Educación, entre lo urgente y lo importante

El autor, rector de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, reflexiona sobre el lugar de la educación y la investigación: “La sociedad española ha ido perdiendo valores desde hace décadas y las crisis son oportunidades para reordenar esos valores”

Universidad Rey Juan Carlos / ANDREA COMASANDREA COMAS

Los bares, restaurantes, peluquerías y tiendas de ropa abrirán en los próximos días o semanas, el fútbol lo hará a largo de junio o julio. Los colegios, institutos y universidades abrirán, si es posible, en septiembre. Respetando profundamente a todos esos sectores, me pregunto: ¿La educación y la investigación dónde quedan?

No se trata, aquí, de poner en duda las directrices para retornar la actividad económica y social que los expertos están proponiendo al gobierno. Lo que pretendo es abrir el debate sobre la prioridad que damos a la educación y a la investigación.

Creo que la ...

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Los bares, restaurantes, peluquerías y tiendas de ropa abrirán en los próximos días o semanas, el fútbol lo hará a largo de junio o julio. Los colegios, institutos y universidades abrirán, si es posible, en septiembre. Respetando profundamente a todos esos sectores, me pregunto: ¿La educación y la investigación dónde quedan?

No se trata, aquí, de poner en duda las directrices para retornar la actividad económica y social que los expertos están proponiendo al gobierno. Lo que pretendo es abrir el debate sobre la prioridad que damos a la educación y a la investigación.

Creo que la sociedad española ha ido perdiendo valores desde hace décadas y que las crisis son oportunidades para reordenar esos valores. Durante la crisis de 2011, como sociedad, aceptamos con naturalidad recortes económicos severos en educación y en investigación que no permitimos que se produjeran en otros sectores. Al fin y al cabo, los recortes en estas dos áreas tienen efectos en el largo plazo y serían generaciones futuras quienes los sufrirían.

Si en el momento de valorar lo urgente hubiéramos tenido en cuenta lo importante, quizás la ciencia hubiera conseguido que este problema no existiera, como tantos otros que sufre el planeta por vivir deprisa

La grandeza de la democracia es que cuando la sociedad y sus referentes intelectuales creen profundamente en una idea, los representantes políticos la llevan a cabo. No culpemos de manera simplista a los políticos de estos recortes. En ese momento, socialmente aceptamos que había problemas más urgentes que resolver. El debate entre lo urgente y lo importante se puso sobre la mesa.

La generación de nuestros abuelos, y en cierta medida la de nuestros padres, estaba convencida de que la educación era uno de los valores más preciados. En sus casas se podía recortar en ropa, en vacaciones, en fiestas… pero nunca en formación. Muchos de ellos no tuvieron acceso a una educación de calidad, ni a comodidades y lujos que nosotros vemos hoy como normales. Hemos perdido su capacidad de sacrificarlo todo por la formación de los hijos. Yo reivindico la vuelta a esos valores. Esta sociedad olvidadiza cree que lo urgente es mejor que lo importante. Nos hemos vuelto cortoplacistas.

Ahora el problema lo provoca un virus despiadado. Si en el momento de valorar lo urgente hubiéramos tenido en cuenta lo importante, quizás la ciencia hubiera conseguido que este problema no existiera, como tantos otros que sufre el planeta por vivir deprisa. Cuando el recurso escaso es la distancia de seguridad, los colegios y la universidad pueden esperar hasta septiembre.

Incluso cuando se escucha a responsables políticos decir que no se pueden cerrar los colegios, la causa es que los padres tendrían que quedarse con sus hijos y no podrían trabajar. El argumento es perverso pero revelador. Los colegios como aparcamientos de niños y la formación relegada por la producción. ¿Y mañana? ¿Qué valor le damos a la educación, la investigación y la cultura? Cerrar los centros educativos daña el futuro de nuestros hijos, hace más difícil que su vida sea mejor que la nuestra y lanza el mensaje equivocado de que la educación no es importante.

Debemos luchar para que los efectos de esta crisis en la educación y en la investigación estén en el centro del debate social y político. Y nuestros representantes tienen que comprometerse a que, tomando las medidas de seguridad que los expertos crean necesarias, nuestro país pueda tener una educación y una investigación de calidad que no se frenen. Se lo debemos a nuestros hijos. Todos los profesionales de la educación hemos realizado un esfuerzo de adaptación para paliar lo más posible los efectos del confinamiento. Si no queremos que el desastre dentro de unos años tenga difícil solución, es hora de pensar que lo urgente no debe posponer lo importante.

Javier Ramos es el rector de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

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