Genesis vive en la guitarra de Steve Hackett: el único que mantiene la bandera del grupo llena el Coliseum de Barcelona
El músico entusiasmó al público con el recuerdo del ‘prog rock’ de la histórica banda
El prog rock nunca se fue del todo, siempre ha estado ahí aunque a veces no se haya notado. De repente, aprovechando cualquier oportunidad, reaparece en toda su magnitud y, por supuesto, con toda su sofisticación sinfónica. Y los recintos vuelven a llenarse como si el tiempo no hubiera pasado. Esta vez fue la celebración de los 50 años de la publicación del disco Foxtrot de Genesis y Steve Hackett, el único de sus miembros que sigue enarbolando la bandera de la mítica banda, decidió rec...
El prog rock nunca se fue del todo, siempre ha estado ahí aunque a veces no se haya notado. De repente, aprovechando cualquier oportunidad, reaparece en toda su magnitud y, por supuesto, con toda su sofisticación sinfónica. Y los recintos vuelven a llenarse como si el tiempo no hubiera pasado. Esta vez fue la celebración de los 50 años de la publicación del disco Foxtrot de Genesis y Steve Hackett, el único de sus miembros que sigue enarbolando la bandera de la mítica banda, decidió recordar la efeméride y reproducir la grabación con sumo detalle sobre un escenario.
Sí, el prog rock existe. Y en Barcelona el teatro Coliseum se llenó hasta la bandera, de público y de entusiasmo, para recibir a Steve Hackett y su Genesis Revisited: Foxtrot at fifty. Eso sí, no parece que la sucesión generacional esté asegurada: en el Coliseum daba la impresión de que todo el mundo había comprado el disco cuando apareció hace medio siglo. Un público formado por una mayoría apabullante de hombres (¿será cierto aquello que se decía de que a las chicas no les gusta el rock progresivo?) y muchas camisetas antiguas de Genesis para dejar claro que su amor venía de mucho antes. Público ya granadito pero que respondió con un entusiasmo casi juvenil a las propuestas y estallidos del guitarrista londinense.
Un escenario bastante discreto, en el que lo que más resaltaba era el constante y nervioso juego de luces y colores cambiantes, y una sonorización magnífica albergaron más de dos horas de una música atemporal, cambiante, rica en matices y sensaciones, capaz todavía de levantar a los espectadores de sus asientos.
Se trataba de Genesis pero Steve Hackett comenzó la velada recordándose a sí mismo. Enarbolando su Les Paul dorada viajó hasta sus primeras composiciones en solitario que, en realidad, mucho le debían a Genesis. Inició y acabó este primer set revisando el principio y el final de su aclamado Voyage Of The Acolyte de 1975, una maravilla te guste o no el prog rock.
Tras una pausa probablemente necesaria, al guitarrista se le veía feliz pero cansado, los primeros acordes de Watcher of the Skies ya despertaron el entusiasmo del personal, definitivamente estaban allí para oir a Genesis. Un entusiasmo que no decayó durante toda la revisión de Foxtrot, incluso cuando ya casi al final Hackett cambió su Les Paul por una guitarra acústica para rememorar en solitario a Bach interpretando Horizons, un tema que rompe un tanto la linealidad del plástico original pero nos deja respirar antes del épico final de los 26 minutos (algo más que en el disco) de Supper’s Ready. Un final apoteósico con desparrame de sintetizadores y el público reaccionó como la ocasión se merecía: todo el teatro en pie los brazos en alto aclamando y pidiendo más. Hackett y sus músicos regresaron para una tanda de bises que volvió a centrarse en el recuerdo a Genesis.
Durante toda la velada Hackett mostró sus inmensas capacidades para extraer de la guitarra todo tipo de sonoridades, desde las más clásicas hasta las que podrían parecer casi espaciales entremezcladas entre sonidos de sintetizador o de órgano catedralicio. Su trabajo estuvo perfectamente sustentado por una banda muy efectiva en la que destacó el saxofonista y flautista descaradamente jazzista Robert Townsend. En las partes vocales no se notó la ausencia de Peter Gabriel ya que Hackett recurrió a un perro viejo, Nad Sylvan, que supo ponerle a cada frase, entre excesos de humo y luminotecnia, todo el énfasis necesario y, aunque no se disfrazó, sí que se cambió de chaqueta varias veces como un guiño escénico más a una época que no está tan anticuada como podría parecer.
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