Mónica Oltra, la lideresa indomable

La exvicepresidenta valenciana, en política desde los 15 años, se ha visto obligada a dimitir tras su imputación

Mónica Oltra, con las camisetas reivindicativas que elevaron su popularidad, el 13 de septiembre de 2013.Foto: Mònica Torres | Vídeo: EPV
Valencia -

Cuando tenía apenas 11 años, Mónica Oltra simuló su muerte. Dibujó una mancha de kétchup en el suelo, puso al lado un cuchillo y se tumbó en la cocina para ser descubierta por su hermano, seis años menor. “Necesitaba saber si de verdad me quería, porque protestaba mucho”, argumenta ahora la vicepresidenta del Gobierno valenciano, quien enseguida añade sonriendo: “Me arrepentí y me arrepiento”. No calibró el impacto que aún se dibuja en la cara de Juanín cuando recuerdan la anécdota.

La escena refleja una de las cara...

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Cuando tenía apenas 11 años, Mónica Oltra simuló su muerte. Dibujó una mancha de kétchup en el suelo, puso al lado un cuchillo y se tumbó en la cocina para ser descubierta por su hermano, seis años menor. “Necesitaba saber si de verdad me quería, porque protestaba mucho”, argumenta ahora la vicepresidenta del Gobierno valenciano, quien enseguida añade sonriendo: “Me arrepentí y me arrepiento”. No calibró el impacto que aún se dibuja en la cara de Juanín cuando recuerdan la anécdota.

La escena refleja una de las características de Oltra (Neuss, Alemania; 53 años) aunque no se tratara más que de la trastada de una niña. Inteligente, compleja, extrema y muy exigente con la lealtad, la líder de Compromís se enfrenta al momento más complicado de su carrera política. Pasional, intuitiva, volcánica, controladora, ambiciosa y organizada son otros de los calificativos que utilizan quienes la conocen para definirla. Un veterano militante de Compromís, ahora alejado del día a día de la formación, destaca su habilidad política, pero recuerda que normalmente era en el corto plazo, en el día a día, sin prever a largo término.

Quizá eso es lo que le pasó cuando simuló su muerte y lo que le ha pasado estos días, tras ser imputada por, supuestamente, encubrir el caso de abusos de su exmarido a una menor tutelada, por el que la Fiscalía la acusa de abandono de menores, omisión del deber de perseguir delitos y prevaricación. Oltra no ha calculado bien el impacto ni la respuesta a su idea de mantenerse en el cargo, y la presión de su propio partido y de sus socios de gobierno de coalición, PSPV y Podem, ha acabado abocándola a la dimisión.

Mónica Oltra nació de nalgas un 20 de diciembre en una ciudad al oeste de Alemania donde vivían sus padres, miembros del PCE y exiliados. En su caso, fue un exilio por amor, ante la imposibilidad de vivir juntos en España porque su padre se había casado anteriormente y no se podía divorciar. Por eso, Mónica Oltra Jarque fue, hasta 1981, Mónica Jarque Tortajada. El hecho fue utilizado por el consejero de Bienestar Social Juan Cotino, en 2010, para intentar insultarla: “Tendría vergüenza, si fuera padre, de tener una hija como esta, pero como probablemente ella no lo conozca...”, dijo después de que, como tantas veces, la política de Compromís señalara la implicación de algunas de las empresas del grupo familiar de Cotino en la trama Gürtel por la que después fueron condenados sus miembros. Esa ha sido una de las facetas más conocidas de Mónica Oltra entre 2007 y 2015, la de convertirse en una activista contra la corrupción, pero desde la tribuna en la que se hizo famosa a base de camisetas. “No nos falta dinero, nos sobran chorizos” fue uno de los lemas utilizados, aunque la que lució con la cara de Camps y la leyenda “Wanted. Only alive” (”Se busca. Solo vivo”) fue la que la llevó a todos los telediarios.

Las camisetas reivindicativas que el PP prohibió entonces han vuelto ahora a las Cortes Valencianas, y con un lema muy distinto: “Oltra, vete ya”. El grupo de Ciudadanos acudió en noviembre de 2021 a una sesión de control con ellas para pedir la dimisión de la vicepresidenta de la Generalitat, una reclamación que la oposición en bloque ha repetido durante más de un año, pleno tras pleno, por la gestión que la Consejería de Políticas Inclusivas, de la que es responsable la propia Oltra, hizo del caso de la menor abusada. Incoherente, narcisista, demagoga son algunos de los calificativos que le dedican quienes, además, creen que nadie a su alrededor se atreve a llevarle la contraria. La portavoz del Consell ha resistido las preguntas y los envites y ha contado con el apoyo del resto del Gobierno valenciano, formado por Compromís, socialistas y Podem. El rechazo que tenía a dimitir minó la confianza de sus socios.

Cacería de la derecha

Para aguantar el tirón, se apoyaba en su familia. Sus hijos, su madre, su hermano y sobrinos, que el sábado acudieron a un acto de Compromís. Al igual que ella, achacan el proceso judicial a una cacería de la derecha a una mujer que molesta. Aun así, sufren. “Si hubiera seguido ejerciendo la abogacía, ganaría más dinero y estaría más tranquila”, resume la madre, “pero no me gustaría que se dedicara a otra cosa porque sé que esto es su vida, aunque la estén machacando. Preferiría que la respetaran porque está ahí porque la han votado. Ya les tocará a ellos”.

Oltra se afilió al Partido Comunista a los 15 años, poco después de regresar a España. Después pasó por Esquerra Unida, de donde fue expulsada, y llegó a la coalición Compromís, en 2010, de la mano de Iniciativa. Casi siempre ha ocupado puestos de responsabilidad y se ha dejado notar. Creció oyendo hablar de política, pero también de poesía, como la que recitaba su padre durante los años en Alemania. Aficionada al psicoanálisis, sitúa la coherencia como una de las premisas, aunque ahora le achaquen permanecer en el cargo después de haber reclamado la dimisión de políticos de otros partidos cuando fueron imputados. “La verdad solo tiene un camino”, defiende como argumento de que el caso que la llevará ante el juez el 6 de julio no tiene sostén judicial. “Dale la vuelta al significado de la palabra postureo y eso es Mónica Oltra”, asegura una persona de su entorno que, como otros, saben que lo difícil es “domarla”.

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