¡Ganas de Feria!

Sevilla retoma la Feria de Abril, tras dos años de pandemia, el mayor evento económico de la ciudad, que se presenta como lanzamiento de la recuperación de los sectores vinculados a esta fiesta de primavera

La portada del Real de la Feria de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAÍS)
Sevilla -

En el Real de la Feria de Sevilla se trabaja a contrarreloj para que el domingo 1 de mayo el trajín de operarios colocando los farolillos o empujando cajas de cerveza y manzanilla hasta las casetas se sustituya por los paseos de miles de sevillanos y visitantes —en los últimos años rondaron los cuatro millones―, pisando el albero a pie o en los coches a caballo. “¡Qué ganas de feria!”, es lo que más se oye estos días en las calles de Sevilla. Y no solo por el deseo de volver a disfrutar del ambiente festivo que ...

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En el Real de la Feria de Sevilla se trabaja a contrarreloj para que el domingo 1 de mayo el trajín de operarios colocando los farolillos o empujando cajas de cerveza y manzanilla hasta las casetas se sustituya por los paseos de miles de sevillanos y visitantes —en los últimos años rondaron los cuatro millones―, pisando el albero a pie o en los coches a caballo. “¡Qué ganas de feria!”, es lo que más se oye estos días en las calles de Sevilla. Y no solo por el deseo de volver a disfrutar del ambiente festivo que la pandemia silenció durante dos años, sino por la importante inyección económica que esta semana larga supone para la ciudad y para gremios, como el de la moda flamenca o el de los caseteros, que hacen su agosto en abril.

La Feria es el principal evento económico de la ciudad, muy por encima de la Semana Santa. Supone el 3% del PIB de la capital andaluza, de acuerdo con los datos facilitados por el Ayuntamiento, que este año calcula que ingresará 864 millones de euros, más del doble de lo que supuso la Semana Santa (415 millones). Además de los 490.000 visitantes diarios, en las 1.052 casetas del Real se espera que se consuman alrededor de un millón de litros de cerveza y 21.000 cajas (de nueve litros cada una) de manzanilla, según las cifras que barajan los grupos Heineken, fabricante de Cruzcampo, y Estévez, de La Guita, respectivamente. Sus responsables se apoyan en los resultados de 2019, pero son moderadamente optimistas sobre la posibilidad superar esas cifras.

“Todo apunta a que va a ser una gran feria”, señala Ramón Villar, director de Marketing y Comunicación de Grupo Estévez. “Las perspectivas son muy buenas, pero hay que esperar a ver cómo reacciona la gente, el tiempo que haga…”, sostiene. En Sanlúcar de Barrameda, de momento, hay una nave de 6.000 metros cuadrados con 150 trabajadores preparada solo para servir a los caseteros sevillanos.

Varios cruceros atracados en el Guadalquivir con turistas que visitarán la Feria de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAÍS)

Este sector puso en jaque la celebración de la Feria, cuando a principios de abril anunció un paro si no se le garantizaba un encaje propio dentro de la nueva reforma laboral que incluyera una flexibilización de la jornada laboral —más allá del máximo de 12 horas― de los empleados. Finalmente, desistieron de la amenaza y llevan semanas casi sin dar abasto. Juan Garrido, que ha montado 23 casetas y se va a ocupar del catering de otras 10, no ha podido hablar con este diario, bien porque estaba en medio de una inspección de trabajo o porque estaba terminando de adecuar el espacio para la cocina de alguno de los módulos de la Feria. “Somos 120 autónomos y calculo que vamos a emplear a unas 10.000 personas”, explica David Martín, presidente de la Asociación Andaluza de Hostelería de Feria.

Los miembros de la asociación prestan servicio al 75% de las casetas del Real, pero hay algunas que a menos de una semana no tenían casetero. “Durante la pandemia muchos buscaron trabajo en otros sectores, el campo, la construcción, y al tener un sueldo fijo no han querido volver a una forma de vida que les obliga casi que a dormir a diario dentro de las casetas durante seis meses”, explica Cholo Jiménez, relaciones públicas y empresario sevillano. Para no perder una licencia que tarda una media de 29 años en conseguirse, todas las casetas tienen que abrir. “Los que no consigan un responsable en estos días, tendrán que recurrir a catering externo o hacer lo que se hacía antiguamente, llevarse la tortilla de patatas y las croquetas de casa”, explica Jiménez.

Martín advierte de que esta feria será más cara, porque la materia prima ha subido. “El ‘pescaíto’ se fríe con aceite de girasol y el precio se ha triplicado”, señala. Quienes seguro que suben el precio por sus servicios son el gremio de cocheros, otro que ha sufrido tremendamente durante la pandemia y el confinamiento. “En esta semana doblamos el coste de la hora en coche de caballos”, explica Lola López, responsable de la Asociación de Coches de Caballos de Sevilla. El precio habitual es de 45 euros la hora y durante la feria cobrarán 95 euros. Los 100 coches que forman parte de la entidad ya están contratados durante toda la semana. Trabajan ocho horas al día. “Solo la comida cuesta 30 euros diarios para cuatro caballos. Muchos compañeros no han podido aguantar hasta la Feria y han tenido que vender los suyos en este tiempo porque no los podían mantener”, se lamenta López.

