Hacia una nueva diplomacia urbana

Los grandes eventos que proponen las ciudades andaluzas para impulsar su transformación y captar recursos deben ponderar el interés de los ciudadanos

Vista panorámica del recinto de la Exposición Universal de Sevilla 1992.

Tres décadas después de que se inaugurara la Exposición Universal de Sevilla 92, apenas hay dudas de que ese acontecimiento marcó el devenir de Andalucía. La llegada de la alta velocidad o la construcción de la autovía A-92 contribuyeron a vertebrar una comunidad alejada entre sí y también del resto del territorio. Pero no es menos cierto que la canalización de esas inversiones no fraguó de igual manera en todos los puntos de la re...

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Tres décadas después de que se inaugurara la Exposición Universal de Sevilla 92, apenas hay dudas de que ese acontecimiento marcó el devenir de Andalucía. La llegada de la alta velocidad o la construcción de la autovía A-92 contribuyeron a vertebrar una comunidad alejada entre sí y también del resto del territorio. Pero no es menos cierto que la canalización de esas inversiones no fraguó de igual manera en todos los puntos de la región y que las desigualdades persisten. La propia capital hispalense no ha terminado de integrar la isla de La Cartuja, epicentro de la muestra, en su entorno urbano.

En un momento en el que las ciudades tienen una proyección internacional, mayor incluso que las comunidades, la competencia entre ellas para captar recursos y atención crece. El alcalde de Sevilla, con la conmemoración de la Exposición Iberoamericana de 1929; el de Málaga, que aspira a acoger la Copa del América de Vela en 2024 y se postula para ser la sede de la Exposición Internacional 2027; o el de Granada, que sueña con la capitalidad europea 2031, parecen apostar de nuevo por grandes eventos como catalizadores para impulsar su transformación urbanística y atraer inversión. Los expertos coinciden en que los grandes fastos no son ya la mejor alternativa para transformar las ciudades, sino que hace falta un nuevo tipo de diplomacia urbana que aborde los retos del futuro.

“Las ciudades deben hacerse atractivas, pero un gran acontecimiento, si no conlleva un desarrollo sobre cómo abordar el futuro urbano de manera consensuada con la ciudadanía, no funciona”, indica Sergio Serna, socio director de TechFriendly, empresa especializada en estrategia, innovación y desarrollo urbano sostenible, y que pone los casos del Forum de Barcelona de 2004, o la Expo 2004 de Zaragoza, como ejemplos más cercanos.

El alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, se ha marcado como horizonte el 2029, centenario de la exposición iberoamericana, como fecha simbólica para impulsar una nueva transformación urbana de la ciudad. El Ayuntamiento quiere emular el salto de modernidad que supuso para Sevilla esa muestra —que alumbró el regionalismo, un modelo arquitectónico que ha marcado la historia de la ciudad— y trasladarlo al siglo XXI como punto de partida de otro impulso renovador, apoyado en la innovación. En ese paralelismo tampoco escapa la Expo 92, que para el gobierno municipal supuso el segundo hito transformador de la ciudad, con la recuperación de La Cartuja, la Estación del AVE o el Parque Científico y Tecnológico.

“A Sevilla le ha ido bien cuando ha sido capaz de asumir retos de esta envergadura”, defiende Rafael Márquez, gerente de Alcaldía de Sevilla. “No se trata de celebrar una nueva exposición universal”, recalca, “sino de recuperar el espíritu de la Exposición del 29, que supuso que la ciudad se incorporara a la vanguardia”. Pese a todo, la apuesta de la ciudad es ambiciosa y pasa por acoger la cumbre iberoamericana o convertirse en sede permanente del Museo de América, además de impulsar otros proyectos de recuperación patrimoniales y de potenciar el crecimiento de la capital hacia el sur. “Los grandes fastos deben reformularse, deben constituir un complemento que favorezca la calidad de vida de las ciudades”, opina el arquitecto José Carlos Rebollo, que pone a Málaga como ejemplo: “Su apuesta por mejorar la calidad de vida ha hecho que sea una referencia para que se instalen muchas multinacionales”.

Aglutinar inversiones

La capital andaluza, una de las que menos inversión por habitante recibe de los Presupuestos del Estado —200 euros, frente a la media nacional de 300— busca con la iniciativa del 29 crear un consorcio entre los gobiernos municipal, autonómico y nacional que garantice la financiación y el impulso de infraestructuras esenciales que llevan años de retraso en Sevilla. “Muchos de estos problemas no se resuelven desde la administración local y por eso buscamos un catalizador como el 2029 para poder hacer planteamientos al resto de instituciones”, abunda Márquez.

“Sevilla recibió grandes inversiones en el 92 y se le ha criticado que no ha hecho una buena gestión de ciudad, pero es cierto que arrastra un déficit estructural profundo desde hace 40 años”, reconoce Rebollo. “La ciudad a través de su marca puede presionar para que el resto de las administraciones vayan de la mano. Si los grandes proyectos van acompañados de inversiones para resolver problemas acuciantes como la movilidad y no son un fin en sí mismo, la estrategia puede ser inteligente”, indica Serna.

Con todo, Serna apuesta por que las ciudades, en lugar de impulsar eventos que atraigan inversiones multimillonarias —como pretende hacer Málaga con la Copa del América — se centren en experiencias “participadas por la malla social”, y, como Rebollo, pone como ejemplos las maratones, iniciativas musicales o apuestas como las capitalidades culturales, como quiere Granada. “Son acontecimientos de desarrollo sencillo, fáciles de mantener y populares”. En esa diplomacia urbana cada ciudad pugna por rentabilizar sus activos. “Sevilla ha hecho un esfuerzo ingente por recuperar y utilizar los espacios disponibles”, zanja Serna.

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