Una alumna de Las Musas, tras visitar Ecuador: “Igual deberíamos pararnos a pensar más a menudo”
El centro público madrileño pone en marcha un voluntariado con 15 ONG y ofrece a sus alumnos un viaje a la Amazonía para comprender el problema de la migración desde el otro lado
No todo puede ser ciencia e investigación. El instituto Las Musas trata de equilibrar la excelencia en los estudios con la formación de seres humanos preocupados por el medio ambiente, las personas mayores o aquellas que sufren alguna discapacidad. Por eso, el instituto ha llegado a un acuerdo con hasta 15 ONG para que los alumnos experimenten su parte más humanista con un programa de cooperación y voluntariado llamado Las Musas-Actúa.
Adopta un abuelo, por ejemplo, ponía a disposición de los estudiantes la posibi...
No todo puede ser ciencia e investigación. El instituto Las Musas trata de equilibrar la excelencia en los estudios con la formación de seres humanos preocupados por el medio ambiente, las personas mayores o aquellas que sufren alguna discapacidad. Por eso, el instituto ha llegado a un acuerdo con hasta 15 ONG para que los alumnos experimenten su parte más humanista con un programa de cooperación y voluntariado llamado Las Musas-Actúa.
Adopta un abuelo, por ejemplo, ponía a disposición de los estudiantes la posibilidad de visitar dos veces por semana a un residente de una residencia de ancianos. Algunos, de hecho, han creado vínculos que todavía perduran. También les han puesto en contacto con una protectora de animales, con comedores sociales, con la Cruz Roja, con la Federación Madrileña de personas con discapacidad (FEMADDI) o con la asociación Afanias, de personas con discapacidad intelectual.
Algunos alumnos grabaron incluso el curso pasado un disco con el grupo Los Musaicos, de la asociación Afanias, que tocó en la fiesta de graduación. “Digamos que es un sonido un tanto raro pero a mí me suena a gloria”, se ríe orgulloso el director, José Antonio Expósito.
El objetivo, en todo caso, es enseñar a los estudiantes todas las realidades posibles para que se impliquen en lo que más les interese. Expósito vuelve a tirar en esta ocasión de la experiencia de todos sus docentes que le aportan un abanico amplio de posibilidades. “Tengo 100 profesores trabajando, cada uno con una especialidad y unos intereses, muchos de ellos ayudan en estos sitios en su tiempo libre y a mí solo me dan la idea de utilizar sus contactos y sus vivencias”, explica el director.
De esa forma nació en 2018 un proyecto que les ha valido el XI Premio Nacional de Educación Vicente Ferrer. Se trata del viaje Las Musas a un paso de la Amazonía, donde los estudiantes visitan Ecuador para estudiar su cultura, su gastronomía, su historia. También conviven con la comunidad de las Sinchi Warmi, en la selva, donde comparten con una tribu indígena su forma de vida, aprenden a construir elementos esenciales para ellos como las canoas, se adentran en los conocimientos de las plantas medicinales o simplemente viven sin Internet unos días. “Un profesor me contó que había sido cooperante allí y le dije que teníamos que aprovechar ese conocimiento. No fue fácil organizarlo pero lo conseguimos”, admite, y justifica después la idea. “Todos los programas educativos miran hacia Europa o EE UU y creo que tenemos que entender el papel de América Latina y el de los migrantes, pero desde el otro lado”.
Para entender eso, los alumnos que deciden apuntarse a esa aventura no solo van a disfrutar de la experiencia. También se reparten la responsabilidad de escribir una crónica diaria y de fotografiar “periodísticamente” el viaje, para después reunir todo ese material en un libro que se edita en el propio instituto. Ya van dos ediciones. Se congeló el proyecto debido a la pandemia.
Pedro Álvarez, un estudiante del proyecto en 2019, define su experiencia en la selva como vivir como “un reloj sin pilas”. “Allí se te congela el tiempo con todo lo que vas sintiendo”. Sandra Redondo, otra estudiante, escribe que la gente con la que se encontraron “fue especial”. “Estas maravillosas personas que parece que viven en un mundo paralelo al nuestro y que son tan felices con las cosas básicas”. Su compañera Carlota Morales incide en esa idea y en que “muchas veces no somos conscientes de todo lo que tenemos a nuestro alcance y de lo privilegiados que somos. Igual deberíamos pararnos a pensar más a menudo”, razona en su escrito.
Los padres también se quedaron más que satisfechos con los efectos que había tenido la selva en sus hijos. Fátima Urbina escribe también en el libro: “Mi hijo volvió agradecido. Y con una conciencia que hasta entonces había estado dormida”.
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