Ni un barrio de Madrid sin su propia cerveza

En Madrid hay tantas propuestas artesanas de esta bebida que se puede trazar un mapa con todas ellas

Algunas de las cervezas artesanas de los distintos barrios de MadridA.A

Uno pertenece al lugar donde creció. Así lo sienten los amantes de la cerveza artesana que han montado pequeñas fábricas en la ciudad de Madrid con bares para degustarlas y las han bautizado con el nombre de su barrio.

“Mi madre nació en ese rincón”, dice Daniel de Julián al señalar un espacio de su fábrica Compañía de Cervezas Valle del Kahs (CCVK), en la calle de Enrique Velasco, 21. Este local luce su pasado industrial. Fue una antigua fábrica de lejía de la familia de Daniel y, desde hace más de cuatro años, uno de los lugares d...

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Uno pertenece al lugar donde creció. Así lo sienten los amantes de la cerveza artesana que han montado pequeñas fábricas en la ciudad de Madrid con bares para degustarlas y las han bautizado con el nombre de su barrio.

“Mi madre nació en ese rincón”, dice Daniel de Julián al señalar un espacio de su fábrica Compañía de Cervezas Valle del Kahs (CCVK), en la calle de Enrique Velasco, 21. Este local luce su pasado industrial. Fue una antigua fábrica de lejía de la familia de Daniel y, desde hace más de cuatro años, uno de los lugares de referencia en elaboración de cerveza artesana en la ciudad. Del CCVK salen cervezas con carácter como la de trigo La Villana, llamada así por la comedia de Tirso de Molina, la tostada 28038 como el código postal de la zona o la rubia VII Tits, a la que Daniel quiso poner Siete Tetas por el parque vallecano pero Google penalizaba sus anuncios.

Los vecinos se reúnen alrededor de sus mesas con vistas a la máquina embotelladora y tienen la opción de tomarse allí la cerveza o llevársela en latas de un litro que rellenan y cierra en la barra al momento a partir de 6,5 euros. “Si las yonki latas son de 44 cl., las nuestras de litro son narcolatas”, dice entre risas. En sus vitrinas también ofrece merchandising del equipo de rugby de Vallecas del que es patrocinador y exhibe una botella del grupo Obús a quien hizo un lote.

Aquí vienen mucho los cerveceros nómadas, aquellos que no tienen fábrica pero venden cervezas con receta propia. ”Me gusta que se impliquen y se involucren en todo el proceso”, dice Daniel. “Por ahora no somos un sector competitivo sino colaborativo”, añade. Y, aunque la experiencia de pasar un rato en el CCVK merece la pena, envían a domicilio todo su catálogo cervecero vallecano a través de su web.

Dani pone una caña en el bar de su fábrica vallecana CCVK.

Orgullo carabanchelero. “Nuestro logo tiene siete estrellas porque somos más chulos que Mahou, que tiene cinco”, dice con guasa Dani Muñoz de Cervezas Patanel (Av. de Pedro Diez, 21). Aunque realmente es porque Carabanchel se compone de siete barrios. “Comenzamos como nómadas hace cuatro años con la ilusión de hacer una cerveza artesana de calidad para tomar en el barrio sin necesidad de ir al centro. Pronto empezamos a cubrir eventos, nos compramos grifos, fuimos la primera cerveza artesana en las fiestas de la pradera de San Isidro y nos vinculamos con las asociaciones vecinales, con las que seguimos colaborando”, cuenta. “Cuando alcanzamos un volumen grande para seguir como nómadas, montamos la fábrica en este local porque era un reducto industrial de Madrid y pusimos un bar en ella para ofrecer algo diferente aquí”, explica. En su espacio se reúne un público muy variado y familiar que el próximo fin de semana celebrará dos años de su apertura. Además de probar sus cervezas rubia, roja e IPA con algo de picoteo, se puede visitar la fábrica con solo atravesar una puerta o encargarlas ’online’ (cervezaspatanel.com) para disfrutarlas en casa. El reparto es gratuito en Carabanchel y cuesta tres euros en el resto de la ciudad.

David, cervecero de Patanel, en el bar de su fábrica en Carabanchel.

Los pioneros se reinventan. A la Fábrica Maravillas (Valverde, 29), primer bar del centro de Madrid con fábrica artesana de cerveza en la parte trasera, les han salvado sus clientes. Estefanía Pintado y Thierry Hascoet lo montaron en 2012 cuando regresaron de París. “Nos parecía increíble que en una ciudad donde salir de cañas era una actividad cultural hubiera que acudir a cervezas de importación para beber algo de calidad”, recuerda Estefanía. “Ahora ha cambiado mucho. En estos ochos años han aparecido buenas opciones”, añade. Su incesante labor pedagógica y su buen hacer en la elaboración de sus bebidas han formado una parroquia de fieles. “Durante el confinamiento enviamos por primera vez a domicilio porque nos lo pidieron nuestros clientes habituales. Fue una sorpresa maravillosa y gracias a ello seguimos”, dice. Por eso acaban de abrir una web (fabrica-maravillas.myshopify.com) donde se pueden adquirir, entre otras, su American Pale Ale WAM-We are Malasaña, con portes gratuitos en la ciudad. Estefanía añade que el perfil del consumidor de esta bebida ha cambiado en la última década. “Ahora nos preocupamos mucho más por lo que ingerimos, hay mayor curiosidad por experimentar y al que me dice que no le gusta la cerveza artesana, le respondo que hay tantas que todavía no ha encontrado la suya. ¡A mí me pasó lo mismo!”, cuenta.

