La mitad de las adolescentes catalanas tienen el deseo de adelgazar

Un estudio de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia revela que cuatro de cada diez chicas han hecho dieta sin control profesional

La pandemia ha traído consigo una mayor insatisfacción corporal entre los jóvenes catalanes y un incremento de trastornos de conducta alimentaria (TCA). La Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia ha constatado esa tendencia a través de una encuesta realizada durante el curso escolar 20-21 a más de 5.000 alumnos de la ESO de ...

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La pandemia ha traído consigo una mayor insatisfacción corporal entre los jóvenes catalanes y un incremento de trastornos de conducta alimentaria (TCA). La Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia ha constatado esa tendencia a través de una encuesta realizada durante el curso escolar 20-21 a más de 5.000 alumnos de la ESO de centros educativos públicos, concertados y privados de toda Cataluña. Las respuestas a la pregunta ‘¿Cómo te sientes con tu cuerpo?’ has desvelado que la mitad de las adolescentes catalanas sienten el deseo de adelgazar. Según la directora de la asociación, Sara Bujalance, “las chicas son las más afectadas por este culto al cuerpo, a la delgadez y son las más contaminadas por este modelo de belleza delgado”. De hecho, un 41% de ellas ha realizado alguna dieta sin supervisión profesional. Este es un comportamiento aceptado socialmente, pero “bajar de peso sin control médico es la conducta de riesgo más alarmante”, tal como destaca Bujalance.

Antes del estallido de la Covid-19, la asociación cerró el 2019 habiendo atendido a 2.000 personas. En 2020 fueron 5.000. Y Bujalance prevé que este año se acabe también con 5.000 atenciones. La pandemia ha aumentado los factores de riesgo y ha supuesto que chicos y chicas hagan un mayor uso de las redes sociales. “La presión social relacionada con los cuerpos está muy presente en las redes. En ellas se dan mensajes irreales y distorsionados que han favorecido el incremento de la insatisfacción corporal y del desarrollo de diagnósticos mentales graves”, explica Bujalance. Antes de la pandemia, un 4,7% de jóvenes aseguraban estar sufriendo un TCA, pero este año la cifra ha alcanzado el 8,7%.

Entre los factores de riesgo a la hora de desarrollar una anorexia o bulimia nerviosas está el acoso o las mofas por parte de su grupo de iguales o familiares. La encuesta ha demostrado que un 42% asegura haber sufrido las burlas de sus compañeros y concretamente un 86% han sido por su físico. Suelen ser los amigos y amigas los primeros en detectar un posible caso de TCA. Los datos pre-covid señalan que un 29% tenía sospechas de que un compañero suyo podía estar sufriendo un problema con la alimentación. Ahora ha crecido hasta un 32%. “Detectar es útil para intervenir a tiempo. Desde la asociación estamos formando a orientadores de los centros escolares para que estos puedan hallar las señales y trasladarlo a las familias para que los adolescentes reciban la atención que requieren”, expresa Bujalance.

“Sobre la mesa tenemos una necesidad que no está siendo atendida. Los centros de atención primaria deben ofrecer un servicio mejor y más rápido”, apunta Bujalance. En numerosas ocasiones, las personas con un posible trastorno llegan a su CAP de confianza y se les resta importancia o se les tarda en derivar a salud mental. Según Bujalance, “existen casos en que llegan a esperar uno, dos o incluso tres meses para una primera visita”. En muchos casos, las familias deciden acudir directamente a la sanidad privada porque la pública no dispone de los recursos necesarios para tratar y acompañar a estas personas. Sin embargo, la asociación anima a que siempre se avise a los centros de atención primaria porque sino “este problema no existe a ojos del sistema sanitario público”.

Desde esta entidad aseguran que faltan personas y falta formación para poder atender a las personas con TCA. Se necesitan equipos especializados en estos trastornos y multidisciplinares, que cuenten con psicólogos, psiquiatras, nutricionistas y otros expertos. “Ir a un psicólogo privado que no esté especializado no acostumbra a funcionar y puede ser contraproducente”, expresa Bujalance. Para detectar un posible TCA, la asociación recomienda que las familias se fijen en si su hijo o hija está experimentando cambios en la alimentación o en la actividad física con el objetivo de bajar de peso. Pero, sobre todo, deben poner atención si notan que ha habido un cambio en su estado de ánimo y que cada vez más aislado socialmente.

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