El Valle del Genal se vacía de castañas

La cosecha de este otoño apenas alcanza el 20% de la media habitual debido a la sequía y las altas temperaturas en la comarca malagueña, azotada por la despoblación

Castaños en el Valle del Genal, en Málaga.Nacho Sánchez

Como tradición, la familia de Diego Guerrero se guardaba cada año unos días de vacaciones para el otoño. Durante dos semanas de octubre, padres, hijos, tíos y primos se reunían para cosechar las castañas de la finca de apenas tres hectáreas que poseen en Parauta, un municipio malagueño de 272 habitantes. Nunca daba para mucho, pero sí significaba una pequeña alegría para la economía doméstica. En 2024 no han ido ni a recogerlas. Y es la quinta temporada consecutiva que ocurre lo mismo. La sequía y el calor han dejado en cifras mínimas una cosecha también afectada por una plaga de avispilla asiática. “Solo hemos ido a coger por unas cuantas para nosotros y para el turismo, porque la actividad ya está muy lejos de ser rentable”, destaca el agricultor, también presidente de la cooperativa Genal, con 40 socios, que lleva un lustro sin abrir sus puertas. Las máquinas acumulan polvo a la espera de tiempos mejores en una comarca marcada por la despoblación.

Unas 1.500 familias del Valle del Genal, formado por 15 pequeños municipios cerca de Ronda, han tenido históricamente a la castaña como complemento para su economía. Algunas directamente como primer ingreso. Con unas 4.000 hectáreas de castañar, en buenos años, la zona llegaba a recoger unos cuatro millones de kilos, pero hoy esas cifras parecen ciencia ficción. Con suerte, este año se espera cosechar poco más de un 20%, unos 800.000 kilos. La única noticia positiva es que es el doble que en 2023. “Es muy poco, no conseguimos levantar cabeza”, señala Luis Burgos, gerente de la cooperativa de segundo grado Valle del Genal, con sede en Pujerra (274 habitantes) y que reúne a unos 300 socios de la comarca. La exportación habitual a países como Italia, Reino Unido, Holanda o Bélgica se ha reducido a la mitad. Ahora la mayoría de la producción se queda cerca del lugar de recogida —los puestos con castañas asadas ya humean en Málaga y otras grandes ciudades— y poca sale de España. Resulta difícil llenar camiones con 24.000 kilos hacia Europa y los grandes compradores han empezado a buscar alternativas en otros mercados.

Hay varias razones por las que la producción se mantiene en mínimos históricos. La principal tiene que ver con la sequía. Los datos facilitados por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) reflejan que desde los años 60 la zona recibía con frecuencia más de un millar de litros por metro cuadrado al año, pero en el último lustro la cantidad se ha reducido a menos de la mitad. La lluvia de primavera impulsa la producción de cada árbol y hace falta un refuerzo en agosto y septiembre para engordar el fruto, pero en los últimos años, el agua ha sido puramente testimonial en verano. Más allá, el calor tampoco ha ayudado, porque seca más la tierra y afecta a la maduración.

En pueblos como Alpandeire (266 habitantes) la temperatura media anual rondaba los 17 grados, pero los tres últimos han superado los 18 y en 2023 se llegó a 19, según Aemet. A ello hay que sumar la plaga de avispilla asiática (Drycosmus kuriphilus) que llegó hace una década a la zona. Son insectos minúsculos, del tamaño de un grano de arroz, pero su voracidad ha puesto en jaque la supervivencia de este bosque. Ponen sus huevos en las yemas cada primavera y disminuyen la producción secuestrando los nutrientes de los árboles. También facilita la aparición de un hongo llamado Phytophthora cinnamomi, que afecta a las raíces y a veces mata a los castaños.

“Es un desastre”

Ante la acumulación de desdichas, los pequeños agricultores —abrumadora mayoría en la comarca— han cosechado poco. “Apenas he cogido 100 kilos”, relata uno de ellos, Mateo Rosado. Tampoco ha habido contratación de trabajadores, puesto que el jornal —de unos 60 euros— cuesta más que lo que se recibe después por la cosecha. Si las castañas más tempranas, que se recogieron en municipios a mayor altitud como Igualeja o Pujerra, tenían un precio de dos euros el kilo en los almacenes, las más tardías —de localidades como Parauta— que se han recogido esta última semana han rondado ya el euro. “Las ves en las tiendas a seis euros pero a ti te pagan incluso 80 céntimos el kilo. Por ese precio ni merece la pena ir al campo. Y quienes antes contrataban a 15 o 20 personas durante la temporada, ahora han ido ellos mismos a recoger lo que han podido”, resume Katrin Ortega, cuya familia tampoco ha cosechado este año. “Era un dinero importante para muchas personas del pueblo”, señala la también alcaldesa de Parauta.

“La falta de rentabilidad del producto también tiene consecuencias socioeconómicas, como la despoblación del territorio”, apuntan desde la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja), que en un comunicado reciente señalaba que la acumulación de malas cosechas es también “un obstáculo para el mantenimiento de la tradición en estas importantes regiones productoras”. El propio Diego Guerrero relata que su hija nunca se planteará recoger castañas como sí lo hizo él, sus padres o sus abuelos. “Para los jóvenes ya no es una opción de futuro. Es un trabajo muy esclavo que luego se puede ir al carajo en unos días sin que dependa de ti. No es una opción viable”, añade. Cree que hoy lo mejor en la zona es abrir una tienda o un bar dedicado al turismo. De hecho, los castañares son el principal atractivo turístico del Valle del Genal, que ha impulsado la marca Bosque de Cobre para atraer senderistas. El propio municipio de Parauta ha creado su Bosque Encantado con una serie de esculturas de personajes de fábulas realizados, precisamente por Guerrero, que también es escultor. Ahora el pueblo se llena hasta la bandera cada fin de semana otoñal gracias a la iniciativa. Mientras, el campo se desangra.

El sector no pierde la esperanza

A pesar de los datos de los últimos años, los productores de castaña del Valle del Genal no pierden la esperanza. Este otoño han comprobado que las castañas recolectadas se encuentran en mucho mejor estado que en temporadas anteriores. “Ha sido una grata sorpresa: venían muy sanas”, destaca Luis Burgos, gerente de la cooperativa Valle del Genal. Desde el sector subrayan que es una demostración de que las medidas tomadas para paliar la plaga de avispilla asiática empiezan a dar resultado. “El problema empieza a estar más o menos solucionado, aunque nunca hay que relajarse”, añade Burgos. Además, en los últimos días han caído unos 200 litros por metro cuadrado en la zona. Es tarde para la cosecha, pero al menos ha significado que el año nuevo hidrológico ha entrado con buen pie. Si sigue así, permitirá que la temporada de castañas vuelva a sus viejo esplendor. “Si llueve, tendremos buena producción”, confirma Burgos. 

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