Sónar: 15 nombres para celebrar su trigésima edición
El festival arranca este jueves ampliando la jornada diurna y centrando el Sonar+D en la IA
Este año cumple treinta primaveras, pero no es un festival ensimismado. Hace 30 años el festival que entonces se llamó de músicas avanzadas estableció unos códigos de funcionamiento que contra viento y marea ha mantenido hasta ahora. La fusión entre ocio y reflexión, fiesta y debates, día y noche, la mezcla entre sonidos comerciales y otros que si no son experimentales se les parecen, una política de contratación que imp...
Este año cumple treinta primaveras, pero no es un festival ensimismado. Hace 30 años el festival que entonces se llamó de músicas avanzadas estableció unos códigos de funcionamiento que contra viento y marea ha mantenido hasta ahora. La fusión entre ocio y reflexión, fiesta y debates, día y noche, la mezcla entre sonidos comerciales y otros que si no son experimentales se les parecen, una política de contratación que impide tirar la casa por la ventana, o al menos lo desaconseja, y un cierto espíritu auto referencial que con toda lógica conduce al certamen a celebrar que quienes un día ocuparon horarios de poca monta hoy sean estrellas, conforman un festival que se vende por su nombre y que aspira a mantener un tamaño sin desmesuras. Es el Sónar.
Pero no es un festival ensimismado, pues su cantera es el mundo exterior, ese que ausculta buscando tanto figuras consagradas, las necesarias para vender entradas, junto con otras que quizás lo lleguen a ser, y así asentar la verdadera personalidad de un festival que nunca ha dejado al margen el riesgo. La cuestión es que en tres décadas ha clarificado qué es exactamente eso de la música electrónica, ha dado carta de naturaleza al disc-jockey como artista, dejando al margen ese señor al que en una discoteca se le pide que ponga determinada canción, y desde la aparición del Sónar+D ha creado un ágora sobre los desafíos tecnológicos que plantea el presente, desde el impacto ecológico hasta la IA, que ya protagonizó un Sónar otoñal en tiempos de pospandemia y que vuelve a protagonizar esta área del festival en la que se entrecruzan música, tecnología y ciencia. Todo esto más nuestra vida cotidiana, el espectáculo contemporáneo, la fiesta y el seso forman parte de ese poliedro denominado Sónar, un festival tan poco ensimismado que sólo celebra una efeméride redonda continuando su actividad y ofreciendo en su imagen anual una mezcla de todas las que le han dado carta de naturaleza visual a lo largo de su historia.
Con el village cubierto por una carpa y los horarios diurnos expandidos (aunque comienzan más tarde —15:00h— se prolongan hasta media noche) para solaparse con los nocturnos, que concluyen ya de día, el festival consolida sus dos caras distintivas. Y como homenaje de la ciudad de Barcelona al certamen, este año el Sónar será el programador del piromusical, con el que se cerrarán en septiembre las fiestas de la Mercè. De momento, para su trigésima edición, estos son alguno de sus nombres en mayúscula en un festival en el que abunda interesante letra minúscula.
ONEOHTRIX POINT NEVER. En tiempos de reciclaje y reaprovechamiento, este músico y productor norteamericano llamado Daniel Lopatin, es capaz de re-deconstruir piezas de aire pop o de r&b para reconvertirlas en sonidos que tienen un cierto carácter experimental, anguloso. Presentará nuevo espectáculo, Rebuilds, en el que su propia obra es materia de revisión. Jueves día.
BLACK COFFEE. Desde Sudáfrica, uno de los productores con más renombre en la actualidad. Adscrito al deep house, Black Coffee, alias de Nkosinathi Maphumulo, ganó un Grammy el año pasado por un disco, Subsconscienly, donde hay también amapiano, uno de los pausados ritmos de moda llegados de África. La elegancia y la melodía son claves en Black Coffee. Jueves día.
MAX COOPER. En un festival de fronteras permeables no sorprende la presencia de este doctorado en biología computacional y productor que suele optar por sonidos minimalistas. Presenta un espectáculo audiovisual que, dicen, promete envolver al público con sus recursos. Se fundamenta en Unspoken Words, su último trabajo, con apenas un año de vida. Viernes día.
APHEX TWIN. Un marciano es menos extraño que este artista electrónico, reconocido como uno de los más destacados de la IDM (música de baile inteligente). Siempre anguloso, esquivo, arriesgado, poco amigo de las concesiones, hace 4 años que no pisa un escenario. Qué ofrecerá en el Sónar es uno de los grandes interrogantes del festival. Lo único seguro es que se comentará con la pasión con la que se le espera. Viernes noche.
