Sánchez multiplica sus gestos con Junts para intentar encarrilar la legislatura

La Moncloa dio marcha atrás con la senda al ver que había una rendija para negociar, a pesar de que nadie lo ve sencillo y en Suiza las cosas no fueron bien. El presidente puede retrasar las Cuentas para dar más tiempo a los independentistas

La portavoz de Junts en el Congreso de los Diputados, Miriam Nogueras, ofrece declaraciones a los medios, en el Patio del Congreso de los Diputados, este martes.Foto: Carlos Luján (Europa Press) | Vídeo: EPV (EUROPA PRESS)

Lo que parecía imposible, se hizo posible en el último momento, como es habitual en esta legislatura. Después de un fin de semana inquietante para la estabilidad de la mayoría y para el futuro de los Presupuestos, en los que se estaba instalando la idea en el Gobierno de que no iban a salir y se daba ya por hecho que Junts tumbaría de nuevo la senda de estabilidad este jueves, Pedro Sánchez dio una orden clara est...

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Lo que parecía imposible, se hizo posible en el último momento, como es habitual en esta legislatura. Después de un fin de semana inquietante para la estabilidad de la mayoría y para el futuro de los Presupuestos, en los que se estaba instalando la idea en el Gobierno de que no iban a salir y se daba ya por hecho que Junts tumbaría de nuevo la senda de estabilidad este jueves, Pedro Sánchez dio una orden clara este lunes desde Nueva York, donde estaba ya participando en las reuniones previas a la asamblea general de la ONU. El mensaje a su equipo era claro: hay que intentarlo. Y eso implicaba hacer algo que hasta ahora el Gobierno decía que no era posible: echar marcha atrás con la senda de déficit, retirarla y abrirse a la posibilidad de cambiarla, con más margen para las autonomías, en una compleja negociación con Junts que se abre ahora.

El fin de semana había empezado mal. La reunión en Suiza del viernes del PSOE y Junts —suelen hacer una al mes pero habían parado en julio y agosto— según coinciden tanto fuentes del Gobierno como de Junts, no fue bien. Carles Puigdemont y sus personas de confianza tienen una larga lista de lo que consideran que son incumplimientos de los acuerdos de investidura y de los que se han ido haciendo después para sacar algunas leyes, en especial los decretos de final de año. El PSOE entiende que ha cumplido, y Junts insiste en que no es así. Así que las cosas no parecían fáciles después de ese viernes en Ginebra. Había dos opciones: asumir que Junts tumbara la senda de déficit este jueves, meter toda la presión al PP para responsabilizarle de que sus autonomías vayan a tener menos margen de gasto, y jugárselo todo a una negociación de los Presupuestos en otoño con la senda anterior, o retirar la senda y empezar a negociar. Y como siempre, por sorpresa y en el último momento, Sánchez optó por la segunda al entender, por los mensajes que trasladaba Junts, que podía haber algo de margen. “Cuando vemos una grieta, entramos”, resumen fuentes del Gobierno.

Pero no bastaba con eso. Así que el Gobierno y el PSOE desplegaron otra serie de gestos simbólicos y políticos para que Puigdemont entendiera claro el mensaje de que La Moncloa estaba dispuesta a moverse para llegar a un acuerdo. La Junta de Portavoces empezó el desbloqueo de las comisiones de investigación pactadas con Junts y ERC en la investidura, que se reactivarán todas rápidamente, el ministro José Manuel Albares envió una carta a la presidenta del Parlamento Europeo para reactivar el intento de que se pueda usar el catalán en las sesiones, y los mensajes que se trasladaron desde La Moncloa tras el Consejo de Ministros fueron muy claros: hay voluntad de buscar todo el margen posible. Junts quiere mucho más, y el acuerdo sigue siendo difícil, porque los independentistas reclaman cuestiones complejas y lentas como aumentar la ejecución presupuestaria en Cataluña, concretar ya la reforma de la financiación autonómica, pactar una ley orgánica para entregar a esta comunidad la “competencia integral” en inmigración.

Además, el problema de fondo, como ha explicado Junts públicamente, sigue estando en la amnistía, que era el corazón de la negociación de la investidura. Puigdemont sigue en Waterloo, y hasta que no se resuelva eso, toda negociación se antoja difícil, según coinciden diversas fuentes de los dos sectores. El PSOE insiste en que cumplió su parte, porque se aprobó la ley, pero Junts quiere que además se aplique, y eso es algo que corresponde a los jueces.

El asunto se cerrará cuando hable el Tribunal Constitucional, pero para eso queda mucho tiempo. Mientras, Junts reclama gestos, y la posición de la Abogacía del Estado, que depende directamente del Gobierno, que ha recusado al magistrado del Constitucional Mario Macías, líder del sector conservador, para que no pueda intervenir en la decisión sobre la amnistía, parece uno de ellos. También lo ha hecho la fiscalía, mientras el PP lo intenta con tres jueces progresistas. Todos estos movimientos son seguidos con detalle en los cuarteles generales de los partidos.

La reacción de Junts a estos gestos, muy positiva y con un discurso diferente al de los últimos días, cambió la sensación que trasladaba el Gobierno este martes. Nadie lo ve sencillo, porque todo lo que está encima de la mesa es muy complejo, pero al menos ahora se ve una posibilidad. El problema es que no hay mucho tiempo. Hacienda necesita aprobar —o que se tumbe definitivamente— la senda de déficit para que las comunidades autónomas y ayuntamientos puedan hacer sus presupuestos antes de fin de año.

Así que se ha dado un margen para negociar esa nueva senda, pero se puede mover muy poco —los límites son estrechos y todo lo que se dé a las comunidades se le quita a la administración central, lo que podría implicar recortes en ministerios importantes— y hay que hacerlo con rapidez. Ahora le toca a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, buscar una salida a un laberinto complejo. Pero la orden política de Sánchez es clara, como lo fue cuando estaban negociando la investidura de Salvador Illa y también Hacienda mostró resistencias: hay que encontrar una salida y lograr un acuerdo.

Después, una vez resuelta la senda de déficit, si hubiera acuerdo —o aunque no lo haya— el margen político es mucho mayor. Sánchez y su equipo pueden esperar a que Junts y ERC resuelvan sus congresos, por ejemplo, para negociar los Presupuestos en sí, con una u otra senda. Eso implicaría retrasarlos y tal vez aprobarlos ya empezado 2025, con una prórroga breve, pero eso no es un problema político siempre que se logren sacar.

En La Moncloa insisten en que el presidente seguirá adelante y no irá a elecciones aunque los tenga que prorrogar durante todo el año 2025. Ya lo ha hecho para todo 2024. Pero este movimiento por sorpresa de última hora demuestra que, aunque Sánchez diga eso en todo momento como mensaje también a la oposición, que está apostando a una caída inminente del Gobierno, el presidente es consciente de que políticamente necesita a toda costa un acuerdo con sus socios para sacar estos Presupuestos y encarrilar definitivamente la legislatura. Sánchez puede aguantar sin ellos, y todos sus movimientos indican que está apostando por una legislatura larga. Pero este martes quedó en evidencia que el presidente sigue en su plan A, que es el de negociar y pactar, exprimiendo al máximo los límites para ceder, y solo pasará al B, el de resistir sin una mayoría clara, en caso extremo.

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