Junts y ERC ante el espejo vasco
Los dos partidos independentistas deben asumir que el ‘procés’ no da más de sí y que necesitan nuevos liderazgos para pasar página
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, fue en un tiempo remoto el presidente del Euskadi Buru Batzar, es decir, el líder máximo del PNV. El suyo fue un mandato breve (entre 2004 y 2007), en un tiempo político convulso (¿cuándo no lo es?), pero la huella que dejó, aunque difusa en la memoria, es significativa en la España contemporánea. En esa época, ETA seguía cometiendo asesinatos y el partido centenario se dividió en dos almas. En la peculiar bicefalia entre partido y Gobierno, Imaz abogó desde el PNV por moder...
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, fue en un tiempo remoto el presidente del Euskadi Buru Batzar, es decir, el líder máximo del PNV. El suyo fue un mandato breve (entre 2004 y 2007), en un tiempo político convulso (¿cuándo no lo es?), pero la huella que dejó, aunque difusa en la memoria, es significativa en la España contemporánea. En esa época, ETA seguía cometiendo asesinatos y el partido centenario se dividió en dos almas. En la peculiar bicefalia entre partido y Gobierno, Imaz abogó desde el PNV por modernizar el discurso nacionalista, actualizar el concepto de soberanía con un encaje dentro de España y buscar la transversalidad electoral. Desde el Gobierno, el lehendakari Juan José Ibarretxe representaba al sector levantisco, dispuesto a romper con España mediante una consulta.
Para no fracturar al PNV, Imaz renunció y se marchó una temporada a Estados Unidos, antes de fichar en 2008 por Petronor, una filial de Repsol, pero sus ideas germinaron entre los dirigentes nacionalistas contrarios a una secesión. Al frente del partido lo sucedió un político poco conocido que se llamaba Iñigo Urkullu. Ibarretxe mantuvo desde el Ejecutivo vasco su apuesta por la independencia, que decayó en 2009 tras las elecciones autonómicas en las que perdió el gobierno ante el socialista Patxi López, que contó con el apoyo del PP para desalojar a los nacionalistas del poder.
En los tres años que estuvo en la oposición, única vez en la que lo ha estado, el PNV hizo un reseteo: Ibarretxe desapareció de la escena política y se impuso el sector pragmático, con Urkullu como cabeza de cartel, dirigente que desde la moderación logró tres victorias electorales consecutivas. Acabada esta crisis, los nacionalistas vascos elevaron la negociación política en Madrid a la categoría de arte, con apoyos al PSOE y al PP según la conveniencia.
Con todos los matices que se quieran poner, ERC y Junts podrían mirarse en este espejo para salir del fenomenal atolladero en el que se encuentran después de que la justicia y las urnas hayan desactivado el procés y los indultos y la amnistía hayan desinflamado el conflicto en Cataluña.
Estar en la oposición, como le ocurrió al PNV, puede ser el punto de partida para el inaplazable reseteo que tienen que afrontar Junts y ERC, que pasa de forma ineludible por asumir sin tapujos que el procés ya no da más de sí. Otra fase, igualmente compleja, será aceptar que Junqueras y Puigdemont representan un pasado de fractura social y un presente de frustración y que solo nuevos liderazgos permitirán avanzar sin estar pendientes del retrovisor. Y si en ese camino se topan con un Imaz o un Urkullu catalán, aún mejor.