Punto en boca en el Parlament

La ley de silencio respecto a las negociaciones de la investidura de Pedro Sánchez se repite en el Parlament

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante el pleno del Parlament de este miércoles.Toni Albir (EFE)

Si la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, hubiera estado este miércoles en el Parlament, le habrían estallado los pulmones de desasosiego. Hace un par de días, presa ya de una zozobra importante, se quejaba de la “clandestinidad” con la que, afirma, se están llevando las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Ni una palabra, ni una filtración, ni apenas un indicio sobre la mar...

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Si la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, hubiera estado este miércoles en el Parlament, le habrían estallado los pulmones de desasosiego. Hace un par de días, presa ya de una zozobra importante, se quejaba de la “clandestinidad” con la que, afirma, se están llevando las negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez. Ni una palabra, ni una filtración, ni apenas un indicio sobre la marcha de los contactos entre PSOE y Junts per Catalunya. Especialmente esos, que son los decisivos, dicen. Una ley del silencio que se ha extendido, también, a los escaños de la cámara catalana, donde socialistas y carlistas -de Carles Puigdemont- han hecho como si nada pasara, como si en lugar de asistir un momento político clave, a finales de 2023, estuviéramos en los años 90. El portavoz de Junts per Cat, Albert Batet, ha reclamado al presidente Pere Aragonès una reunión de la junta de seguridad de Cataluña por el aumento de la delincuencia, mientras que Salvador Illa, líder del PSC, se ha felicitado por la instalación en Mont-Roig del Camp de una empresa coreana que fabrica componentes de baterías. Todo esto como colofón a preguntas a los consellers sobre los mejilloneros del Delta, las subvenciones a las actividades deportivas o el Museu Casteller. Cada tema tiene su importancia, pero es patente la sensación de que los dos partidos coinciden en la estrategia de punto en boca.

Una discreción que no sólo inquieta a Gamarra, sino de manera evidente a Esquerra Republicana, que lleva muy mal su papel secundario. Los republicanos detestan que se les dé por descontados, y a la que pueden detallan exigencias que les singularicen en la negociación. La omertá del momento no va con ellos, aunque haya que meter las propuestas con calzador. Como este miércoles, cuando Pere Aragonès ha aprovechado el momento más propicio de la sesión para colar mensaje: la intervención del portavoz de su partido, Josep Maria Jové, en el turno de preguntas al president.

Jové ya suele hacer centros a puerta vacía para que Aragonès remate -las preguntas parlamentarias del grupo o grupos del Gobierno son, a menudo, sonrojantes, pero el reglamento lo facilita-. Y esta vez no ha sido distinto: el portavoz ha apuntado la tesis de ERC de que la amnistía es sólo un primer paso para llegar a la autodeterminación, y el presidente ha completado el argumento incorporando dos condiciones más, el traspaso de Rodalies y un nuevo sistema de financiación. Se escenificaba como una pregunta y su respuesta, pero todo el mundo tenía claro que se trataba de un único discurso dirigido a Pedro Sánchez. Y también a Carles Puigdemont.

Pendientes todos de las conversaciones, los otros asuntos siguen en segundo término, sea el intento de la fiscalía de imputar a la exconsellera Alba Vergés por la política de vacunación de policías y guardias civiles, los bajos niveles lingüísticos de los estudiantes catalanes o, incluso, la guerra en Gaza, que sólo se ha hecho un hueco por una performance de la CUP con una estelada y una bandera palestina.

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