También van a rozar el lleno los hoteles sevillanos, al menos durante el primer fin de semana de la feria, teniendo en cuenta que el lunes es festivo en todo el país. “Esperamos llegar al 95% de ocupación en esos días y después calculamos un 70%-80%”, explica Manuel Cormax, presidente de la Asociación de Hoteles de Sevilla y Provincia, que, sin embargo, confía en las reservas de última hora, una nueva tendencia tras la pandemia. Los buenos augurios de ocupación hotelera hacen presagiar a los propietarios de los bares sevillanos que a ellos también les irá bien. La Asociación de Hosteleros de la provincia estima que el 20% de los casi 900 millones que el Ayuntamiento calcula que se quedarán en la ciudad impacte directamente en su sector.

Salvavidas para la moda flamenca

Interior de una caseta de la Feria de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAÍS)

Y hasta el último momento han esperado también muchas clientas para comprar un traje de flamenca, ofreciendo una bocanada de oxígeno al gremio de la moda flamenca, prácticamente en coma en estos dos años sin Feria, la época donde centran todos sus ingresos. Antes de la pandemia el sector facturaba unos 600 millones al año. La diversificación hacia ropa del hogar o las mascarillas ha permitido sobrevivir a algunos diseñadores, pero, de acuerdo con los cálculos de las asociaciones del sector, el 10% de las empresas, la mayoría familiares, han desaparecido o han tenido que reconducir su modelo de negocio.

“Hemos vuelto al 200% respecto de la última campaña”, explica el diseñador Pablo Retamero, uno de los responsables de LunarOff, una plataforma que se constituyó en octubre de 2020 para mejorar las condiciones empresariales y laborales del sector y que aglutina a unas 300 empresas vinculadas a la moda flamenca. “Se ha vendido el doble y, por tanto, hemos tenido que contratar al doble de modistas y personal, pero como muchos han venido a comprar a última hora, no hemos podido atender al 100% de los clientes”, se lamenta. En su local tiene a 15 empleados en los tres meses previos a la feria, que se quedan en cinco el resto del año. Otros diseñadores más grandes, cuenta, pueden llegar contratar hasta 30 personas. Los trajes, en general, oscilan entre los 300 y los 1.500 euros. “Aún así, aún tardaremos años en recuperar toda la inversión perdida en estos dos años”, apunta.

Además de la ropa, el sector de los complementos también trabaja pendiente de estas fechas. En Blanco Azahar, las nueve personas que forman parte del equipo de Laura Garrido, responsable del establecimiento, llevan desde el final de Semana Santa elaborando flores para el pelo sin parar. “Estamos preparando unas 300 al día”, cuenta Garrido, que reconoce que el ritmo de trabajo duplica al de 2019. “La clienta viene con muchas ganas y pide colores alegres”, apunta.

Muchas de esas flores ayudará a colocarlas Patricia Franco Casas, una maquilladora sevillana que tiene todos los días de Feria marcados en rojo para peinar y pintar a clientas. “Es una tendencia que ha empezado a extenderse en los últimos años. La gente ve en el maquillaje un complemento más”, explica. Ella y su equipo de cinco personas tienen previsto atender una media diaria de siete mujeres. “Sobre todo el primer fin de semana. La mayoría vienen de fuera, pero no solo de Madrid, también de Colombia, México…”, indica. De esos países procede parte del público de las corridas de toros de La Maestranza. Desde la empresa Pagés, que gestiona la plaza, eluden dar cifras, más allá de que ha subido el precio del abono, pero hace dos años cifraron en 12 millones de euros el impacto económico de quedarse sin feria taurina. Conseguir entradas es ya misión imposible.

En Sevilla huele a Feria, pero, sobre todo, hay ganas de Feria. Un evento que es más que solo baile y jarana. En él se pone la esperanza de poder apuntalar la senda de la recuperación económica para muchos sectores ligados a esta fiesta de primavera, de la que penden si no el 100% de sus ingresos anuales, sí casi el 70% de su facturación total.

Novedades de la nueva feria normal

Los sectores tradicionales ansían recuperar la normalidad, pero la pandemia también va a marcar el regreso de la Feria con novedades. Las casetas cuentan con un doble tejado para garantizar la ventilación y en 15 de ellas se podrán abonar las consumiciones con una pulsera desarrollada por la empresa tecnológica granadina, Bracelit, que, además, ayudará a controlar el aforo. Otro medio de pago ideado para sustituir los tickets para pagar la comida o el rebujito es la moneda 'Illa', diseñada por distintos artistas en colaboración con el colegio Victoria Díez, en el barrio de Los Pajaritos, uno de los más humildes de España. Este nuevo sistema de pago ya circula en el mercado de La Candelaria de esa barriada y tendrá fines solidarios, ya que parte de la compra de cada 'Illa' se destinará a la compra de alimentos para familias en situación de vulnerabilidad.

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