El drama de los temporeros de Lleida se cronifica: “Llevo un mes durmiendo en la calle”
El Ayuntamiento no abrirá hasta este lunes un espacio para acoger, solo siete días, a decenas de personas que malviven esperando trabajo en el campo
Ibrahima Kana nació hace 24 años en Gambia. Lleva un mes durmiendo sobre unos cartones en una esquina de la plaza del Dipòsit de Lleida. El pasado noviembre se embarcó en un cayuco junto con decenas de hombres —”también había mujeres y niños”— y atravesó parte del Atlántico rumbo a Tenerife. De allí, la administración lo trasladó a Sevilla y un autobús lo llevó a Huelva. Pese a no disponer de papeles, alguien le pagó por recoger arándanos (sin contrato ni alta en la Seguridad Social) durante dos semanas. ...
Ibrahima Kana nació hace 24 años en Gambia. Lleva un mes durmiendo sobre unos cartones en una esquina de la plaza del Dipòsit de Lleida. El pasado noviembre se embarcó en un cayuco junto con decenas de hombres —”también había mujeres y niños”— y atravesó parte del Atlántico rumbo a Tenerife. De allí, la administración lo trasladó a Sevilla y un autobús lo llevó a Huelva. Pese a no disponer de papeles, alguien le pagó por recoger arándanos (sin contrato ni alta en la Seguridad Social) durante dos semanas. Le dijeron que en Lleida había trabajo y lleva un mes durmiendo en una acera de esta capital catalana esperando, como le ocurrió en Huelva, a que algún agricultor se salte la ley y le ofrezca empleo recolectando melocotones. “Es la única manera de ganarnos la vida. Sé que esperaré años hasta conseguir los papeles”, explica.
A mediados de mayo llegaron a Lleida, de forma prematura, una treintena de temporeros de la fruta que desde entonces malviven en la ciudad. El alcalde de la ciudad, Fèlix Larrosa (PSC), denunció (sin aportar pruebas) que “un ayuntamiento del sur” estaba pagando a los extranjeros el billete de autobús hasta Lleida. Kana asegura que, al menos en su caso, no ocurrió así y que los 140 euros del billete de bus se los costeó el mismo con el trabajo en el campo, una afirmación que repiten una docena de personas que duermen en la calle y que han sido consultadas por este diario. En la plaza del Dipòsit, Kana se ha reencontrado con un compañero de cayuco: Hamassaïda Ndiaye, senegalés de 28 años, que de Canarias pasó a Peñíscola y de ahí a Lleida. Los compañeros de travesía fuman en un banco del centro de la ciudad junto a Adama Saboily, gambiano de 26 años. Los tres buscan cartones que aíslen del suelo y compran lo que pueden en supermercados de otros africanos para intentar matar el hambre. Creen que la plaza es un escaparate para llamar la atención de algún agricultor que quiera jugársela contratando a personas sin papeles.
Un abandono recurrente
La llegada de temporeros a Lleida siempre genera polémica. El anterior equipo de gobierno en el Ayuntamiento (formado por ERC y Junts) proyectó la construcción de un albergue en el barrio de Pardinyes con capacidad para 120 personas. La Generalitat se comprometió a aportar cuatro millones para la infraestructura, pero la oposición de los vecinos y del PSC hizo que, cuando Larrosa se hizo con el poder (en mayo de 2023), cancelara el proyecto.
La portavoz de ERC en el consistorio, Jordina Freixanet, lamenta que la decisión ha traído “de nuevo” la foto que se quería evitar: “La realidad de personas sin papeles durmiendo en las calles se repite desde hace décadas y la Paeria (nombre que recibe el Ayuntamiento en Lleida) no está dando una solución en pro de la dignidad y los derechos humanos. Además, si la dignidad no es suficiente, que piensen en la imagen que está dando la ciudad”, denuncia. Freixanet lamenta que el alcalde “no ha hecho nada” más allá de acusar a otros ayuntamientos. “Sabe que todos los consistorios ayudan, intentan pagar billetes a personas sin recursos si informan de que tienen familiares o amigos en otra ciudad. Nosotros también lo hicimos”.
El PSC canceló la construcción del albergue, pero pidió a la Generalitat que mantuviera su aportación de cuatro millones. Los socialistas diseñaron un nuevo “modelo de inclusión” para reformar una antigua escuela del barrio de Balàfia en pisos y módulos para acoger temporeros. Hoy no está construido y los cuatro millones del Govern no han llegado porque los presupuestos no se aprobaron. El gobierno de Larrosa ha optado por bautizar con distintas etiquetas a las personas que vienen a trabajar en la campaña de la fruta: a los que duermen en el Dipòsit no los llama temporeros porque no tienen papeles, sino “personas transeúntes en campaña agraria”.
Toda la provincia necesitará este año 20.000 temporeros; la ciudad de Lleida, unos 2.000, según las entidades agrarias. El teniente de alcalde Carlos Enjuanes (PSC) defiende que los propietarios de las fincas agrarias tienen la obligación de proporcionar a sus empleados un lugar donde vivir. La Paeria ha habilitado 99 camas para los temporeros con documentación en regla, por las que pagan 5 euros la noche y 100 de fianza. Pero el problema persiste para las personas sin papeles. Semanas después de que se hayan acumulado decenas de ellas en las calles, este lunes finalmente el consistorio abrirá un pabellón para ellos de Fira de Lleida. Se instalarán 100 camas, en las que una misma persona podrá estar un máximo de siete días. Enjuanes dice que el recinto puede llegar a acoger a “900 transeúntes” y defiende el “modelo de inclusión” del consistorio pese a la poca duración de la acogida.
Pere Roque, presidente de la asociación de jóvenes agricultores (Asaja) de Lleida, reivindica la creación de un carnet de campaña agraria para que los temporeros con papeles y poseedores de esta documentación puedan encadenar campañas. “Las personas que vienen sin papeles en busca de suerte lo tienen complicado. Un agricultor se enfrenta a una sanción de la inspección del trabajo de 12.000 euros por cada persona sin asegurar. En Lleida, estoy convencido que el 99,8% de los agricultores solo contratan gente con papeles”, advierte. Este año cada temporero ganará, según el convenio, ocho euros “limpios” la hora.
Youssouf Naoye tiene 28 años y lleva casi tres años en España. Es de Senegal y ayuda a su compatriota Mamayouli en sus primeros días en Lleida. Habla bien español y conoce bien las diferentes campañas de la fruta: ha recogido naranjas en Huelva y Valencia, olivas en Jaén, uvas en Albacete, tomates en Granada y peras en Lleida, donde está desde hace unas semanas. “Hay muchísimo trabajo, pero faltan empleados porque no dan papeles”. Naoye revela es su plan: “Podré trabajar este año porque tengo los papeles de un compañero y me haré pasar por él”. Tanto Naoye como Mamayouli no quieren que sus rostros aparezcan en la prensa: “Dormimos en la calle. Es así el camino del hombre de Senegal. Lo pasaremos mal pero no diremos nada a nuestras familias. Vendrán tiempos mejores y nos olvidaremos”.
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