Personaje Almeida

Empezó siendo el alcalde enrollado, pero se ha encasillado en otro papel

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el pasado septiembre, en el Palacio de Cibeles.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

El malote, el empollón, el gordito, el ligón. El protagonista, el secundario. El tímido, el carismático. El padre, el hijo. El novato, el veterano. El triunfador, el perdedor. El héroe, el mártir… Desde el colegio, vivimos rodeados de personajes que van evolucionando. En política no es distinto: cada día se abre el telón y cada uno interpreta el suyo, recitando el guion-argumentario que les han hecho llegar anticipando la réplica del contrario. El objetivo es ocupar el escenario el mayor tiempo posible y agradar al público, y el mensaje podrá sufrir variaciones para adaptarse mejor a la trama ...

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El malote, el empollón, el gordito, el ligón. El protagonista, el secundario. El tímido, el carismático. El padre, el hijo. El novato, el veterano. El triunfador, el perdedor. El héroe, el mártir… Desde el colegio, vivimos rodeados de personajes que van evolucionando. En política no es distinto: cada día se abre el telón y cada uno interpreta el suyo, recitando el guion-argumentario que les han hecho llegar anticipando la réplica del contrario. El objetivo es ocupar el escenario el mayor tiempo posible y agradar al público, y el mensaje podrá sufrir variaciones para adaptarse mejor a la trama o coyuntura.

José Luis Martínez-Almeida apareció en escena en enero de 2019, cuando el PP anunció su candidatura a la alcaldía de Madrid junto a la de Isabel Díaz Ayuso para el Gobierno de la Comunidad. En el casting —el partido hizo sondeos previos— habían probado a otros, pero finalmente fueron ellos quienes se hicieron con el papel. Pese a sus cameos en el grupo municipal, un 34% de los electores no conocía a Almeida a tres meses de las elecciones y hubo que hacer campañas específicas para presentarlo en sociedad. En Hollywood, a veces, se inventan romances para calentar un estreno. En el PP encargaron una silueta con unas gafitas, invirtieron más de 54.000 euros en colocar 80 vallas publicitarias durante dos semanas en el metro, y llenaron las redes de vídeos donde familiares y compañeros contaban “quién es José Luis Martínez-Almeida”: “Un tío muy castizo”, “sufridor, colchonero”, “amigo de sus amigos”.

El candidato popular perdió las elecciones, pero obtuvo el gobierno de la capital gracias a un pacto con Ciudadanos y el apoyo de Vox. Durante un tiempo interpretó al alcalde enrollado. Le seguía el juego a los que hacían bromas sobre su físico, limpiaba grafitis a mano, se reía de su soltería. En la pandemia se repartió los papeles con Ayuso: ella hizo de poli mala y él, de poli bueno, llamando a buscar la coordinación con el Gobierno central para tener “credibilidad ante los ciudadanos”. Se enfrentó a Javier Ortega Smith, de Vox, cuando este reventó un acto en memoria de una víctima de violencia machista. Recibió elogios de la oposición. Su popularidad subió como la espuma: le llamaban “el alcalde de España” y se escribían titulares del tipo “¿Por qué todos aman a Almeida?”.

Pablo Casado le hizo entonces un regalo envenenado: la portavocía del partido, y el alcalde simpático empezó a sobreactuar. El pasado lunes declaró en Okdiario: “¿El personaje lo merece? Creo que no. Pero para poder sacar adelante los Presupuestos hay que hacer cesiones”. El “personaje” al que se refería es una mujer fallecida hace apenas un mes: la escritora Almudena Grandes; la esposa de Luis García Montero; la madre de Mauro y de Elisa. Lo que no cree que se merezca es el título que ya tiene, por ejemplo, Plácido Domingo, hijo predilecto de la ciudad. Y la conclusión es que al alcalde enrollado le va más otro tipo de papel, mucho menos simpático, para contentar a una parroquia pequeña, aunque ruidosa. Será difícil volver a verle interpretando otra cosa: se ha encasillado.

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