundo de fantasía en el que la naturaleza se fusiona con lo femenino y lo personal.

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