El paro juvenil en Cataluña se dispara hasta su peor dato en cinco años
La tasa de desempleo alcanza el 27,3% en el colectivo de entre 16 y 29 años, agravada por la pandemia
La tasa de paro juvenil en Cataluña alcanzó el año pasado el peor dato en un lustro, el 27,3%, y constató que uno de los problemas estructurales del mercado laboral empeora en vez de mejorar. La última Encuesta de Población Activa (EPA) descubrió 185.500 personas de entre 16 y 29 años sin trabajo. Son 55.000 más que hace un año. La pandemia ...
La tasa de paro juvenil en Cataluña alcanzó el año pasado el peor dato en un lustro, el 27,3%, y constató que uno de los problemas estructurales del mercado laboral empeora en vez de mejorar. La última Encuesta de Población Activa (EPA) descubrió 185.500 personas de entre 16 y 29 años sin trabajo. Son 55.000 más que hace un año. La pandemia no solo ha complicado más las cosas sino que ni tan solo le dio durante el último trimestre del año la tregua que sí dio al resto de colectivos. Mientras esos lograban reducir el número de parados, el juvenil continuaba aumentando. 4.500 más.
Si el paro entre los 16 y los 29 años es del 27%, cuando se reduce la franja hasta los 24 años aumenta hasta el 38,1%. Casi tres veces más que el 13,8% del conjunto de la población catalana. “No habíamos superado todavía la situación anterior a la crisis de 2008 y ya nos afecta una nueva crisis”. Como si fuera un mantra, Irene Ortiz y Elena Álvarez lanzan una afirmación similar en dos conversaciones diferentes. Son las coordinadoras de Acció Jove y de Avalot, las dos organizaciones juveniles de los sindicatos CC OO y UGT, respectivamente, y comparten una visión pesimista de una situación que en Cataluña, y peor en el conjunto español, está a años luz de la media de la Unión Europea.
Desde 2007, constata un informe de la Generalitat con los últimos datos de la EPA, los empleos ocupados por jóvenes han pasado de 839.000 a los 495.200 actuales. Eso es un 41% menos, que también se explica porque el segmento de población de entre 16 y 29 años se ha reducido desde entonces un 15% por efectos demográficos. Pero la clave para entender ese recorte en la ocupación juvenil es la destrucción de empleo que ha sufrido el colectivo en los últimos 15 años.
Íngrid Cesáreo: “Me quiero independizar, pero así es imposible”
Como miles de jóvenes en Cataluña, Íngrid Cesáreo tiene un problema paradójico: está muy formada. Con 23 años, ha estudiado dos carreras, periodismo y marketing, habla idiomas y ha trabajado en prácticas en algunas empresas. Pero cuando empezó a buscar un empleo estable... llegó la pandemia, y desde entonces está en el paro, dando clases particulares para tener algún ingreso.
Pero Íngrid tiene claro que no solo es el coronavirus el motivo por el que le cuesta encontrar trabajo: “La principal dificultad, ya antes de la pandemia, es que en todos los sitios te piden mucha experiencia. Tenemos mucha formación, pero no podemos empezar a trabajar por esta razón”. Una de las puertas de entrada al empleo estable es a través de prácticas en las empresas. “Pero la mayoría de las veces no son remuneradas. Unas que hice sí que lo eran, pero era tan poco, y tenía que pagar todos los gastos de transporte, que al final me salía a pagar a mí”, destaca.
En este contexto, el objetivo de irse de casa parece muy lejano. “Tengo mucha suerte con mis padres, pero me quiero independizar, y así es imposible”, afirma.
La realidad depara a la generación supuestamente mejor formada de la historia unos guarismos apocalípticos que un informe del Instituto de Economía de Barcelona agravaba esta misma semana: han superado a la población de más de 75 años como el grupo más sensible al riesgo de pobreza. Dentro de esa bolsa por edades hay dos subgrupos que todavía sufren más la lacra: los jóvenes extranjeros (su tasa de paro se multiplica por dos) y las mujeres, a las que la pandemia ha acabado afectando más.
Los jóvenes cada vez están menos presentes en el mercado laboral ante la dificultad de encontrar su lugar y la tasa de emancipación ha tocado fondo, situada en el 18,6%. Hace un año estaba en el 22,6% y en 2007, antes del estallido de la gran Recesión, era del 33,1%. Es solo otra estadística que apoya la idea general de Álvarez y Ortiz de que las mejoras para los jóvenes parecen detenidas en el tiempo.
