HOMENAJE AL BAR / 14

Can Jordi, el bar que devolvió la vida a Espinavell

Este lugar es restaurante, tienda y punto de encuentro para vecinos, montañeros y visitantes

La terraza de Can Jordi, en Espinavell (Ripollès).

Es un pueblo tan pequeño que no tiene ni tiendas, ni bar. Típica frase a la que se recurre para ilustrar la realidad de pequeñas poblaciones. Pues Espinavell, en el Pirineo, tiene solo 30 vecinos. Y desde 2004, vuelve a tener bar. Y tienda. Y restaurante. Que también es el comedor del refugio de montaña. Can Jordi. Bar, restaurante. Vinos y ultramarinos, anuncia su rótulo. Un todo-en-uno que ha devuelto la vida a la población.

Eva Martínez-Picó recuerda el día que abrieron tras casi una década cerrado. A la primera vecina que entró le brillaban los ojos. Mayor para salir del pueb...

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Es un pueblo tan pequeño que no tiene ni tiendas, ni bar. Típica frase a la que se recurre para ilustrar la realidad de pequeñas poblaciones. Pues Espinavell, en el Pirineo, tiene solo 30 vecinos. Y desde 2004, vuelve a tener bar. Y tienda. Y restaurante. Que también es el comedor del refugio de montaña. Can Jordi. Bar, restaurante. Vinos y ultramarinos, anuncia su rótulo. Un todo-en-uno que ha devuelto la vida a la población.

Eva Martínez-Picó recuerda el día que abrieron tras casi una década cerrado. A la primera vecina que entró le brillaban los ojos. Mayor para salir del pueblo, llevaba muchos años sin poder ir a comprar. Eva (periodista) y su compañero, Pau Bas (artista), llegaron aquí tras dos años buscando un lugar para marcharse de Barcelona y emprender un proyecto personal. Muy vinculados al barrio Gótico, habían decidido “huir de la Barcelona postolímpica donde la presión turística se había hecho insoportable”. “El lugar apareció”, evoca sobre Espinavell, a 1.300 metros de altitud, bajo el imponente pico del Costabona.

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Can Jordi es restaurante (cinco mesas), es bar (en la terraza te quedarías horas y horas) y es tienda (con lo básico, desde detergente hasta leche, pasando por macarrones y verdura). Durante el año abre los viernes, sábados y domingos. En verano, también los miércoles y jueves.

El local tiene muchas caras a lo largo del día. Jornadas que empiezan muy pronto con los desayunos de los montañeros que se alojan en el refugio (que Eva abrió años después en el edificio de la antigua escuela) y entrada la tarde con las cenas también del refugio. En medio, turistas que toman algo; grupos de ciclistas que se sientan a comer para reponerse; vecinas que hacen la compra; veraneantes de la comarca que suben a tomar el aperitivo en la terraza; comidas a mediodía; niños que quieren un helado… Durante los meses más duros de la pandemia, Eva fue la única persona del pueblo que salió a comprar: listas de supermercado, de material didáctico, cargadores de móvil, pescado, carne…

“No solo abrimos un bar”, es consciente Eva. Pau murió de una enfermedad degenerativa en verano de 2006. Pese a la sacudida, ella no se planteó volver a la ciudad. Siguió al frente de Can Jordi, tras el mostrador y cocinando (espectacular) atenta a las peculiaridades y productos de la cocina de montaña: las patatas, el potro, el saber femenino vinculado a las hierbas. Durante los años de la crisis económica, mantuvo una doble vida laboral, como técnica de desarrollo local.

Con una bestial capacidad de trabajo, abrió el refugio y para dinamizarlo creó la marca Domini d’Isards, una estación de trailrunning y senderismo desde la que organiza rutas, marchas, o monográficos de fin de semana para corredores (y uno específico para corredoras que tiene mucho éxito). Implicada en la gestión del uso público de los espacios naturales, colaboró también en el impulso del Parc Natural de les Capçaleres del Ter i del Freser, el más joven de todos los que tiene Catalunya.

“Abrir Can Jordi hizo que Espinavell volviera a ser un pueblo, no solo un lugar donde ir a dormir”, celebra Eva sobre un enclave que hace siglos llegó a tener 400 habitantes. El negocio también ha supuesto “crear empleo para gente joven y del pueblo en un lugar donde no se generaba”. En verano son tres: Eugènia, Marc y Mar.

Administrativamente, la población depende del Ayuntamiento de Molló y es conocida por la Tria de Mulats, en octubre, cuando los caballos bajan de los pastos de verano y se celebra un mercado en el que se compra el ganado. El consistorio sabe que Espinavell es el último reducto de autenticidad y lo cuida. También los vecinos están atentos y son sensibles a la evolución del pueblo. La oferta turística es proporcional y caben los coches que caben, de forma que la afluencia se regula de forma natural.

El vínculo de Eva con el territorio se ha estrechado con su pareja actual, Àngel Freixa, ganadero. “Me ha ayudado a entenderlo todo todavía más, y a dejar de tener la mirada romántica para tener la rural, más dura. El sector primario es el único que no ha pasado la revolución industrial en relación a los derechos de los trabajadores, horarios, fiestas…”, alerta. La guinda (por ahora, porque Eva siempre barrunta nuevos proyectos) ha sido convertir el taller de carpintería de Pau en una pequeña casa rural.

Muchos bares en uno

Año de fundación y dueños del bar. Reabrió en 2004. Eva Martínez-Picó.

Un plato o una bebida recomendada: Cualquier plato de carne de potro y refresco de saúco: de sabor sorprendente e ideal al bajar de la montaña.

La mejor hora para ir: Depende de para qué vayas, Can Jordi son muchos bares en uno.

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