Antonio Ruz reinventa La noche de San Juan
La Fundación Juan March estrena, 80 años después de haber sido concebido, un ballet frustrado de Léonide Massine para los Ballets Rusos de Montecarlo
“Yo creo que él hubiese hecho algo parecido”, asegura optimista el coreógrafo Antonio Ruz (Córdoba, 1976), a quien le ha tocado el reto que supone ponerse en la mente y sensibilidad de Leònide Massine para estrenar, más de 80 años después de haber sido concebido y nunca escenificado, el ballet inédito La noche de San Juan (Soirées de Barcelona). Es un proyecto de Los Ballets Rusos de Montecarlo con acento catalán, que fue gestado en 1939 durante una gira de la célebre compañía ...
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“Yo creo que él hubiese hecho algo parecido”, asegura optimista el coreógrafo Antonio Ruz (Córdoba, 1976), a quien le ha tocado el reto que supone ponerse en la mente y sensibilidad de Leònide Massine para estrenar, más de 80 años después de haber sido concebido y nunca escenificado, el ballet inédito La noche de San Juan (Soirées de Barcelona). Es un proyecto de Los Ballets Rusos de Montecarlo con acento catalán, que fue gestado en 1939 durante una gira de la célebre compañía al Teatre El Liceu, de Barcelona, y que nunca vio la luz debido a la irrupción de la Guerra Civil.
Le tocó a Ruz la parte más difícil, pues nada ha quedado de la coreografía que el célebre creador había imaginado. “Uso la contemporaneidad que es poderosa y evocadora, pues te permite hablar de estos personajes y contar su historia sin recurrir a convencionalismos”, asegura el artista cordobés. La música original de Roberto Gerhard existe en una partitura para piano, que ha sido reinventada por Miguel Baselga, quien la tocará en directo durante las funciones gratuitas que se ofrecerán en la Fundación Juan March, de Madrid, del 23 al 27 de junio, y más tarde, del 8 al 10 de octubre, en el Teatre El Liceu, de Barcelona.
Esta partitura, la escenografía y figurines de Joan Junyer, más el argumento de Ventura Gassoll, por entonces consejero de Cultura de la Generalitat, son los anclajes al original que conserva este proyecto, que aparece enmarcado en la serie Teatro Musical de Cámara, de la Fundación March, que ésta vez ha contado con la colaboración de El Liceu.
Alrededor de la hoguera
Obnubilado ante la sensualidad y emoción de la celebración de la noche de San Juan, que le llevaron a ver en el Pirineo Catalán, Massine se entusiasmó con la idea de un ballet moderno y de aires exóticos, que tuviera como foco esa fiesta, esa hoguera, ese pálpito sexual. Para la famosa compañía de los Ballets Rusos de Montecarlo, en realidad el interés estaba más en levantar un ballet exótico, que repitiera el descomunal éxito de El sombrero de tres picos, que había contado con música de Manuel de Falla, decorados de Picasso y coreografía del mismo Massine. Y para el equipo de artistas catalanes involucrados, una forma de resaltar y difundir aspectos de la cultura de su tierra.
Ruz comenzó el trabajo a partir de cómo desarrollar en danza términos como fuego, llamas, ascuas, calor, explosiones, humo, propagación, crepitación o llamaradas
“Es una alegoría sobre el amor”, dice Ruz acerca del argumento. “Habla del juego del amor y usa la tradición de la noche de San Juan para contarlo”. La hoguera y el calor son elementos esenciales de esta fantasía estival catalana, en la que Cupido pondrá en marcha su maquinaria, que en este caso feliz terminará en boda. Sin asideros ni referentes sobre lo que Massine tenía en mente, Ruz quiso arrancar la coreografía desde estos elementos y comenzó el trabajo a partir de cómo desarrollar en danza términos como fuego, llamas, ascuas, calor, explosiones, humo, propagación, crepitación o llamaradas. Alrededor de estas ideas estuvo trabajando con un potente equipo de bailarines, muchos de ellos habituales de sus creaciones: Melania Olcina, Elia López, Carmen Fumero, Begoña Quiñones, Miguel Zomas, Julián Lazzaro y el ex bailarín de Pina Bausch, Pau Arán.
La música de Gerhard, un reflejo de los mestizajes musicales de las vanguardias, no fue fácil de asimilar por los bailarines. Dedicaron horas a analizarla para poder interpretarla desde el cuerpo. “Es un ritual como el de La consagración de la primavera. Es una música muy difícil y compleja. Él conocía bien a Stravinsky y Bartok, tiene esa influencia, pero de pronto introduce secciones que recuerdan a Falla y Albéniz, mete jotas y fandanguillos y por supuesto al final, hay una sardana. Tuvimos que deconstruirla para poder entenderla”, concluye el coreógrafo.
Rusos en Montecarlo
Diaghilev creó un sello inconfundible con su compañía parisina Los Ballets Rusos, que
curiosamente nunca bailó en Rusia. A su muerte, en 1929, se produjo una escisión en dos compañías que se hicieron enemigas y se repartieron elencos y repertorio. Los Ballets Rusos de Montecarlo, con sede en el principado monegasco, pudo quedarse con dos de los más reputados coreógrafos: Georges Balanchine y Léonide Massine. Hicieron reposiciones importantes como Las sílfides, Petrouschka o El Príncipe Igor, pero también nuevas creaciones de importancia. El ballet catalán La noche de San Juan fue uno de sus proyectos frustrados. Aunque la producción estaba muy avanzada, la Guerra Civil española envió al exilio a sus principales promotores. Hubo un intento de estrenarla en el extranjero pero en realidad se quedó como un gran proyecto que nunca vio la luz. Hasta ahora, a casi ochenta años de su gestación.
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