“El de 2020 ha sido un año pésimo para el mercado laboral, en el que se han agravado las desigualdades. Y uno de los colectivos que más lo ha sufrido es el de los jóvenes, que ya es más vulnerable que el de los mayores”, se une a la conclusión Josep Lladós, miembro del Colegio de Economistas y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Su análisis sobre lo que les sucede a los jóvenes unido al golpetazo de la pandemia permite hacerse una idea de lo que es una tormenta perfecta. De cómo la mitad del empleo juvenil se ubica en el sector servicios y está basado en la precariedad ofrecida por la contratación temporal. La actividad terciaria ha sido la que ha recibido un mayor golpe en esta crisis por las restricciones a la movilidad y los contratos temporales son los primeros en ser barridos por cualquier crisis (dos tercios de los contratos destruidos por la crisis eran temporales). Así que, concluye el académico, “los jóvenes han sido una moneda del ajuste de la crisis”.
Paro de larga duración
“Ha crecido el grupo de jóvenes que no ha acabado la formación básica y eso les añade vulnerabilidad. Crece el número de jóvenes que llevan un año o más sin encontrar trabajo, y eso es paro de larga duración”, añade Laia Girós, directora general de Juventud de la Generalitat. Un 6% de los jóvenes forman parte del denominado grupo Nini ese acrónimo que acoge a la juventud que ni estudia ni posee un trabajo con el que mantenerse. Un informe del Departamento de la Vicepresidencia y Economía asegura que en el periodo 2013-2019 se logró revertir el auge de este colectivo tras la crisis iniciada en 2007. En todo caso, hoy un 46% de los jóvenes en el paro tienen un nivel bajo de estudios, 16 puntos porcentuales más que hace solo un año.
ARLET CEJUDO: “Entre las personas trans, el desempleo llega al 85%”
A Arlet le encanta su trabajo, siempre que se ha podido dedicar a ello. Enseña a utilizar programas informáticos a personas mayores y a niños. Tiene 23 años y ha estudiado un ciclo formativo de grado medio de sistemas informáticos y redes, y está cursando un grado superior de administración y finanzas. Pero no lo ha tenido nada fácil.
“No he podido tener una vida laboral real. Además de todas las dificultades de ser joven, las personas trans tenemos otras, que es que cuando haces una entrevista, tu aspecto suele echar para atrás. El paro en el colectivo llega hasta el 85%”, dice.
Arlet se independizó en plena pandemia tras salir de un entorno “que no era seguro, porque había discriminación”. “Me vi prácticamente en la calle, sin dinero y sin posibilidad de tener trabajo aunque fuera la más formada del mundo. Asociaciones del colectivo LGTBI me ayudaron y salí de la espiral”, relata.
La pandemia ha agravado las dificultades de este colectivo, en el que a veces la prostitución es la opción forzosa para sobrevivir. “Yo no tengo perspectivas de encontrar trabajo a corto plazo. Hay muy pocas empresas que se esfuercen en incorporar a personas diferentes al resto”, dice Arlet.
A esa debilidad se le añade otra. “Cuando una persona joven pierde su trabajo a veces no puede pedir la prestación por desempleo porque le falta cotización y eso le condena a tener que volver a vivir con la familia”, explica Ortiz. El último informe publicado por el Observatorio Catalán de la Juventud señala que apenas el 10,6% de los jóvenes sin trabajo reciben estos subsidios, frente al 36,4% que sí los disfrutan con edades superiores a los 29 años.
“No se han hecho políticas y no se ha incentivado que se pueda tener un empleo estable y, pese a eso, sufrimos una estigmatización social en la que se llega a decir que formamos parte de una generación perdida cuando se trata de una situación impuesta por el sistema”, se queja, entre reivindicativa y dolida, Elena Álvarez. Entre los ejemplos que utiliza se encuentra la culpabilización del colectivo juvenil porque algunos se han saltado las restricciones del confinamiento y se han convertido en presuntos culpables de la propagación del coronavirus. “Escuchamos mucho más las acusaciones por el botellón que la implicación en ayudar a colectivos desfavorecidos”, clama.
Girós sostiene que hay múltiples programas de la Generalitat que intentan poner solución a un problema enquistado y que, años después de ser detectado por los expertos, sigue sin solución. Entre ellos describe uno que permite tener una red de casi un centenar de técnicos que tratan de erigirse en prescriptores de ocupación de quienes demandan ayuda buscando opciones de ocupación en el territorio en el que trabajan.
