El fiasco de las bicis de alquiler por minutos en Barcelona
Dos años después del reparto de 4.000 licencias entre diez operadores por parte del Ayuntamiento, solo quedan cuatro y apenas tienen 2.000 vehículos
El concurso de licencias para 4.000 bicicletas de sharing (el alquiler por minutos) convocado por el Ayuntamiento de Barcelona en 2020, después de estar los dos años anteriores dándole vueltas, ha resultado un fiasco. De las diez empresas adjudicatarias, seis se han retirado y solo cuatro tienen bicis en la calle. Son las marcas comerciales Donkey, Bolt, Cooltra y Ridemovi. En total no llegan a...
El concurso de licencias para 4.000 bicicletas de sharing (el alquiler por minutos) convocado por el Ayuntamiento de Barcelona en 2020, después de estar los dos años anteriores dándole vueltas, ha resultado un fiasco. De las diez empresas adjudicatarias, seis se han retirado y solo cuatro tienen bicis en la calle. Son las marcas comerciales Donkey, Bolt, Cooltra y Ridemovi. En total no llegan a 2.000 los vehículos que operan. Alguna tiene menos cantidad de bicicletas que licencias. Otras desearían optar a las licencias vacantes. Pero el consistorio no las saca a concurso. Y mientras, en temporada turística aumenta el incivismo, con bicis mal aparcadas, en el suelo o sin atar en las barras para estacionar bicicletas, lo que provoca multas y la retirada de vehículos por parte del propio consistorio. Barcelona no ha asistido nunca al drama de otras ciudades, con bicicletas tiradas en cualquier lado, pero a menudo están donde no toca y sin atar.
El sector considera que el gobierno de Ada Colau no les ve como aliados en una ciudad, dicen, donde el uso de la bici va a más y hay pastel para todo el mundo: bicicleta pública (el Bicing) y operadores privados. Recuerdan también que el área de movilidad ha tenido tres concejales distintas desde que comenzó a planearse crear licencias hasta la actualidad, lo que ha dificultado la interlocución.
Sobre el no reparto de licencias sobrantes, el Ayuntamiento responde por escrito que quiere “evaluar como ha funcionado el sistema de bicisharing en la ciudad durante este tiempo”. Y sobre la cifra real de bicicletas que los operadores tienen en la calle, el consistorio no la facilita, pese a asegurar que “los operadores facilitan los datos de los vehículos desde el primer día, minuto a minuto, 24 horas al día, 365 días al año”. Sobre las sanciones, apuntan que las multas a bicicletas de la Guardia Urbana no distinguen particulares de sharing. Sí facilitan cuántas han retirado: 467 en lo que va de año, 366 por estar mal aparcadas. La multa es de 200 euros más el coste de la grúa.
Ridemovi, empresa italiana, es el operador que más bicicletas tiene (740, blancas con las ruedas de color naranja, que hacen una media de entre dos y tres trayectos al día). Sobre el perfil de usuario, su director general, Gerard Gomà, apunta que en invierno y días laborables es público local que la compañía busca en las zonas donde hay saturación del Bicing, mientras en fin de semana y verano ganan peso los turistas. Los usuarios habituales son 4.500-5.000. El responsable de Ridemovi celebra que en “en Barcelona hay mercado, es una ciudad muy ciclable, con cultura ciclista y buen clima” y lamenta que pese a las veces que lo han reclamado al Ayuntamiento, “no hay voluntad de repartir las licencias sobrantes”.
“Hay una necesidad de movilidad sostenible, un servicio público que funciona superbien, el Bicing, que cuesta 14 millones al año; y por otro lado compañías privadas dispuestas a complementar el servicio pagando una licencia anual de 71 euros por bicicleta. En una ciudad que invierte mucho para promover infraestructura ciclista no se entiende que no apueste más por el sharing, está desaprovechado”, argumenta.
En el caso de Ridemovi, es habitual ver bicicletas mal aparcadas: junto a barras para bicicletas sin atar o bien cerca pero fuera de estos aparcamientos. Este lunes había dos en la acera, en pleno paseo de Gràcia. En este sentido, Gomà replica que la empresa penaliza a los clientes que no estacionan bien y señala que los clientes extranjeros no están acostumbrados a atar las bicis de sharing, porque otras ciudades europeas no obligan a hacerlo. En el entorno de la Sagrada Familia, las bicis de Ridemovi a menudo copan los aparcamientos, pese a no estar atadas. “Muchas veces no hay espacio para que aparquemos los vecinos, y aunque no están atadas, cuesta mucho moverlas, porque llevan un sistema de bloqueo”, lamenta Alba Solà, vecina de la calle de Sicília.
Desde Cooltra (bicicletas azules), que hasta en dos ocasiones ha retirado su flota y la ha vuelto a introducir “por razones de seguridad por causas de vandalismo” también solicitan más licencias y “celeridad en readjudicar las vacantes”. Y argumentan: “La flota total disponible actualmente de bikesharing supone más de un 40% de bicis menos de las estipuladas en la regulación”.
Por parte de Donkey (amarillas), uno de sus responsables, Allard Kalverkamp, también reclama más licencias en un negocio ya maduro que ha acabado “atrayendo a público local por las subscripciones”. La empresa danesa ha dejado atrás la época en que fue objeto de acciones de protesta y vandalismo por su orientación al turismo y por ocupar espacio público, cuando llegó en 2016. La compañía Bolt (vehículos color turquesa) se ha limitado a responder que, de 500 licencias, actualmente solo tiene “unas 100″ bicicletas operativas.
Roger Puigví, experto del sector de las bicis, motos y patinetes compartidos con experiencia en varias compañías, lamenta que en Barcelona “la ciudad no ha contado con los operadores como aliados para la movilidad”. “Barcelona pierde, porque el sharing es complementario y hubo mucho trabajo para sacar el concurso de las licencias, incluso se redactó un código de buenas prácticas”, señala. Y, al tiempo que admite la existencia de incivismo por parte de algunos usuarios, entiende que tampoco hay interés en el Ayuntamiento por sentarse con los operadores.
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