El plan vecinal para que Vicenta y Tomás conocieran a su nieto

El matrimonio de ancianos no tiene internet, pero el día que su hija dio a luz pudieron hacer una videollamada con ella a través del móvil de una vecina enganchado a un palo ‘selfie’

Tamara González sostiene a Gonzalo, su hijo recién nacido.

Gonzalo nació el 10 de abril a las dos y doce de la madrugada en el Hospital Nuevo Belén, en Madrid. Si algún día busca las portadas de los periódicos de ese día solo encontrará noticias sobre el coronavirus. Su madre, Tamara Gómez, de 37 años, dice que el estado de alarma le creó “mucha incertidumbre”, pero el seguimiento telefónico del equipo del centro ayudó a calmarla durante el último mes de embarazo. El parto fue bien y su marido la acompañó en todo momento. A más de 25 kilómetros del ho...

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Gonzalo nació el 10 de abril a las dos y doce de la madrugada en el Hospital Nuevo Belén, en Madrid. Si algún día busca las portadas de los periódicos de ese día solo encontrará noticias sobre el coronavirus. Su madre, Tamara Gómez, de 37 años, dice que el estado de alarma le creó “mucha incertidumbre”, pero el seguimiento telefónico del equipo del centro ayudó a calmarla durante el último mes de embarazo. El parto fue bien y su marido la acompañó en todo momento. A más de 25 kilómetros del hospital, en una corrala de Alcorcón, a través de un móvil enganchado al palo selfie que sujetaba una vecina, los abuelos de Gonzalo también pudieron conocerlo.

Los padres de Tamara se llaman Vicenta y Tomás, y tienen 80 y 83 años respectivamente. Disponen de un pequeño móvil sin conexión a internet, que no les permite recibir fotos, mensajes ni videollamadas. Por eso cuando Tamara se puso de parto, su hermana Julia llamó enseguida a Montse Villanueva, vecina y amiga de sus padres desde hace más de 34 años. “Me pidió que le enseñara fotos del bebé a sus padres”, narra Montse. Pero mientras cargaba el móvil, se le ocurrió una idea mejor: “Si yo les dejaba ver la foto en mi teléfono podrían verla como mucho unos minutos, pero si la tenían ellos la iban a ver y re ver un millón de veces al día”. Hasta que pensó en Camino, la vecina que vive pared con pared con el matrimonio.

Camino Tejero solo lleva siete años en la corrala en la que, según afirma, “hay muy buen rollo”. Es actriz de teatro y su pareja es fotógrafo, así que tienen una impresora con papel de foto en la que pudieron imprimir la imagen de Gonzalo. Montse, ajena a la pandemia que estaba a punto de llegar, había comprado a finales de febrero “un pijamita para el recién nacido”, cuenta. Entre las dos prepararon una bolsa con la fotografía y el regalo y la dejaron en la puerta de la pareja de ancianos. “Se emocionaron mucho. La tienen puesta en un marquito en el salón”, dicen las vecinas.

Montserrat Villanueva desde su casa en Alcorcón, Madrid.

Por si la imagen fija no fuese suficiente en un momento tan único, Camino se puso en contacto con Tamara para hacer una videollamada, algo totalmente nuevo para los abuelos. Eso sí, después de que semanas atrás, tanto Camino como su pareja pasasen varios días en casa con síntomas de coronavirus, el encuentro se llevó a cabo con la máxima precaución. “Lo hicimos con un palo selfie, con mascarilla, guantes y sin que nadie se acercara”, explica. “Me enterneció mucho porque estaban como niños pequeñitos viendo la pantalla, muy ilusionados. Se acercaban cada vez más al móvil y yo me tenía que alejar”, comenta riendo. Gonzalo ya ha cumplido un mes, pero les gustó tanto la experiencia que han vuelto a repetir la quedada telemática a través del móvil de la vecina. “Tanto la hija como ellos saben que estamos disponibles cuando quieran”, asegura Camino.

Estos días Vicenta está hospitalizada porque tuvo un desvanecimiento, así que las videollamadas han cesado de momento. Desde que empezó el confinamiento, Tamara solo ha visto a sus padres a través de esa pantalla, pero intenta hablar con ellos a diario por teléfono. “Están tristes por no poder ver a sus nietos y a sus tres hijas, y nosotros igual”, confiesa. Los territorios que han pasado a la fase 1 le dan mucha envidia porque cuando Madrid llegue a ella por fin podrá producirse el tan ansiado reencuentro familiar “aunque sea con distancia social", pero también tiene “miedo de contagiar” a sus padres y prefiere ser precavida.

Dice que lo primero que hará cuando todo acabe será “llevar a Gonzalo para que lo abracen” y se conozcan de verdad. “Será muy emotivo”, añade. Hasta entonces, sabe que están en buenas manos. Montse llegó al edificio cuando Tamara tenía cinco años, dice que la ha visto "crecer, irse con su pareja y tener a sus tres niños”. Más de 30 años después, siente que Vicenta y Tomás también son un poco parte de su familia. “Los llamo todas las noches para ver qué tal están. Saben que cualquier cosa que necesiten me la pueden pedir. Cuando yo estaba mala hace meses, Tomás me subía churros para desayunar, somos así”, relata. Tamara reconoce que “las buenas relaciones entre vecinos son una base muy importante para llevar mejor esta situación” y recalca: “aquí tienes la prueba”.

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