Las Matemáticas no fallan: pierde el alumno que recibe clases ‘online’

Un estudiante que recibe las clases presenciales avanza más rápido en el temario respecto a otro que tiene semipresencial

Un estudiante en el IES Simone Veil de Paracuellos del Jarama, Madrid, prepara la EvAU.Sebastián Mariscal (EFE)

Alejandro Bracamonte tiene 17 años y las ideas muy claras. Quiere estudiar arquitectura, pelea cada milésima que le bajan en sus exámenes y lucha por conseguir que su centro dé clases presenciales para presentarse a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), a principios de junio, con opciones. Es una cuestión de igualdad de condiciones, explica. De ser justos. De que no le cierren una puerta antes de tiempo. Porque, al final, se trata de su futuro. Como él, unos 54.000 alumnos de 2º ...

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Alejandro Bracamonte tiene 17 años y las ideas muy claras. Quiere estudiar arquitectura, pelea cada milésima que le bajan en sus exámenes y lucha por conseguir que su centro dé clases presenciales para presentarse a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), a principios de junio, con opciones. Es una cuestión de igualdad de condiciones, explica. De ser justos. De que no le cierren una puerta antes de tiempo. Porque, al final, se trata de su futuro. Como él, unos 54.000 alumnos de 2º de Bachillerato estudian en Madrid con la mirada puesta en un examen que les cambiará la vida para siempre. A la incertidumbre de si podrán optar a la carrera deseada, este año se le une una más: si unos llegarán a la meta con la lección mejor aprendida por un hecho que no depende ellos, el de la presencialidad total o el de las clases telemáticas. La carrera por llegar a la meta ya ha empezado. Y la liebre corre más rápido para unos que para otros.

De los 54.000 alumnos de la región, unos 33.000 pertenecen a centros públicos, casi 4.000 a concertados y unos 17.000 a privados. De estos, una gran mayoría de los que estudian en centros privados y concertados disfrutan de esa presencialidad tan deseada durante este curso, según asegura CC OO. En los públicos, solo una minoría ha conseguido el beneplácito de la Consejería de Educación para ello. El protocolo lo especifica bien claro: entre una tercera parte y la mitad del horario semanal se realizará en el centro educativo y el resto de manera telemática. A no ser que se pueda garantizar la distancia interpersonal de metro y medio entre los alumnos.

Según datos que ha conseguido recolectar la Federación Francisco Giner de los Ríos, institutos como el Julio Palacios (en San Sebastián de los Reyes), el José Churriguera (Leganés), el Cervantes (Madrid), el Pradolongo (Madrid), el Santa Eugenia (Madrid), el Laguna de Joatzel (Getafe) o el Antonio Gaudí (Coslada) tienen el visto bueno de la Comunidad para que sus alumnos de 2º de Bachillerato estudien todo el curso desde sus centros. La razón: tienen espacio suficiente o cuentan con aulas como la biblioteca para que los alumnos cumplan con la medida sanitaria necesaria. La Administración asegura a este periódico que ya hay un 20% de los 300 institutos públicos que cumplen esos requisitos.

Esteban Álvarez, presidente de la asociación de directores de institutos (Adimad) asegura que los centros públicos con espacio suficiente para garantizar una presencialidad segura son escasos, debido a la saturación que tienen. La mayoría de los alumnos, por tanto, sufren las consecuencias de una semipresencialidad que potencia la desigualdad.

Alejandro Bracamonte vive en Leganés y estudia ciencias en el instituto María Zambrano, por lo que se enfrenta a asignaturas como matemáticas, química o dibujo técnico. Tiene en su mente una nota: el 11,5 que pedían el año pasado para entrar en el segundo grado de arquitectura, por eso cada milésima cuenta para él. Además, se enfrenta a una semipresencialidad que le pone las cosas complicadas. Física, al tener pocos alumnos matriculados, es totalmente presencial. Pero matemáticas no. Así que cuando sale de una se tiene que ir corriendo a casa para dar la otra, lo que le resulta complicado porque le cuesta llegar 40 minutos. “Cuando tengo suerte, tenemos el recreo en medio, así que salgo corriendo. Pero siempre me conecto con la clase ya empezada. Lo peor es cuando una clase va detrás de la otra. Es materialmente imposible llegar a tiempo”, explica el estudiante. Ese es solo un ejemplo de las consecuencias de un sistema en el que, siente, se encuentra en el lado negativo de la balanza. Luego, añade, las clases online por definición van más lentas que las presenciales. A los profesores les resulta más complicado atender a las cuestiones de los alumnos, la conexión a Internet falla a veces o el proyector da problemas. El resultado de ese cúmulo de adversidades con el que lidian cada día se refleja en una comparativa sencilla: su clase va por el segundo tema de un temario de 12 que entrará en la EvAU. Un amigo suyo, en otro instituto y con clases presenciales, ya ha tenido un examen del tercero. “Siento que vamos lentos y no por culpa del profesor, sino de la situación. Luego si no llegamos a dar todo el temario me dirán que mala suerte. Y los de la privada podrán hacerlo sin problemas”, se queja el aspirante a arquitectura.

