¿Me entiendes?

Nunca entenderé las nostalgias, ni la normalización de los momentos más oscuros de la historia

Un parque en La Moraleja, el barrio con la renta media más alta de España.Víctor Sainz

Carmen es una de esas señoras mayores que lucen estupendas. Elegante, maquilladísima, desayuna en una cafetería de La Moraleja. Da un mordisco a su cruasán, muy fina, y confiesa que vivir en la lujosa urbanización ya no es como antes. “Cambió a partir de la democracia”, dice con la calma y el orgullo de quien ya no le tiene que pedir perdón a nadie. Con mirada cómplice y sacudiendo las manos cargadas de anillos, aclara: “No sé cómo decirlo... llegó gente...Me entiendes, ¿no?”. Yo luzco una de mis mejores sonrisas, de las que pones cuando quieres zanjar una conversación que empieza a ser incómo...

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Carmen es una de esas señoras mayores que lucen estupendas. Elegante, maquilladísima, desayuna en una cafetería de La Moraleja. Da un mordisco a su cruasán, muy fina, y confiesa que vivir en la lujosa urbanización ya no es como antes. “Cambió a partir de la democracia”, dice con la calma y el orgullo de quien ya no le tiene que pedir perdón a nadie. Con mirada cómplice y sacudiendo las manos cargadas de anillos, aclara: “No sé cómo decirlo... llegó gente...Me entiendes, ¿no?”. Yo luzco una de mis mejores sonrisas, de las que pones cuando quieres zanjar una conversación que empieza a ser incómoda, y me despido con una cuasi reverencia ante tanta suntuosidad.

No quería que se dejara llevar por los recuerdos y que su franqueza me atropellara. Me había acercado a La Moraleja para hacer un reportaje sobre el barrio con la renta media más alta de España, no para buscar a nostálgicos del franquismo. Por un momento hasta pensé que su respuesta era una mera referencia temporal; una casualidad desafortunada por la cual el degrado de la urbanización -según la melancólica señora- coincidió con la llegada de la democracia. ¿Cómo se puede añorar una dictadura?

En realidad hay muchas Carmenes. Hombres y mujeres, de todas las edades. Hay quien ha vivido y echa de menos una etapa desgraciada de la historia, como la señora de La Moraleja, y quien idealiza un pasado que ni siquiera ha conocido. Lo sorprendente es que lo dicen en voz cada vez más alta: llegan a gritar con orgullo en una manifestación o desde la tribuna política eso de que “antes se estaba mejor”.

Me pregunto cuánto influye la época en la que vivimos, en la que las palabras han sido peligrosamente banalizadas y el revisionismo campa a sus anchas.

Me pregunto cuánto influye la época en la que vivimos, en la que las palabras han sido peligrosamente banalizadas y el revisionismo campa a sus anchas. Todos los -ismos parecen haberse vaciado de significado: el estado de alarma durante la pandemia es totalitarismo, toda intervención del Estado en la economía es comunismo, el franquismo no fue tan malo y, quizás el mejor, las feministas son nazis.

Lo hemos visto en la campaña electoral madrileña con lemas absurdos como libertad o comunismo, que rápidamente se han proyectado en la escena nacional como casi todo lo que ocurre en Madrid. Lo escuchamos en las arengas políticas que dibujan a la capital a punto de caer bajo fuego soviético o ser invadida por los moros, en la constante estigmatización del otro para crear un enemigo común. Consignas peligrosas que alimentan la nostalgia y legitiman posiciones ultras.

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¿Qué opinaría Carmen de todo esto? Quizás esbozaría una sonrisa complacida, y con suma clase soltaría algún comentario velado. Yo volvería a quedarme atónita: nunca entenderé las nostalgias, ni la normalización de los momentos más oscuros de la historia. Me dan miedo.

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