Un viaje al pasado a bordo de un ballenero vasco del siglo XVI
Pasaia (Gipuzkoa) echa al agua una réplica de la nao ‘San Juan’, una embarcación hundida en la costa de Canadá en 1565 y reconstruida con las técnicas de la época
Hay que situarse 500 años atrás, cuando regía el todopoderoso Carlos I y V de Alemania, los tiempos del máximo esplendor de la marinería vasca. El ballenero San Juan, construido en Pasaia (Gipuzkoa), es el mejor ejemplo de ello. Es uno de los primeros buques de carga transoceánicos que surcaban entonces los mares que separaban el País Vasco de Terranova. Hoy está considerado como una excelencia tecnológica de la indus...
Hay que situarse 500 años atrás, cuando regía el todopoderoso Carlos I y V de Alemania, los tiempos del máximo esplendor de la marinería vasca. El ballenero San Juan, construido en Pasaia (Gipuzkoa), es el mejor ejemplo de ello. Es uno de los primeros buques de carga transoceánicos que surcaban entonces los mares que separaban el País Vasco de Terranova. Hoy está considerado como una excelencia tecnológica de la industria marítima vasca del medievo y está a punto de revivir. Se hundió en Red Bay (Labrador, Canadá) en octubre de 1565 cargado con casi 1.000 barricas de aceite de ballena, y allí quedó para siempre. Fue hallado a 10 metros de profundidad en 1978 y años más tarde se catalogaron las 3.000 piezas del buque que permitieron definir con precisión las características del casco y las técnicas constructivas del siglo XVI, una de las actuaciones de la arqueología subacuática más sobresalientes de la historia. La nao San Juan ha sido reconstruida a la vieja usanza durante más de 10 años en un modesto astillero pasaitarra y este viernes será lanzada al agua, lo que se anuncia como “un acontecimiento sin precedentes”, afirma Xabier Agote, presidente de la fundación Albaola, el alma mater de esta “revolución cultural” que ha conseguido recuperar “el barco transoceánico del Renacimiento mejor conservado del mundo”.
El San Juan original, un ballenero de 28 metros de eslora y 7,5 metros de manga, con una capacidad para transportar 200 toneladas, arbolado con tres mástiles, tres cubiertas con cabida para 60 marineros y cinco barcas balleneras, sigue bajo el agua de Terranova-Labrador, protegido y monitorizado para garantizar su conservación. La réplica del San Juan ya es una realidad tras 10 años de trabajo “infatigable, entusiasta y sin descanso” en la factoría Albaola, un pequeño astillero de Pasaia donde se ha conseguido reproducir fielmente su arquitectura. “Hay que saber que en aquella época, en la costa vasca se construía más del 80% de la flota oceánica del imperio español. Los vascos éramos los mejores especialistas del mundo en la construcción de barcos oceánicos”, afirma Agote.
Esta es “una historia más bonita que la de Moby Dick [la novela Herman Melville]”, dice Agote en víspera de ver la San Juan flotando en la bocana de Pasaia. “Estoy contento porque va a ser un día muy especial”, comenta al referirse a la botadura del barco, un acontecimiento previsto para este 7 de noviembre y al que van a asistir el lehendakari, Imanol Pradales, y numerosas autoridades, entre estas el representante de la Unesco del Ministerio de Cultura, y enviados del Gobierno y de Terranova y Labrador. Precisamente, la Unesco ha adoptado la imagen del San Juan como el símbolo del patrimonio mundial subacuático.
Agote sostiene que en el País Vasco “arrancó la industria ballenera” a nivel mundial en el medievo y que “después llegaron los holandeses, daneses e ingleses copiando las técnicas que se empleaban aquí”: “La nao San Juan es el mayor regalo que se le ha hecho al País Vasco, es el mayor emblema del carácter emprendedor de nuestros antepasados”, asegura este entusiasta de la marinería, que con 18 años se fue a Maine (EE UU) a aprender el oficio de carpintería de ribera y ha sido el promotor de toda esta “locura” que rodea al ballenero más simbólico de la navegación vasca. El proyecto, “una misión de vida” para Agote, ha requerido de una infraestructura humana y material que ha permitido reactivar oficios casi desaparecidos, como la carpintería marina, la herrería, la velería o la cordelería.
