Cómo resguardar a 2.000 animales de una ola de calor en el centro de Barcelona
El Zoo adapta medidas por el incremento de temperaturas: aperitivos helados, más agua para refrescarse y zonas de cobijo
Hay un rincón de Barcelona -un oasis dentro de la ola de calor que ha azotado al país esta semana- que se refugia todavía más de las altas temperaturas con tres grados menos de media: su zoológico. Sin embargo, ...
Hay un rincón de Barcelona -un oasis dentro de la ola de calor que ha azotado al país esta semana- que se refugia todavía más de las altas temperaturas con tres grados menos de media: su zoológico. Sin embargo, como cada verano, este recinto centenario refuerza su protocolo para mantener el confort de sus 2.031 ejemplares de 225 especies vertebradas.
Aún así, el sudor recorre la frente de Jordi Hernández, jefe de conservación, antes de comenzar la ruta por el zoo este viernes a las 10.00 con 30 grados. A los cinco chimpancés se les ve menos sofocados a primera hora. No se remojan en el estanco para bañarse ni en la cascada artificial de su recinto, pero cuando aparece su cuidador con fruta congelada comienzan a dar palmas con las manos para pedir su tentempié dulce, que cazan al vuelo con una precisión absoluta cuando se lo arrojan. De esas piezas de fruta pasamos a cubos de hielo para otros mamíferos que miden dos palmos: las mangostas. Su snack consiste en un granizado de gusanos, ya que suelen alimentarse de insectos, aunque también admiten huevos de aves y algunos vertebrados. Estos seres son nómadas habituales del Sáhara y del sur de África.
Del gran continente vienen Susi, Yoyo y Bully, las tres elefantas reunidas hace diez años en el zoo. Aún no les han puesto durante la mañana su “caramelo” consistente en una sandía congelada: cada una consume al mínimo unos 60 kilos diarios de hierba seca, indica una empleada. Las tres muestran una piel visiblemente más arrugada, no solo porque dos de ellas superen los 50 años, sino porque deambularon muchos años por el circo. Hernández señala que Bully, la más joven con cerca de 40 años, “ha tenido una vida como Keith Richards”. Respecto a Yoyo, no sabe la razón exacta por la que le falta su colmillo derecho. Apunta a diversos factores como la genética, pero también el tipo de vida que ha podido tener, explica mientras son regadas con mangueras. Otros animales más vulnerables al calor son rociados con aspersores, como el panda rojo, o con ventiladores en el caso de los felinos. Hernández también remarca que la esperanza de vida media de un elefante, entre los 60 años, también es un dato muy relativo que depende de su trayectoria vital. Pero celebra que este trío de paquidermos disfrutan de un geriátrico “gourmet” donde hacen ejercicios para mejorar sus articulaciones, entre otros cuidados diarios.
El veterinario señala que los animales residentes acaban refugiándose del calor como los humanos, “buscando sombra, hidradántose, etcétera”; menos en el hábito de revolcarse en el fango, practicado tanto por elefantes como por rinocerontes. Hernández es uno de los 150 empleados de un zoo que considera “su casa”. “Siempre está en mi corazón”, comenta. Allí empezó sus prácticas universitarias en los años noventa, con ganas de explorar el tratamiento de animales no domésticos.
Señala que ha experimentado una orientación “adecuada a la sociedad” centrada en la conservación de especies. “Tenemos técnicos de oficio que saben cuidar muy bien a los animales. No puedes montar de la nada una infraestructura así si encuentras especies en peligro”. Pone como ejemplo casos de éxito de especies reintroducidas desde su entidad como los tritones del Montseny o los buitres en Bulgaria.
Hernández prefiere no hacer declaraciones sobre la polémica ordenanza de 2019 del Ayuntamiento, impulsada por la plataforma animalista Zoo XXI, que solo permite reproducir animales en riesgo de extinción y para ser reintroducidos en la naturaleza. Estrictamente se aplicaría a unas once especies: el sapillo balear, el alcaudón chico, la tortuga mediterránea, el tritón del Montseny, la gacela dorca, la espátula, la garcilla común, el autillo, el galápago leproso y los buitres negro y leonado. Quedarían fuera otras como el elefante, el oso, el camello, el canguro o la cebra. De 2019 a 2021 se han desviado 170 individuos como los últimos delfines del zoo que fueron enviados a Grecia.
Entre otras medidas, se ha incrementado el número y la frecuencia de renovación de los abrevaderos para que el agua mantenga la frescura; el libre acceso a cobijos durante todo el día y aperitivos puntuales como estos helados enriquecidos con verdura y fruta. Aparte de priorizar la hidratación también se intensifica la limpieza de la agua de baño. Aún así, el Zoo presume en un comunicado de que ahorran 200 metros cúbicos de agua diarios gracias a un sistema de control que monitoriza en tiempo real, entre otras herramientas. Sin embargo no concreta el gasto diario de la infraestructura. El Consistorio dispone de una inversión de 65 millones de euros para garantizar la vida de las instalaciones hasta 2031.
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