Revolta Pagesa sacude los cimientos del sindicalismo agrario en Cataluña

La nueva entidad, constituida en gremio, valora presentarse a las elecciones agrarias poniendo en peligro el papel de las organizaciones tradicionales

Protesta de agricultores en La Junquera.Gianluca Battista

La capacidad de movilización de entidades como Revolta Pagesa en Cataluña ha desbordado las previsiones y ha dejado descolocados a los sindicatos agrícolas tradicionales. Las primeras manifestaciones de agricultores y ganaderos paralizando Cataluña comenzaron hace cuatro meses, pero fue una semana antes de las elecciones europeas (el 9 de junio) cuando se anunció ...

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La capacidad de movilización de entidades como Revolta Pagesa en Cataluña ha desbordado las previsiones y ha dejado descolocados a los sindicatos agrícolas tradicionales. Las primeras manifestaciones de agricultores y ganaderos paralizando Cataluña comenzaron hace cuatro meses, pero fue una semana antes de las elecciones europeas (el 9 de junio) cuando se anunció la creación del Gremi de la Pagesia Catalana. Con el nuevo actor, la hegemonía de asociaciones agrarias históricas como Unió de Pagesos (UP), JARC (Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya) o ASAJA (Associació Agraria de Joves Agricultors) podría estar en peligro. Depende de que la energía de las protestas acabe convertida en votos para el Gremi en las elecciones de las cámaras agrarias de 2026.

El pasado enero, los agricultores franceses bloquearon durante días gran parte del país exigiendo mejoras en su sector. El movimiento inspiró a agricultores españoles, quienes, indignados por la excesiva burocracia, las restricciones de agua por la sequía y los retrasos en el cobro de subvenciones, comenzaron a organizarse a través de grupos de WhatsApp. Así nació la Plataforma 6F (6 de febrero), que convocó manifestaciones históricas como la que colapsó los accesos de Barcelona con tractores. Se detectó entre los organizadores de estas protestas la infiltración de personas relacionadas con la ultraderecha, especialmente de Vox, pero en Cataluña corrigieron pronto el rumbo, expulsaron a los ultras y rebautizaron el movimiento como Revolta Pagesa o Plataforma Pagesa, según la zona. De esta forma, y una vez purgados de activistas ultras, continuaron con éxito con sus protestas.

El lunes 3 de junio, a pocos días de las elecciones europeas, el campo se volvió a movilizar cortando durante 24 horas los pasos fronterizos con Francia y Andorra. Agricultores y ganaderos exigían la reducción del coste de los hidrocarburos y una mayor protección frente a la “competencia desleal” de productos de terceros países, que no pasan los mismos controles sanitarios que los comunitarios. La jornada de protestas fue un éxito pese a no contar con el apoyo de todos los sindicatos. Carlos Vicente, portavoz de Unió de Pagesos, desvinculó a su organización de estas movilizaciones: “No convocamos protestas en plena campaña electoral, no queremos crear confusión sobre nuestros objetivos ni contaminar nuestra lucha con la de otros sectores”.

Pese a las críticas, Revolta Pagesa salió fortalecida. El movimiento ahora busca institucionalizarse con la creación del Gremi de la Pagesia Catalana. Esta asociación gremial decidirá, de manera asamblearia, si se presenta o no a las elecciones de las cámaras agrarias de 2026. No es un paso menor, ya que de lograr en las urnas el apoyo que ha tenido en las carreteras, Revolta Pagesa podría haber comenzado a fisurar décadas de sindicalismo agrario tradicional.

Eduard Escolà, payés en Montblanc (Tarragona) y portavoz de Revolta Pagesa, ya advierte de que el nuevo movimiento agrícola -constituido en España como Unión de Asociaciones del Sector Primario Independientes (UNASPI)- no se vinculará a ningún partido político. “Desde Revolta Pagesa hemos anunciado la creación del Gremi de la Pagesia Catalana. Seremos un grupo de presión en el que cabrá todo el mundo para conseguir el mayor número de beneficios para el sector”, afirmó Escolà. El gremio se ha constituido con ocho fundadores, que serán los que a través de sus asambleas, decidirán su futuro.