FEVER RAY. Otra artista casi inasible, de difícil catalogación, con un sonido esquivo que no atiende a amabilidades. La sueca Karin Dreijer formó con su hermano Olof el dúo electrónico The Knife, y ahora camina en solitario. Hace una especie de pop sintético que completa su concepto con unos directos estéticamente sorprendentes con aires teatrales. Su último disco, Radical Romantics, tiene traza de estar en las listas de lo mejor de este año. Viernes noche.
RYOJI IKEDA/DAYTO MANABE. El ruido y las disfunciones sonoras, loe errores digitales, siempre han formado parte de la aproximación del Sónar al hecho musical, y este artista japonés es uno de los grandes en este ámbito. A ello suma su esencia de artista visual capaz de generar entornos donde su música encuentra el hábitat idóneo. Espectacularidad en minúsculas. Como la que a su manera también propondrá su compatriota Dayto Manabe, presente tres veces en el festival y que presentará en una de esas presencias su espectáculo antidisciplinar. Las otras dos consisten en poner visuales al show de Nosaj Think y una charla en Sonar+D sobre IA. Ikeda Viernes día/ Manabe Viernes día.
BICEP. Este dúo norirlandés es de los que propone baile sin ambages. Pueden hacer tanto house, como techno, como disco, como UK Garage o todo a la vez en una actuación para recordar lo evidente: la gran discoteca que también es el festival, uno de los clubs efímeros más grandes del mundo. Viernes noche.
SHYGIRL. Blane Muise se hace llamar Shygirl, y es una voz delicada entre arreglos no menos delicados y elaborados. Es genéricamente una artista pop, pero no le hace ascos a los recitados y al ritmo de baile, sin desenfreno. Eso sí, siempre con un punto vulnerable y casi satinado. Sofisticación presente en su magnífico disco Nymph, del año pasado. Viernes noche.
PEGGY GOU. Esta disc-jockey, diseñadora de moda y productora surcoreana es capaz de remezclar el Can’t Get You Out My Head de Kylie Minogue y ofrecer sets concluyentes de música de baile aderezados con techno, funk, disco o electro, entre otras hierbas. Otra de las encargadas de realzar el hedonismo sin complejos, el disfrute simplemente porque toca. Y quizás hoy más que nunca. Viernes noche.
ÁNGEL MOLINA. Una de las claves del festival es que haya cedido a Ángel Molina, un disc-jockey intachable, el cierre de uno de sus escenarios. Es simultáneamente un reconocimiento a su figura, presente en el festival desde sus inicios, y a la capacidad del propio festival para crear una escena con nombres propios. Molina, sutil disc-jockey genéricamente techno, es una institución, la clase de institución con la que Sónar celebra 30 años. Casi en minúscula, aunque en mayúsculas conceptuales. Sábado noche.
ERIC PRYDZ. Es una de las apuestas audiovisuales del festival. Su música, de perfiles redondeados y agradables, se fundamenta en el house progresivo, pero para escenificarlo tirará de hologramas que escapan de la pantalla para abrazar al público. El espectáculo, Holo, promete tecnología visualmente llamativa. Sí, desde hace tiempo la música también entra por los ojos. Sábado noche.
BAD GYAL. En el Sónar tuvo una de sus primeras puestas de largo y al Sónar vuelve como gran reina, internacional, de las músicas urbanas. Espejo de su generación, en su música, donde no faltan dancehall y dembow, se reivindica el poder femenino y el derecho a ser como se desee ser. El baile como identidad. Artista que encabeza una amplia lista de nombres locales como Samantha Hudson, La Zowi, Carlos Biarnes & Alba G Corral, Marina Herlop, Merca Bae (productor de Bad Gyal entre otras), Sesert o Albany entre otros. Sábado noche.
LITTLE SIMZ. Entre las nuevas estrellas del rap en Inglaterra, esta artista combina dos elementos que asientan su carrera: es de origen nigeriano y es mujer. Su verbo, cálido y afilado, explota en canciones irresistibles donde la diferencia es un triunfo, no un castigo. Y No Thank You, su último trabajo, es impepinable. Sábado noche.
RICHIE HAWTIN. Uno de los emblemas del Sónar, artista que ha estado presente en el festival en múltiples ocasiones, 23 de 30, exprimiendo sus diversas aproximaciones al techno. Clase, distinción, eficiencia, precisión y baile impenitente, esta vez para ver amanecer, uno de los clásicos del festival. Sábado noche.
AMELIE LENS. Belga y una de las representantes del creciente poder femenino en la electrónica. Amelie es disc-jockey y productora y su techno es aceleradísimo, muy ácido y de raíces raveras, pura velocidad y ritmo con los bajos como motor. Sábado noche.
SÓNAR. Abono 220 euros. Entradas jornada diurna. Entre 45 y 65 euros. Sonar nocturno 2 jornadas: 140 euros.
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