Puigdemont presiona a ERC para que incluya a un mediador en la mesa de diálogo

Los republicanos reivindican que el acuerdo con el PSOE incluye “garantías de cumplimiento”

Desde la izquierda, los eurodiputados Toni Comín, Clara Ponsatí y Carles Puigdemont, en una imagen de archivo.

La presencia de un mediador o “relator” en la mesa de diálogo Gobierno-Generalitat fue una de las principales piedras en el zapato para su puesta en marcha. ERC renunció finalmente a esa figura, que el PSOE rechazaba. Junts per Catalunya la exigía. El expresident y eurodiputado Carles Puigdemont, huido de la justicia española, rescató ayer la exigencia. Para él, tras el pacto del PSOE con Bildu, es la única manera de negociar con Pedro Sánchez, “un tomador de pelo profesional”.

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La presencia de un mediador o “relator” en la mesa de diálogo Gobierno-Generalitat fue una de las principales piedras en el zapato para su puesta en marcha. ERC renunció finalmente a esa figura, que el PSOE rechazaba. Junts per Catalunya la exigía. El expresident y eurodiputado Carles Puigdemont, huido de la justicia española, rescató ayer la exigencia. Para él, tras el pacto del PSOE con Bildu, es la única manera de negociar con Pedro Sánchez, “un tomador de pelo profesional”.

“¿Alguien cree que una mesa de diálogo con esta gente, sin garantía de que se puedan cumplir los acuerdos suscritos, tiene sentido?”, se preguntó Puigdemont durante un encuentro virtual organizado por la Asociación de Periodistas Europeos, el Colegio de Periodistas de Cataluña y la Oficina del Parlamento Europeo de Barcelona. El expresident ponía así más presión sobre los republicanos, que intentan que el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos pongan fecha ya a la próxima reunión de la mesa de diálogo.

Pese a la insistencia de ERC, que ha puesto la reactivación del foro como una de las condiciones para apoyar el estado de alarma, Sánchez y otros miembros del Govern solo se han comprometido con mantener el diálogo, resistiéndose a poner el círculo rojo en el calendario. La mesa quedó paralizada por la emergencia del coronavirus pero los republicanos creen que ya es momento de “desconfinarla”.

Puigdemont —flanqueado por los también eurodiputados Toni Comín y Clara Ponsatí— criticó la “enésima versión” de Sánchez. “Es capaz de firmar un papel con un acuerdo explícito sobre la reforma laboral y horas después se desdice. ¿Alguien cree que si algún día llegamos a un acuerdo este señor no hará lo mismo?”. Para Comín, la mesa “ya se ha visto que políticamente aún no es nada” y cargó contra ERC por abstenerse en la investidura “a cambio de nada”.

Tras la intervención del expresident, su tesis fue recogida sin filtros por la portavoz del Ejecutivo catalán, Meritxell Budó. En la rueda de prensa posterior a la reunión semanal del Govern, la neoconvergente dijo: “En una mesa de negociación política para resolver un conflicto político, es muy importante que los acuerdos que se tomen se hagan realidad. Necesitamos esa garantía”.

En ERC responden que el acuerdo al que se llegó con los socialistas incluye que existan “garantías de cumplimiento”, un punto que teóricamente se debe concretar en el próximo encuentro de la mesa. La última reunión fue en Madrid, en febrero.

La presión de Junts hacia los republicanos aprovecha la encrucijada en la que está el Gobierno, dando signos de que quiere intentar probando con la geometría variable en el Congreso. Pero también se inscribe en la larguísima precampaña electoral no oficial en la que ambos socios del Ejecutivo catalán preparan terreno y, al menos los neoconvergentes, no piensan dejar pasar ni una sola oportunidad de desgaste. Ni de visibilidad. El grupo de Junts per Catalunya en el Congreso propuso a Puigdemont para que comparezca en la Comisión para la Reactivación Social y Económica en el grupo de trabajo de la Unión Europea.

El jueves pasado, Puigdemont también fue muy duro con ERC en un coloquio en Vilaweb: “No es el PDeCAT el que ha frenado la política de firmeza ante el Gobierno. No ha sido el PDeCAT el que ha investido a Sánchez”, dijo en alusión a Esquerra. “El atajo del diálogo de buena fe, en que el Estado se sentará a hablar del derecho a la autodeterminación simplemente porque haya un cambio de mayorías políticas en España, es una fantasía”, apostilló.


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