No hace falta irse muy lejos para comprobar si lo que cuenta se cumple. Javier Vaquero Espinosa, a punto de cumplir los 17, en noviembre, no conoce a Alejandro y estudia en el José Churriguera, también en Leganés. Les separan casi dos kilómetros de distancia física y una decisión que le favorece tomada gracias a los espacios de su centro, razón por la que la Consejería ha permitido que 2º de Bachillerato se imparta al 100% en las aulas. Las dos primeras semanas no fue así, pero el equipo directivo del centro, junto al Ampa, elaboró un informe en el que explicaba que contaban con la biblioteca y un aula de dibujo técnico, de grandes dimensiones, que podían utilizar y que podían garantizar la distancia de metro y medio entre los alumnos. Tras una primera negativa, finalmente se lo concedieron. “Es que si fuera un concertado o privado contratarían profesores, bajarían ratios y se les permitiría. Los públicos están saturados así que es más complicado desdoblar aulas y que exista la distancia interpersonal, pero claro, nuestros hijos están compitiendo con los demás”, argumenta Enrique M. Santiago, uno de los portavoces del Ampa.

Javier Vaquero hace los deberes en casa tras haber ido a clase.FOTO CEDIDA

Javier Vaquero quiere estudiar Relaciones Internacionales, y aspira a alcanzar el 11 que pedían el curso pasado. Le pasa como al amigo de Alejandro, que con solo mes y medio desde el inicio de las clases ya va un tema por delante en matemáticas, una de las asignaturas en las que coincide. “Menos mal que finalmente podemos dar todas las clases porque yo durante el confinamiento lo pasé mal, me agobié mucho”, reconoce. Tiene la suerte de contar con ordenador propio y buena conexión a Internet, pero aun así asegura que la semipresencialidad significa “ir un poco por tu cuenta”. Y eso, añade, funciona cuando la asignatura la dominas “más o menos” pero cuando no, es fácil perderse y desconectarse de la materia.

Eso mismo cuenta José Luis Tore, profesor de Lengua y Literatura del instituto Carmen Martín Gaite, en Moralzalzar, donde el centro ha optado por tirar tabiques con su propio presupuesto para conseguir esa presencialidad con la que todos sueñan. Las obras acaban de empezar, y esperan poder estar listos en noviembre, casi dos meses después del inicio del curso. “Se está produciendo un agravio comparativo entre los alumnos”, denuncia Tore, uno de los 122 firmantes procedentes del mundo de la cultura de un manifiesto que reclama más y mejores medios para la educación pública. “Las clases online se ralentizan y, además, no han llegado los dispositivos prometidos. De hecho, conozco a profesores que están poniendo dinero de su bolsillo para paliar eso”, explica el docente.

Esta situación afecta a los alumnos que más dificultades tienen, añade el profesor. “Porque son adolescentes y no todos tienen el mismo grado de madurez o las mismas facilidades. Por lo que si uno va regular en una materia, esta situación lo empeora, le resta oportunidades y la brecha se agranda”, argumenta.

Los exámenes de la EvAU del curso pasado se flexibilizaron, teniendo en cuenta la situación de la pandemia. A los alumnos se les ofrecía dos opciones en cada prueba, y cada una de ellas tenía varias preguntas. Como algo excepcional, se les permitió mezclar las cuestiones de las dos opciones, por si no habían llegado a estudiar todo el currículum. Este año, sin embargo, las instrucciones parecen obviar esa cuestión. Al menos es lo que refleja las primeras instrucciones colgadas, que vuelven al sistema de hace dos años. Fuentes de la Consejería de Universidades, sin embargo, aseguran que todavía no está decidido, que dependerá de cómo evolucione el curso. “Se decidirá en las próximas semanas”, explican.

“Qué poca empatía tienen con nosotros”, le dijo una alumna a Tore, su profesor de Lengua. Profesores y alumnos esperan que subsanen al menos esa cuestión. Obligados a seguir asignaturas desde casa, ya sienten que la brecha les obliga a salir más tarde en una carrera desigual.

Casi dos meses sin profesor de Física

El grito por la desigualdad de oportunidades entre alumnos se extiende. Alejandro García, portavoz del sindicato de alumnos de Madrid, apunta también a un hecho desolador para muchos: la falta de profesorado. Pasa, por ejemplo, en el instituto Manuela Malasaña (Móstoles), donde el profesor de Física está de baja y todavía no se ha cubierto su hueco. “Han pasado casi dos meses y los alumnos de 2º de Bachillerato no han empezado esa materia. Luego llegará junio, y ¿qué pasará? Esto es insostenible”, se queja. También cuenta cómo la administración ha dejado a cada centro abandonado, teniendo que sacarse las castañas del fuego. Pasó en el instituto Gómez Moreno (San Blas), cuyos alumnos hacían cola para ver quién entraba en clase o no, y luego no había opción para seguirla de manera telemática, cuenta. “Eso se ha solucionado ya, pero estuvieron un mes así. Los que no entraban tenían que pedir los apuntes y ya, que se apañaran”, cuenta García, que cree que “nunca ha habido igualdad de condiciones” aunque ahora, continúa, “emerge a la superficie las consecuencias de los recortes”.

Esteban Álvarez, presidente de la asociación de directores, apunta además a un dato más: solo el 15% de los centros que imparten clases de manera semipresencial lo hacen sin retrasos con respecto a los demás, debido a las deficiencias en la conectividad.

Isabel Galvín, de CC OO, asegura que ha denunciado la situación ante el Defensor del Pueblo “porque se está vulnerando el derecho a la educación” y porque va a tener un gran impacto en las clases medias. No es la única denuncia que le va a llegar por el mismo problema, ya que la Fapa Francisco Giner de los Ríos también lo ha hecho. “La única opción es que se vuelva a la presencialidad igual para todos porque está teniendo unos efectos demoledores”, asegura Galvín.

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