Una caña recién tirada de la cerveza WAP - We are Malasaña en la Fábrica Maravillas.

Mas escondida está la fábrica Mad Brewing (Julián Camarillo, 19). En un callejón de Simancasdonde parece que solo se accede a un garaje, una terraza con alargadas mesasde madera indica que se ha llegado al lugar correcto en el que pedir una San Blas o una Camarillo sin queel camarero mire raro. Son las cervezas más demandadas desde su fundación en 2016.

Barra de la fábrica artesanal Mad Brewing en el polígono Julián Camarillo de San Blas.

Aunque la cervecera Península de Alcobendas levantó su fábrica artesana en 2017, hasta hace un mes no había puesto un nombre castizo a ninguna cerveza. “Atocha Imperial Stout es una negra madurada durante seis meses en barricas de brandy de Ribera del Duero. Atocha es el lugar en el que confluimos todos y va a ser el punto de partida de un viaje nuevo que emprendemos hacia las cervezas en barrica”, cuenta Blanca de Península. La venden en una botella de 75 cl. a través de su web y hacen envíos gratuitos a partir de 30 euros.

De Erasmus a cerveceros. Los británicos David y Patrick se conocieron de Erasmus en Madrid en 2007 y se quedaron tan enganchados de esta ciudad que regresaron para crear su cervecera nómada Oso Brew Co. Comenzaron vendiendo latas en una tienda efímera en el mercado de Vallehermoso. “Por eso y porque casi siempre hemos vivido en Chamberí, llamamos Chamberí Berry a la que hacemos con frambuesas españolas”, cuentan. Después llegó la Vainillapiés Iperial Stout y, cuando abrieron el año pasado el bar La Osita (Calle de la Cava Baja,10) le pusieron Latina Pale a otra. Fabrican sobre todo en Alcobendas y están buscando un local para tener su propia fábrica con bar. Por el momento, en su establecimiento se pueden probar sus elaboraciones y otras también artesanas a partir de 3,5 euros.

Nómadas con esencia de barrio en Moratalaz, Hortaleza, Prosperidad y Suanzes. Pablo y Javier han sacado al mercado este año la primera cerveza de Moratalaz. Se llama 28030 como el código postal del distrito y son nómadas. Se lanzaron gracias al Norwich (Calle de Marroquina, 38), un bar de las Lonjas especializado en cervezas artesanales donde su dueño les formó el gusto con los años. “A la decimoquinta receta que probamos nos salió Artilleros”, cuenta Pablo orgulloso. Fue este abril y desde entonces venden sus latas a través de sus redes sociales @28030BrewingCo, se pueden probar en el mismo bar donde aprendieron y acaban de lanzar una nueva llamada Pavones.

Algunas de las cervezas artesanas de distintos barrios y distritos.

Del mismo modo, Dani y David, dos amigos de Hortaleza que echaban en falta una cerveza artesana de su zona decidieron ponerle solución. Empezaron en 2016 con la marca El Silo de Hortaleza y, hasta hace pocas semanas, tenían en exclusiva con los restaurantes Yakitoro de Alberto Chicote su botella de 75 cl. de estilo Pale Ale. Ahora se puede comprar junto a sus tercios en la web. “Al principio nos dijeron que duraríamos poco, que la gente la bebería una vez y ya”, cuenta Dani. Nada más lejos de la realidad. Llevan 20 tiradas de 2.500 litros de media cada una y están presentes en más de veinte bares de Hortaleza. En su página tienen un mapa donde no cabe la satisfacción de sus creadores por lograr su objetivo primigenio pero sí todos los bares donde se pueden pedir sus cervezas.

La historia se repite con Andrés y Antonio, dos vecinos de Prosperidad y Suanzes cuyo hobby era cocinar recetas cerveceras hasta que se profesionalizaron. “Hace dos años montamos la empresa y como homenaje a nuestros barrios llamamos a las rubias La Prospe y Suanzes”, cuenta Andrés. Sus tercios se encuentran en puestos como Beer Bang del Mercado de la Guindalera (Calle de Eraso, 14), en restaurantes y bares de ambos distritos y a través de su web, con envíos gratuitos dentro de la ciudad. En un par de semanas sacarán otra con el nombre del barrio de su nueva socia. Y, con el ritmo que está cogiendo esta corriente cervecera puede que, en poco tiempo, no quede un rincón de la ciudad sin cerveza con su nombre.

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