Más de 300 voluntarios han intervenido en la construcción del ballenero San Juan, un trabajo ímprobo que arrancó cuando Agote tuvo en sus manos la portada de la revista National Geographic que dio a conocer en 1985 la historia de esta embarcación vasca. “16th Century Basque Whaling in America”, publicó en su portada. “A partir de ese momento, hubo que recuperar todo el conocimiento de nuestros antepasados, que fue perdiéndose con el paso del tiempo. Había que recuperar la historia marítima, poner en valor la gesta de aquellos constructores y marineros. Nos tildaban de extravagantes y locos, pero ha merecido la pena. Ha sido una maravilla recuperar el barco del Renacimiento más emblemático a nivel mundial”, dice convencido Agote.
Agote es un apasionado de la magia marinera, un devoto de los Elcano y Urdaneta que lograron gestas históricas en el mar hace 500 años. Él ha liderado una aventura que hará posible que una copia fiel del San Juan vuelva a surcar los mares. No se romperá una botella de champán, como es costumbre cada vez que se bota un barco. “No habrá champán, pero rociaremos el casco con sidra, que era la bebida que llevaban los marineros en el siglo XVI en sus expediciones”, señala Agote.
El lanzamiento al agua cierra la fase en tierra y da paso al reto de hacerlo navegable: “A partir de ahora, todo el trabajo que nos falta se realizará con el barco en aguas de la bahía de Pasaia. Habrá que preparar cuatro kilómetros de cabos, dos juegos de velas de 600 metros cuadrados cada uno, forjaremos las anclas en una ferrería similar a las de la época, le dotaremos de chalupas balleneras, calderos de cobre, barricas como las que transportaban el aceite de las ballenas y otros pertrechos… Se trata de conformar un galeón vasco idéntico a los que se hacían del siglo XVI. Todo con el máximo rigor histórico”, explica el presidente de Albaola.
Se han empleado robles elegidos a conciencia de los bosques de la Sakana (Navarra) para construir el esqueleto de madera del casco, y abetos del valle de Salazar (en la selva navarra de Irati) para los mástiles. La pez o alquitrán que se obtenía de la resina de los pinos se ha traído de Quintanar de la Sierra (Burgos) y se ha utilizado para impermeabilizar la estructura de la embarcación.
La primera misión de la nao San Juan será repetir la singladura de los marineros del XVI que iban a Terranova a cazar ballenas francas. El ballenero volverá a las costas de Canadá en un viaje que se prevé para el verano de 2027. Serán dos meses de travesía marítima, calcula Agote, y estará embarcado con voluntarios vestidos con prendas de la época confeccionadas con la ayuda del Museo del Traje de Madrid. Se viajará en unas condiciones similares a las que vivieron sus ocupantes en 1565, “sin ducha ni papel higiénico”, dice Agote. Después será un barco-museo que mostrará al público la tecnología naval del XVI, la vida a bordo de aquellos navegantes y divulgará en qué consistía la pesca de la ballena.
Y el renacimiento del San Juan dará paso, desvela Agote, a otro desafío simbólico para los amantes de la mar: “Vamos a recuperar el último atunero de madera de San Sebastián”. “El Ozentziyo iba a ser desguazado hace 10 años, pero conseguimos parar su destrucción. Vamos a realizar una restauración integral de este barco del siglo XX que utilizaba artes de pesca tradicionales, completamente ecológicas, pues estaba provisto de unos perchales que iban pescando los atunes con el barco en movimiento. Es algo excepcional”, aventura Agote.