Los ‘riders’ hacen la compra de quienes no salen de casa

Glovo aumenta sus pedidos a supermercados, pero los repartidores perciben desconfianza entre los clientes

Madrid -
Dos trabajadores de una empresa de reparto, en el centro de Madrid.Carlos Rosillo

Anderson, trabajador de Glovo, entrega estos días pedidos como tres mascarillas. El martes al anochecer ―un día después de que se recomendara el teletrabajo y reducir los viajes y se anunciara el cierre de los colegios por el coronavirus― ya había recibido un par de pedidos similares. “Tengo que ir a buscarlas a un apartamento y llevarlas a otro, no en tiendas, porque hasta donde yo sé en las tiendas están agotadas”, explica.

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Anderson, trabajador de Glovo, entrega estos días pedidos como tres mascarillas. El martes al anochecer ―un día después de que se recomendara el teletrabajo y reducir los viajes y se anunciara el cierre de los colegios por el coronavirus― ya había recibido un par de pedidos similares. “Tengo que ir a buscarlas a un apartamento y llevarlas a otro, no en tiendas, porque hasta donde yo sé en las tiendas están agotadas”, explica.

Los martes no suelen ser ajetreados para los riders, según contaban los otros seis compañeros que junto a él esperaban en un banco frente a la parada de metro de Cuatro Caminos. Pero esta semana están notando el aumento de la demanda. “Se ha movido mucho sobre todo en los supermercados, de envíos de comida que tenemos que llevar a otros lugares”, comenta Anderson. En el Carrefour 24 horas que tiene al lado, varios jóvenes con mochilas amarillas de Glovo se abren paso entre la multitud de ciudadanos que se han lanzado a los supermercados de la capital para hacer acopio de comida.

Glovo es la única empresa de entrega de comida a domicilio que tiene también servicio de supermercado y otros establecimientos, como farmacias. Además de productos de Carrefour y de la tienda de congelados La Sirena, los clientes pueden solicitar pedidos a Glovo Market, el supermercado online de la compañía. Edgar, rider (repartidor) de Glovo desde hace años, está encantado con el aumento de trabajo. “Un martes normal hago como mucho 20 pedidos y ahora se va a sobrepasar eso, que es bueno, haces una buena pasta”, asegura. Dependiendo de la distancia que tengan que hacer para entregar los productos, los repartidores ganan entre tres y cinco euros por cada uno.

Pero no todos tienen la misma suerte. Jonathan, con la mochila de Deliveroo a sus espaldas y guantes a pesar del calor, afirma que le llegan menos pedidos que nunca. “Yo creo que todos han comprado ya de todo, sino, mira”, dice señalando las largas colas del Carrefour. “La gente se cohíbe de pedir por el miedo de que estemos todo el día en la calle tocando cosas. Por más que uno se lave las manos y use guantes la gente no quiere comerse algo que primero lo han preparado en un restaurante, luego lo ha tocado otro para dármelo, luego yo lo meto en mi mochila… por más que uno sea higiénico las personas van a pensar en eso”, sostiene.

Entrega de pedidos sin firma

Las empresas de comida rápida ya han mandado correos a sus empleados con medidas a seguir para que tanto los riders como los clientes se sientan menos expuestos. Un portavoz de Glovo asegura que la empresa “sigue todas las recomendaciones del sistema de sanidad” y está “habilitando protocolos a nivel de teletrabajo para los empleados y también para los repartidores”. De momento, una medida que se ha tomado para evitar contagios durante los repartos es que el cliente ya no necesita firmar la entrega del pedido, como se hacía hasta ahora. También se suprime la obligatoriedad de prestar servicio durante las horas de alta demanda y han recibido recomendaciones como lavarse las manos a cada rato o usar mascarilla. Deliveroo, según un portavoz de la compañía, proporcionará soporte económico a aquellos repartidores a los que se les diagnostique de coronavirus o se encuentren en situación de cuarentena por requerimiento de una autoridad médica. Aun así, varios riders comentan que hay clientes que solo se atreven a sacar el brazo por la puerta para agarrar el pedido.

Entre ellos hay preocupaciones de todo tipo. Algunos, como Edgar, usan guantes, sobrecuellos y llevan consigo gel desinfectante. “No quiero tocar mucho las escaleras y ascensores”, reconoce. A otros como Katherine, les inquieta perder el trabajo, ya que funcionan como falsos autónomos: “si nos contagiamos no cobramos nada”. Anderson, que se pasa el día dentro de los supermercados, tiene miedo de que empiecen a escasear los productos. Y no porque no pueda entregar los pedidos a tiempo, lo que teme es no tener comida en su propia casa.

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