El camino hacia la “emergencia exprés”

La precariedad de recursos con los que cuentan los servicios sociales no ofrece una respuesta diferente a los sectores más vulnerables, escribe el sacerdote Javier Baeza

Cola de personas para recoger alimentos en el comedor social en la parroquia San Ramón Nonato, en Puente de Vallecas.Álvaro García

Recordamos cómo, cuando éramos niños y andábamos con la familia en una casita al borde del río, tras la comida, siempre aparecía el enfado: "Hay que dormir la siesta” decía mama, “no se puede bajar al río hasta dentro de dos horas”. Los niños nos esforzábamos en intentar comprender algo irrazonable. Si hasta hace un momento el curso del agua podía ser interrumpido por la algarabía infantil, ¿por qué, tras comer, eso se tornaba imposible?. Nada, a simple vista en el cauce, había cambiado.

Es lo mismo que nos ocurre con esos anuncios a bombo y platillo, a través de las redes sociales, que...

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Recordamos cómo, cuando éramos niños y andábamos con la familia en una casita al borde del río, tras la comida, siempre aparecía el enfado: "Hay que dormir la siesta” decía mama, “no se puede bajar al río hasta dentro de dos horas”. Los niños nos esforzábamos en intentar comprender algo irrazonable. Si hasta hace un momento el curso del agua podía ser interrumpido por la algarabía infantil, ¿por qué, tras comer, eso se tornaba imposible?. Nada, a simple vista en el cauce, había cambiado.

Es lo mismo que nos ocurre con esos anuncios a bombo y platillo, a través de las redes sociales, que hace nuestro actual equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid.

“Solo es cuestión de organizarte”, dicen a madres que llevan toda su vida sobreviviendo en la pobreza

Nos anuncian la “ayuda de emergencia exprés” pero, hasta la fecha, no somos capaces de averiguar cómo acceder a ella. Interminables llamadas a distintos dispositivos de servicios sociales. Es difícil que te atiendan telefónicamente. En una mañana, pasamos casi tres horas, en el distrito de Puente de Vallecas, para finalmente ser atendidos por alguien al otro lado de la línea telefónica. Nos dicen que no saben cuál es el camino para acceder a estas ayudas. Que “suponemos” será el mismo que siempre, a través de las trabajadoras sociales. Y eso en otros tantos servicios sociales de otros barrios.

Y, como siempre, las familias se encontrarán con los mismos muros -si ya tienes una prestación de RMI de 585 euros para tres personas no necesitas trescientos más para comer todos los días-. Volverá el insaciable juicio: “Solo es cuestión de organizarte”, dicen a madres que llevan toda su vida sobreviviendo en la pobreza.

Eso, si consigues una cita previa y tu trabajadora social te llama y tu móvil no tiene las llamadas restringidas por falta de pago. Pero han pensado en todo, y como tenemos una Administración -además de mediática- moderna, ofrecen la posibilidad de hacer dicha gestión por vía telemática. ¿Cuántas personas de las que acompañamos tienen esa capacidad de gestionar asuntos vitales vía internet? Por no hablar de aquellas cuya conexión telemática es el wifi de la EMT.

Cuando has llegado hasta aquí, surge el problema de la documentación. Resulta que muchas personas y familias, por distintas y lógicas razones, no están empadronadas en el municipio. Si no estás empadronado, nada. Y aunque mil veces el Ayuntamiento lo haya anunciado, sigue sin facilitar el empadronamiento en los centros de servicios sociales. Entonces, estás ayudas no son para los ciudadanos de Madrid, son para los empadronados en Madrid.

La precariedad de recursos con los que cuentan los servicios sociales y la escasa presencia de trabajadores públicos, más allá del anuncio que el Ayuntamiento de Madrid vocea, no ofrece una respuesta diferente, operativa y real a los sectores sociales más vulnerables y necesitados.

El anuncio que están esperando las familias empobrecidas es que pasan a ser el centro de las políticas sociales y que desde ellos, y no para los publirreportajes, se articulan las políticas sociales del Ayuntamiento ofreciendo un recorrido real y eficaz para salir de la pobreza: existe el río y nos podemos bañar.

Javier Baeza es sacerdote en San Carlos Borromeo, en Vallecas

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