La playa de Madrid se ahoga en una deuda que supera los 1,3 millones de euros
El conjunto de ocio de Patrimonio Nacional, construido para las clases obreras en 1932, está abandonado desde 2014 y pendiente de cobrar 867.006 euros a Arturo Fernández y de 530.523 euros a una sociedad del grupo La Cococha por su alquiler
La playa estaba a 15 minutos de la Puerta del Sol. Nueve décadas después se tarda lo mismo en llegar a un muladar donde los edificios racionalistas, creados por el arquitecto Manuel Muñoz Monasterio en 1932, albergan colchones hediondos, latas de cerveza, despojos, piscinas cochambrosas, campos de tenis comidos por la mugre y unas instalaciones propiedad de Patrimonio Nacional abandonadas a su riesgo de desaparición. El gran proyecto de ocio para las clases populares en la orilla del Manzanares está cerrado desde hace seis años, con una deuda que se multiplica, y vandalizado. “Ya no hay ni vig...
La playa estaba a 15 minutos de la Puerta del Sol. Nueve décadas después se tarda lo mismo en llegar a un muladar donde los edificios racionalistas, creados por el arquitecto Manuel Muñoz Monasterio en 1932, albergan colchones hediondos, latas de cerveza, despojos, piscinas cochambrosas, campos de tenis comidos por la mugre y unas instalaciones propiedad de Patrimonio Nacional abandonadas a su riesgo de desaparición. El gran proyecto de ocio para las clases populares en la orilla del Manzanares está cerrado desde hace seis años, con una deuda que se multiplica, y vandalizado. “Ya no hay ni vigilancia”, comenta Juan García Vicente, de Ecologistas en Acción, que lamenta la degradación en la que ha caído la Playa de Madrid, un lugar capital en la memoria ciudadana y arquitectónica de los madrileños.
La valla de acceso a la “Playa”, que deja a un lado el hipódromo de La Zarzuela y al otro el Parque Sindical, no se abre desde que la policía judicial desalojara de las instalaciones a los empleados y socios el último día de octubre de 2014. La empresa del ex presidente de la CEOE, Arturo Fernández, fue expulsada por orden judicial porque explotaba las cinco piscinas, once pistas de tenis, cuatro de pádel, una de patinaje sobre ruedas, cuatro frontones, la cafetería, el restaurante y un párking, sin pagar el alquiler ni los impuestos por su actividad. Arturo Fernández ha dejado una pella en las cuentas de Patrimonio Nacional de 867.006 euros, que tendrá que pagar en cuanto se resuelva el concurso de acreedores en el que se encuentra su grupo. Los 3.000 socios que le habían abonado sus cuotas también se quedaron en la calle. En 2011 se le renovó el contrato, a pesar de que ya había acumulado una deuda de rentas no pagadas de 466.831 euros, que, según el Tribunal de Cuentas, “abonó días antes de la firma del nuevo contrato”.
La ruina de la Playa de Madrid no se ha detenido ahí. Tal y como ha podido saber EL PAÍS, el pasado 30 de julio, ante el juzgado de Primera Instancia de Madrid, Patrimonio Nacional presentó una demanda para desahuciar a la actual empresa que regenta el conjunto, Centro de Eventos Playa de Madrid, SL, sociedad que pertenece, entre otros, a Miguel Narváez Gandarias. “No ha pagado ni un mes de alquiler y acumula una deuda de 530.523 euros el dinero”, indican fuentes de Patrimonio Nacional. El nuevo contrato se puso en marcha el 17 de octubre de 2017, con el entonces presidente de la institución, Alfredo Pérez de Armiñán, que decidió arrendar el inmueble de 184.800 metros cuadrados a dicha sociedad. Por si fuera poco, en el contrato, dicha sociedad se comprometía a realizar inversiones por un valor de 3,2 millones de euros para rehabilitar el espacio degradado. Nunca llegaron a hacerse.
Desde el equipo de la actual presidenta de Patrimonio Nacional, Llanos Castellanos, se indica a este periódico que trabajan en un plan para poner en valor las más de 22.000 hectáreas de espacios verdes propiedad de la institución en todo el país, en los que se incluye el complejo de la Playa de Madrid. Cuando finalice el proceso judicial se concretará el plan de rehabilitación. “El objetivo es que sea un inmueble sostenible y tenga autosuficiencia financiera, para que no vuelva a ocurrir lo que hasta ahora”, añade.
La playa de pega surgió de un río poco caudaloso, del que sacaron “un brazo de mar hermoso”, que decía un poema publicitario de la época de su fundación. La presa que embalsó el agua para más de 300 metros de orilla “desapareció este enero, cuando la Confederación Hidrográfica del Tajo la desmontó para que el caudal bajara sin retenciones”, comenta García Vicente. “Era una presa muy interesante porque permitía que el agua corriera y que el agua estuviera limpia”, señala Alberto Tellería, miembro de la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio, que recuerda la pista de baile y el anuncio de un concurso de diseño de vestidos de noche baratos, de cuatro pesetas, en 1934. Fue una playa muy popular entre la clase trabajadora durante la Segunda República, antes de que la aviación franquista arrasara con todo. La falsa playa fue carne de cañón y allí estuvo Robert Capa construyendo un icono de los suyos, en el que dos milicianos se saludan en un fuerte contrapicado, bajo la presencia racionalista de la torre-faro de los baños.
Las deudas y los morosos son las que ahora arruinan el complejo, atrapado entre autopistas. “Son unas instalaciones públicas de una potencia extraordinaria”, apunta Juan García Vicente, que pelea desde hace años para recuperar una senda que conectará Madrid con El Pardo, por el margen izquierdo del río. En unos meses estará lista y con ella el acceso a la “playa” también será peatonal o en bici. Queda pendiente recuperar la dignidad del conjunto, que según el arquitecto Carlos Ripoll, miembro del COAM, es de un lenguaje “impecable”.
Las líneas sencillas y modernas de las estructuras pensadas por el creador de Las Ventas y el estadio Santiago Bernabeu, se esconden entre pinos, alcornoques y chopos, y responden a la tónica internacional implantada por Le Corbusier en todo el mundo. Muñoz Monasterio, ya convertido al régimen, realizó la reconstrucción postbélica, en 1948. Lo reformó al gusto dictador, con techos de pizarra y chapiteles, solo unos años antes de que la inauguración del Parque Sindical y la contaminación de las aguas acabaran con el sueño playero de Madrid.