Marta Castaño: “Acumulamos estudios sin sentido”
“Estoy cansada de tirar currículums, habré entregado más de 100”, explica Marta, que con 24 años, tiene el grado de periodismo y varios cursos de marketing, ha hecho prácticas y unos meses de empleo temporal en una cadena de televisión, y aun así no encuentra trabajo estable. “Te piden mucha experiencia, cosa que es imposible cuando acabas de terminar la universidad. Pero yo puedo aportar igual o más que otras personas que llevan muchos años trabajando”, defiende.
Las dificultades de los jóvenes en el ámbito del trabajo generan mucha frustración: “Te entra miedo y, al final, para no entrar en el mundo laboral, acabamos empalmando estudios, másters y cursos sin que esto tenga ningún tipo de sentido. Vas ampliando el currículum, pero sigues sin tener experiencia”. La situación lleva, según lo ha vivido Marta, a “entrar en un bucle de desesperación”.
La pandemia lo ha puesto todo más difícil, porque ha eliminado de un plumazo muchos de los trabajos que los jóvenes realizaban mientras no conseguían un empleo de lo suyo. “Yo siempre he complementado mis estudios con trabajos, en mi caso casi siempre de azafata de eventos. Pero ahora, con el covid, no se puede juntar mucha gente y no hay eventos. Por lo tanto, trabajos que te ayudaban a ganar un dinero extra tampoco los puedes hacer. Al final estás muy encajonado, no puedes hacer nada”, lamenta. Por eso ve muy injusto que se haya generalizado al culpar a los jóvenes de los contagios y de romper las cuarentenas.
“El tema es que eso no es suficiente”, asume la directora de Juventud, consciente de que los recursos de la Generalitat son insuficientes para luchar contra un “mercado de trabajo que es muy depredador, por lo que la esperanza de poder mejorar es complicada”. Asimismo reclama al Gobierno central, además de más recursos para luchar contra el paro juvenil, introducir cambios en la reforma laboral que vayan en la dirección de dotar de más seguridad a los menores de 30 años.
“Hay que dejar de poner parches”, se queja Ortiz, quien reclama más políticas públicas que ofrezcan estabilidad para un colectivo que acepta puestos de trabajo para los que, en muchas ocasiones, presentan sobrecalificación académica, que podría situarse en el 40%, para acabar cubriendo empleos precarios.
La receta del profesor Josep Lladós para solventar la papeleta es el cambio de modelo productivo y una apuesta por empleo de mayo valor añadido. “No es el momento de hacer más trenes y autopistas; tenemos que apostar por la digitalización y la transición energética de nuestra economía y crear un buen sistema de formación profesional dual —en el que se unen estudios y prácticas— y otorgar más peso a la formación continua. No hay otra”, dice. Álvarez también apostaba por no incentivar los empleos basados en el sector turístico y comercial, cuya excesiva presencia considera uno de los orígenes del problema.
Marc Yáñez: “Las empresas se aprovechan”
Marc tiene trabajo, pero sufre ahora un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Tiene 28 años. Empezó los estudios de comunicación política, pero no los terminó. Trabaja en una tienda de ropa. “Tengo estabilidad laboral, pero con el ERTE hay mucha incertidumbre de cuándo podremos volver a trabajar. Además, hasta junio no cobramos la prestación por los retrasos que había en el SEPE”, explica. “Y yo sí que estoy independizado, tengo que seguir pagando el alquiler y los gastos, y no ha habido ninguna ayuda”, lamenta.
Es consciente de los problemas que conlleva el paro juvenil, pero desde el otro lado. “En la tienda recibimos muchos currículums, sobre todo de gente joven, y sorprende porque todos están súperformados”, destaca. Pero ocurre que, después de cuatro o cinco años estudiando, uno tiene que entrar a trabajar en sectores como el del comercio, en el que hay mucho trabajo pero es rotatorio e inestable. “Este es uno de los problemas, que la gente no trabaja de lo suyo, y va arrastrando inestabilidad”, argumenta.
“Las empresas se aprovechan de la situación de los jóvenes, de que son los primeros empleos y nadie va a quejarse de las condiciones”, añade este trabajador que es miembro del comité de empresa. Con las elecciones catalanas a la vuelta de la esquina, lamenta que el debate sobre el paro juvenil nunca está sobre la mesa: “Saben que hay un problema, pero no como revertirlo. Y ahora con la pandemia es peor, porque los sectores más perjudicados son también aquellos en que hay más gente joven”.
“Busquemos nuevos filones de ocupación”, se suma Girós, en la misma línea. De momento, la restauración, los servicios personales o las ventas son las ocupaciones donde destaca la presencia de jóvenes. Y la temporalidad.