Firmando libros a mi vecina del cuarto

La librería Paloma del Clot es una de las 200 situadas en los barrios de Barcelona que han ayudado al éxito de Sant Jordi

Uno de los ejemplares firmados en la mañana de este viernes del libro 'El niño secreto de los Dalí'.Carles Ribas

Hasta este viernes nadie me conocía en el barrio del Clot de Barcelona, donde vivo prácticamente toda mi vida. Bueno sí, en mi barrio soy el dueño de Leo y Bruno, los perros que llevo paseando, tres veces al día, casi ocho años; unos animales que, sin duda, me dan personalidad, porque cuando los paseo todo el mundo habla conmigo: “¡Qué grandes están!”, “¡Qué gordos los tienes!”, “¡Qué buenos son!”. Sin ellos, nadie me mira.

Pero desde este Sant Jordi, uno de los mejores días del año, la cosa ha cambiado, p...

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Hasta este viernes nadie me conocía en el barrio del Clot de Barcelona, donde vivo prácticamente toda mi vida. Bueno sí, en mi barrio soy el dueño de Leo y Bruno, los perros que llevo paseando, tres veces al día, casi ocho años; unos animales que, sin duda, me dan personalidad, porque cuando los paseo todo el mundo habla conmigo: “¡Qué grandes están!”, “¡Qué gordos los tienes!”, “¡Qué buenos son!”. Sin ellos, nadie me mira.

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Pero desde este Sant Jordi, uno de los mejores días del año, la cosa ha cambiado, porque algunos de mis vecinos han descubierto que el paseador de perros es, además, autor de un libro: El niño secreto de los Dalí (Roca Editorial). Lo descubrieron durante cerca de una hora en la parada que instaló la librería Paloma en la plaza del mercado del Clot, una de esas islas de milagrosa tranquilidad en mitad de la gran Barcelona. La librería Paloma abrió en esta plaza hace más de cien años, desde que la primera generación formada por Joaquim Paloma y su mujer Margarita pusieron en marcha su negocio de venta de juguetes y papelería en 1883. ¡Esto es historia! La tercera y cuarta generación de los Paloma, formada por Jaume, su hijo Joan y su sobrina Mireia, junto con Laura, mantiene este negocio que permite, sin tener que visitar las grandes librerías del centro de la ciudad, encontrar un buen fondo de novedades editoriales todo el año.

Este viernes —ayudados por Genís y Pau, de la quinta generación—, esta librería fue una de las más de 200 de barrio que en Barcelona pusieron su tenderete en plena calle y consiguieran que los barceloneses recuperaran una de sus mejores fiestas populares.

La cita era a las 12.30 y tengo que confesar que, como ocurre con todas las primeras veces, estaba nervioso. “¿Y si no firmo ninguno?”, “¡Da igual!”, “La experiencia es lo que vale”, me decía a mí mismo, pensando que eso me aliviaría ante un posible fracaso. Como Sant Jordi, iba armado con las mejores armas: mascarilla, gel, bolígrafo y mucha ilusión.

No es fácil navegar en este mar de libros y rosas de esta Diada. La mayoría de las personas, al momento me di cuenta, venían con el libro pensado desde casa. Pero es verdad que ver a un tipo sonriente sentado detrás de unos flamantes libros de tapa dura llamaba la atención y fueron muchos los que me preguntaron por el libro. Y yo, rápidamente, les contaba la historia inédita del pequeño Joan Figueras y su relación de casi 40 años con los Dalí; lo que eso representaba para el pintor y su mujer, etcétera, etcétera, etcétera. Tras felicitarme, muchos me decían que se lo pensarían, pero veía que, en la otra punta de la parada, como para evitar que les escuchara, pedían lo último de Javier Cercas, Dolores Redondo, Jordi Amat y Jaume Cabré... Literatura sobre ensayo.

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Otros venían directamente, quizá imantados por el poder de atracción de Dalí, y lo han acabado comprando convencidos, con el plus de la firma y cinco minutos de conversación con el autor, que, aseguraban, reconocían, de verme pasear a Leo y Bruno. Al final, han sido unas 20 personas, entre ellas mi vecina del cuarto; la más sorprendida de todas. Los compradores, casi todas han sido mujeres: Laura, Loli, Dolors, Asun, Isabel, Francesca, Netta, para ellas o para sus parejas. ¡Gracias!

La mañana deparó dos grandes sorpresas: Andrés, de la localidad albacetense de Villapalacios como yo, vino desde la otra punta de Barcelona a propósito para que le firmara su libro. Tomás, un compañero de instituto, que hacía 30 años que no veía y que sin reconocerme ha sentido la necesidad, ha dicho, de pararse delante de mi libro. Es el poder de unir gente que, sin duda, tiene Sant Jordi, ayudado por el ya casi de mi familia Dalí.

Firmar en una librería de barrio tiene ventajas, como la de no tener que vivir la ingrata experiencia de ver que el escritor que tienes al lado no para de firmar y tú nada de nada. Pero también inconvenientes. Como el riesgo de que a mi vecina del cuarto no le guste el libro y que me la encuentre a diario en el ascensor. También que alguien por la calle, mientras compro el pan, la fruta o el tortell del domingo me diga que mi libro no estaba a altura de sus flamantes tapas duras.

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