Jordi Ginabreda es agricultor afiliado a Unió de Pagesos y también miembro de Revolta Pagesa. Además, es vicealcalde por Junts en un pueblo de 800 habitantes, Vilademuls (Girona). Sabe que pronto aquellos que tengan algún tipo de cargo en UP no podrán tenerlo en el Gremio de la Pagesia. Ginabreda es tajante: “Los asociados decidiremos si nos presentamos a las cámaras agrarias o si nos mantenemos al margen y actuamos de lobby ante los partidos políticos pero, también, ante los propios sindicatos agrarios”. El payés de Vilademuls señala: “Lo importante es explorar todos los caminos que nos permitan transformar las cosas y mejorar las condiciones actuales del mundo de la agricultura y ganadería”, señaló.

Tractores en la calle Balmes, con la Basílica del Tibidabo al fondo, en las protestas del febrero pasado. Gianluca Battista

En Lleida, Revolta Pagesa se rebautizó como Plataforma Pagesa de Lleida, impulsada -entre otros- por el joven agricultor y ganadero de Alcarràs Joan Miret. “Ahora mismo está muy mal visto constituirse en un sindicato agrario y queremos ser otra cosa. Además, nosotros somos los que tenemos el poder de movilización y no las organizaciones tradicionales”, aclara Miret, subrayando que los sindicatos agrarios “miran con miedo” a las nuevas organizaciones porque “peligran estructuras que llevan muchos años en el poder”.

Joan Caball, el coordinador nacional de Unió de Pagesos -el sindicato agrario con mayor representatividad- desde el año 2000, defiende la labor de su entidad: “El trabajo para solucionar los problemas económicos y sociales como la despoblación o la representación democrática forman parte del ADN de Unió de Pagesos”. Caball cree que movimientos como Revolta Pagesa o el Gremio no son una “amenaza” para su entidad: “Es muy fácil convocar a la movilización sin profundizar en las realidades sociales concretas”, explica. “Si quieren jugar al sistema democrático: bienvenidos. No es lo mismo convocar que representar. Sacar a las calles a centenares de agricultores no te convierte en interlocutor político, para eso hay que tener una representación y conseguirla cuesta años de duro trabajo”.

Pere Roqué, presidente de ASAJA en Lleida, tampoco da muchas muestras de preocupación por la irrupción del Gremio: “Desde Asaja siempre hemos dado apoyo a Revolta Pagesa y, cuando no podían convocar las protestas porque no estaban constituidos como entidad, nosotros hemos firmado las movilizaciones. En la payesía todo el mundo suma. Esto no es política”, advierte.

El papel de las organizaciones tradicionales

La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) no tiene representación en las cámaras agrarias catalanas. Aun así, llevan años intentándolo y quedándose a las puertas. El secretario general de relaciones internacionales de UPA, José Manuel Roche, es directo: “UPA respeta cualquier tipo de movilización pero también defendemos el trabajo de las organizaciones tradicionales, que somos los únicos interlocutores”. Roche no cree que Revolta Pagesa pueda representar un peligro para los sindicatos agrarios: “Conformar una organización profesional agraria conlleva mucho esfuerzo, cansancio y disgustos, no es algo que se pueda hacer del día a día. Nosotros tenemos un largo recorrido a nuestra espalda y aún nos queda mucho”.

Las últimas elecciones agrarias catalanas se celebraron en 2021. De los 20.609 agricultores censados, solo votaron 7.274. Unió de Pagesos consiguió el 55,82% de los votos seguidos de JARC con el 29,16%, ASAJA con el 11,29% y UPA con el 2,61%. Esos porcentajes se mantienen casi fijos desde hace décadas y muchos de los agricultores que ahora critican a los sindicatos agrarios denuncian que estas organizaciones se han convertido en meras gestorías y en ocasiones son percibidas como una prolongación de la burocracia a la que obliga la administración.

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