ERC frente al 3% en Barcelona

Uno de los principales ejes vertebradores de su ascenso electoral de la última década ha sido la lucha implacable contra la corrupción, y más en concreto contra la de Convergència

Los candidatos de ERC y Junts per Catalunya, Ernest Maragall y Xavier Trias, en el debate preelectoral organizado por la SER y EL PAÍS en mayo en Barcelona.Albert Garcia

Esquerra Republicana ha vuelto al centro del tablero de juego en Barcelona pero no por los motivos que habrían querido sus dirigentes. El batacazo que se pegó Ernest Maragall el pasado domingo, al pasar de primera a cuarta fuerza y con la pérdida de la mitad de los diez concejales logrados en 2019, no le permite plantearse negociar la alcaldía. Pero, cosas de la aritmética parlamentaria, el resultado deja a ERC con el papel de árbitro ...

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Esquerra Republicana ha vuelto al centro del tablero de juego en Barcelona pero no por los motivos que habrían querido sus dirigentes. El batacazo que se pegó Ernest Maragall el pasado domingo, al pasar de primera a cuarta fuerza y con la pérdida de la mitad de los diez concejales logrados en 2019, no le permite plantearse negociar la alcaldía. Pero, cosas de la aritmética parlamentaria, el resultado deja a ERC con el papel de árbitro sobre si el ganador de las elecciones, Xavier Trias, debe tener vía libre para gobernar o si es posible armar una coalición de izquierdas con socialistas, comunes y republicanos. Sobre un total de 41 concejales, la opción Trias (Junts) suma 11 concejales y la de la coalición progresista, 24.

Son muchas las presiones que está recibiendo ERC para que exhiba su reivindicada condición de partido de izquierdas y se sume a un frente progresista. Pero el alma independentista de la formación, y sobre todo la incapacidad de hacer una valoración reposada de los malos resultados del domingo la empujan a dejar gobernar a Trias. Ciertamente, ERC hace tiempo que no centra su discurso en su condición de partido de izquierdas, algo que quedó patente con su rechazo a la reforma laboral. Y tampoco parece que sus votantes la hayan castigado por ello. Sin embargo, si permite que Trias sea alcalde sin más, mucha gente podrá reprochar a los republicanos que hayan traicionado uno de los principales ejes vertebradores de su ascenso electoral de la última década: la lucha implacable contra la corrupción, y más concretamente contra la corrupción de Convergència Democràtica, hoy hábilmente transmutada en Junts per Catalunya.

Cuando a Convergència le estalló el caso del 3%, el del saqueo del Palau de la Música y todas las operaciones de financiación irregular, ERC abanderó con éxito el discurso de la política de “manos limpias”. Pero menos de una década después, los republicanos se disponen a dar barra libre a Trias, el mismo que siendo ya alcalde de Barcelona entre 2011 y 2015, tuvo como mano derecha y como concejal de Urbanismo a Antoni Vives, a quien la Fiscalía le pide seis años de prisión por los presuntos delitos de organización criminal, fraude a la administración pública y tráfico de influencias, además de inhabilitación por prevaricación vinculados a la supuesta financiación ilegal de Convergència. No es una mera acusación de la fiscalía de un juicio que todavía está pendiente. El hombre de confianza de Trias, a quien el candidato a alcalde sigue defendiendo sin tapujos, ya tiene en su haber una condena de dos años de cárcel e inhabilitación por la contratación irregular de un exalcalde de Unió en la agencia pública Barcelona Regional.

Esquerra tiene hechos para juzgar la situación y se juega mucho en la decisión que parece ya haber tomado. Y no tanto sobre si debe o no hacer alcalde a un Jaume Collboni (PSC) que ha hecho una campaña muy alejada de los mensajes más izquierdistas de su partido. Lo que se juega realmente ERC es si deja de ser el muro contra la corrupción en Cataluña.

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