Referéndum, pantalla pasada

Seguir excavando en ese hoyo alimenta el anticatalanismo y sigue propulsando a Vox

El expresidente de la Generalitat Artur Mas el sábado en la 80 edición del Premio Nadal.Marta Pérez (EFE)

El jefe ha dado por cerrado el asunto. El referéndum queda aparcado por tiempo indefinido. Puede ser la solución “si los catalanes no desisten”, pero no sucederá “en los próximos años”. Hay que dedicarse a llenar el cesto de pescado y a buscar de nuevo “el pacto fiscal en la línea del concierto”.

Once años han pasado desde que ...

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El jefe ha dado por cerrado el asunto. El referéndum queda aparcado por tiempo indefinido. Puede ser la solución “si los catalanes no desisten”, pero no sucederá “en los próximos años”. Hay que dedicarse a llenar el cesto de pescado y a buscar de nuevo “el pacto fiscal en la línea del concierto”.

Once años han pasado desde que Artur Mas fue desautorizado en las urnas cuando pidió y no obtuvo aquella mayoría absoluta con la que iba a desafiar a Mariano Rajoy, aunque tozudamente insistió en el camino aventurero que iba a terminar con su partido, su presidencia, la suspensión de la autonomía, la cárcel o la huida de un puñado de dirigentes y finalmente el regreso a la casilla de salida. Ahora llega la hora de aprender la lección, tal como ha explicado en una reciente entrevista a La Vanguardia. Siempre con su característico desentendimiento personal, más propio de un profesional que recibió un encargo erróneo pero ajeno, que de un político responsable y comprometido.

Tanta sensatez no podía quedar sin respuesta. Por parte de Esquerra, claro. Para Pere Aragonés nada tan vigente como el referéndum. Hay que llevarlo a la mesa de negociación este año que acaba de empezar. Superada la amnistía, toca el referéndum. Si la amnistía fue declarada imposible, significa que el referéndum es posible y podrá negociarse ahora. Un silogismo tan falso sirve para alimentar tanto la fe independentista como el antisanchismo.

No es la retórica sino lógica la que obliga a regresar al punto de partida. El referéndum divide a la sociedad catalana y no encuentra aliados fuera de Cataluña. No interesa fuera de España. Seguir excavando en ese hoyo alimenta el anticatalanismo y sigue propulsando a Vox. ¿Esto es lo que quiere Esquerra?

La década perdida ha desnudado los viejos mitos. No hay acuerdo, ni siquiera en Cataluña, sobre la naturaleza del conflicto. Si para unos es la recuperación de una nación extraviada desde 1714, para otros es simple política contemporánea, a resolver en el marco de la Constitución y del Estado de derecho. Es una falacia que un 80% de los catalanes quiera un referéndum de autodeterminación. Lo que quiere la mayoría es que se recuperen los consensos estatutarios y constitucionales, destrozados desde hace no una sino dos décadas, una difícil operación que exige reincorporar al Partido Popular y un esfuerzo de reconciliación, en vez del enconamiento permanente.

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Un argumento práctico descalifica al referéndum. En el caso improbable de que fuera inevitable, pocos querrían que la iniciativa y la organización corrieran a cargo precisamente de los mismos dirigentes y partidos que fracasaron tan estrepitosamente en la anterior intentona y siguen ahora dándonos la lata como si nada hubiera pasado. Esta sí es una pantalla pasada. Del referéndum mejor no hablar, al menos para una larguísima temporada.

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