Las formas y el fondo: lecciones alemanas
La coalición que venía gobernando el país se ha desecho sin ningún reproche. La canciller Angela Merkel ha entregado el poder al que era su vicepresidente con toda naturalidad
Las formas tienen siempre valor indiciario. Hemos asistido al traspaso de poder en la República Federal de Alemania. Un espectáculo tan pulcro y discreto que chocaba por su excepcionalidad en estos ruidosos tiempos digitales que vivimos, en que parece que para existir hay que gesticular más que nadie. Una buena noticia: ...
Las formas tienen siempre valor indiciario. Hemos asistido al traspaso de poder en la República Federal de Alemania. Un espectáculo tan pulcro y discreto que chocaba por su excepcionalidad en estos ruidosos tiempos digitales que vivimos, en que parece que para existir hay que gesticular más que nadie. Una buena noticia: todavía quedan huecos por los que puede colarse la contención formal. La seriedad nada impostada de Angela Merkel, siempre con un punto de melancolía que sólo ella sabe a dónde remite, acompañando el rostro de esfinge de Olaf Scholz que sólo se altera con un leve rictus que le humaniza. La coalición que venía gobernando se deshacía sin ningún reproche. La canciller entregaba el poder al que era su vicepresidente con toda naturalidad, después de que este hubiese adelantado a los herederos de Merkel en las urnas.
Se producía así un cambio de socios que no parecía evidente en el momento de las elecciones: la democracia cristiana pasaba a la oposición para elaborar el duelo por la pérdida de quién había liderado el país y había sostenido con mano firme a Europa durante 16 años y emprender el camino de regreso al poder. Por su parte, la socialdemocracia estrenaba una insólita coalición con sus socios naturales, los verdes, y con los liberales, capaces de hacer concesiones a la izquierda desde su ortodoxia económica neoliberal, algo que cuesta entender en España dónde la tradición liberal es escasa y se confunde con la funesta amalgama entre el sálvese quien puede en economía y el autoritarismo de patria y odio, que nada tienen que ver con el liberalismo clásico.
Una perversión que se da en la política española en algunos sectores del PP y en Ciudadanos (que se ha ido evaporando como partido cuando se ha visto que más allá del griterío antisoberanista catalán tenía poco que proponer) pero también en sectores de la derecha independentista más radicalizada que habita en este magma llamado Junts.
En cualquier caso, en el contexto de la Europa actual, dónde la extrema derecha crece camino del autoritarismo postdemocrático y los partidos conservadores tradicionales están a la baja, la experiencia alemana es un tema a seguir. Fuera del poder, ¿la CDU mantendrá el bloqueo a la extrema derecha? ¿Qué se puede esperar de la nueva coalición de gobierno?
Mientras en España, el PP viene flirteando sin escrúpulo con Vox, con el que cuenta para sumar mayorías, la CDU, durante el mandato de Merkel, nunca hizo el menor guiño ni tuvo la menor complicidad con la Afd, la extrema derecha alemana. “Ni cooperaremos, ni negociaremos, ni pactaremos” con ellos, repitió Angela Merkel en los meses anteriores a las elecciones. Más todavía: “Haremos todo lo posible para que no vuelvan a estar en el Parlamento”. Y no sólo eso, en 2020, cuando el liberal Thomas Kemmerich fue elegido en Turingia con el voto de la CDU y de la extrema derecha, Angela Merkel forzó su dimisión. Veremos que hacen sus sucesores, porque las derechas europeas prescinden fácilmente de sus principios a la hora de sumar apoyos. En cualquier caso, con Angela Merkel estaba claro que con la extrema derecha no se pactaba. Y por si había alguna duda, cuando necesitó apoyos los buscó y los encontró en los socialdemócratas.
Sin duda no serán fáciles los equilibrios en un nuevo Gobierno tricolor, que ha dado una primera muestra de seriedad al cerrar un acuerdo mucho antes de lo que se preveía. Sin Merkel, su herencia queda al desnudo. Y puede que emerja su parte oscura: la obsesión por el crecimiento, no se ha correspondido con unas políticas de bienestar y de renovación equivalentes. Al nuevo Gobierno se le exigirá más. A la vez que, desde diversos sectores de poder, se hurgará en las diferencias de la coalición.
Sin el mito Merkel, Macron ya está a la búsqueda de alianzas con las que contrarestar el poder alemán. Y la autoridad alemana sobre la Unión no será tan fácil de imponer. Olaf Scholz tendrá que contar con sus correligionarios europeos y abrir el juego. Para la socialdemocracia continental es la oportunidad de un relanzamiento si es capaz de concertar políticas que erosionen a las derechas radicalizadas. ¿Cuál será la respuesta de las derechas conservadoras? ¿Seguirán la deriva hacia la extrema derecha a la que Angela Merkel se opuso siempre o tratarán de reconquistar el terreno perdido apoyándose en ella como hace el PP? Sería difícil de entender que en Europa se siga blanqueando a la extrema derecha, sin querer ver el peligro que encierra. La cita electoral francesa del año próximo nos dará nuevas pistas.