Seguridad contra economía en la masificada (y arriesgada) ruta del Cares entre León y Asturias
El procurador del Común de Castilla y León pide limitar los accesos al escarpado recorrido y la Junta lo rechaza por su impacto monetario
Si ha pensado en hacer próximamente la ruta del Cares, entre Asturias y León, mejor no busque en Google “Accidentes ruta del Cares”. O quizá sí, si quiere saber a lo que se enfrenta. El recorrido serpentea entre los Picos de Europa y entra y sale de ambas provincias entre gargantas profundas, paredes calizas escarpadas, senderos estrechos y tramos horadados entre los muros por donde ir agachado. La popularización de la ruta en los últimos años, con unos 200.000 asistentes al año y épocas veranieg...
Si ha pensado en hacer próximamente la ruta del Cares, entre Asturias y León, mejor no busque en Google “Accidentes ruta del Cares”. O quizá sí, si quiere saber a lo que se enfrenta. El recorrido serpentea entre los Picos de Europa y entra y sale de ambas provincias entre gargantas profundas, paredes calizas escarpadas, senderos estrechos y tramos horadados entre los muros por donde ir agachado. La popularización de la ruta en los últimos años, con unos 200.000 asistentes al año y épocas veraniegas con gran afluencia entre esas sendas angostas, ha llevado al Procurador del Común de Castilla y León, figura similar al Defensor del Pueblo, a instar a restringir la asistencia para prevenir riesgos. La Junta ha rechazado tal petición alegando que supondría “limitar la llegada de personas al medio rural, la promoción turística y la actividad económica”.
La solicitud del Procurador, Tomás Quintana, responde a la masificación de la ruta, 100 metros bajo la cual queda el río Cares que la bautiza, de los últimos años. Los paisajes fotografiables y disfrutables en este espacio natural de la cordillera Cantábrica han ido seduciendo a más y más personas en los últimos años hasta el punto de que en verano, Semana Santa o puentes hay numerosas cantidades de visitantes o grupos organizados. La mayor afluencia y la complejidad del recorrido, no apto para quienes no tengan una aceptable forma física o un mínimo equipamiento de calzado y ropa cómoda, se ha traducido en frecuentes accidentes, rescates e incluso muertes. El peligro se incrementa cuando los viajeros abandonan la senda, como cuando el pasado 14 de agosto un joven de 25 años murió al despeñarse por una garganta de difícil acceso. El cuerpo se hallaba a unos 60 metros de profundidad y los operativos de búsqueda necesitaron un helicóptero de los Bomberos del cual descolgar unas grúas de rescate con cables de 54 metros de extensión. Tal era la complejidad del área del suceso, cerca del conocido como puente de los Rebecos, que la unidad especializada en montaña apenas pudo descolgar a un bombero-rescatador y a una médica-rescatadora que apenas pudo confirmar el fallecimiento del muchacho. El equipo salvó también al padre del chico, quien ante el percance sufrido por su hijo trató de llegar a él por sus propios medios y también se expuso a un elevado riesgo.
Este caso, unido a la caída mortal de una paseante el pasado junio tras un resbalón, motivó que el Procurador iniciase un informe para estudiar la peligrosidad de esa senda y si procedía alguna medida. Así, la entidad ha contabilizado unas 10 muertes en 20 años, además de un sinfín de incidentes o rescates, y reclama “valorar limitar el número de personas que podrían acceder a la senda”, destaca la pertinencia “en especial en ciertas épocas de mayor presencia de personas” y sugiere colocar señalizaciones. La resolución detalla lo engañoso del recorrido que comienza en Caín (León) y concluye en Poncebos (Asturias), dura unos 20 kilómetros y requiere unas seis horas a ritmo tranquilo. Una simple torcedura de tobillo, un mareo o un golpe pueden resultar tremendamente arduos, al igual que un súbito cambio en la climatología. Es “aparentemente accesible” pero “indudablemente entraña un peligro ante el que las Administraciones públicas deben adoptar medidas de control y prevención”. Este Parque Natural compete a Cantabria, Asturias y Castilla y León, siendo estas dos últimas las implicadas por el Cares. El Procurador constató que el portal asturiano de Turismo (PSOE) sí indicaba el riesgo del recorrido y destacaba la prohibición de llevar perros sueltos o con correas largas y recomendaba “llevar siempre de la mano a los niños por la parte interior del camino”, sugiriendo que solo acudan los mayores de 12 años. En cambio, hasta el aviso de Quintana, la consejería de Castilla y León (Vox) solo enlazaba al ministerio de Transición Ecológica y no alertaba de estas particularidades, lo cual ahora sí ha añadido. La Junta de Castilla y León (PP-Vox) ha rechazado de momento ese planteamiento del Procurador. El consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones (PP), se ha posicionado contra la medida porque podría “limitar la llegada de personas al medio rural, la promoción turística y la actividad económica”. Su departamento indica que los vallados informativos resultan de poca utilidad por las características orográficas de la ruta del Cares y los habituales desprendimientos de rocas, peligrosos tanto para el paseante como para los rótulos. Quiñones ha insistido en que estudiarán la medida “pero muchas las aceptamos y otras no las podemos aceptar porque los intereses públicos y los generales tienen que ir por otro lado”.
El Parque Nacional de los Picos de Europa es el más antiguo y el tercero más visitado en España, tras el Teide y Guadarrama, y tiene en los lagos de Covadonga (Asturias) su principal atractivo turístico, hasta el punto de que se están barajando medidas para garantizar la conservación del ecosistema pese a la abundancia de visitas. Dos personas que han transitado recientemente por la ruta del Cares recuerdan un alto volumen de asistentes. “Más que problema de masificación existe problema de peligrosidad, que no deja de ser una ruta de alta montaña”, sostiene uno de ellos, quien se encontraba con gente “más o menos a cada minuto”. Otro recuerda así su experiencia: “Hay muchísima gente, con niños y perros, vas adelantando por un sendero de un metro de ancho”. Otra excursionista ratifica la excesiva popularidad de la senda: “He ido varias veces. La primera vez, tenía 12 años, pero hace ya unos años que fui por última vez porque parecía aquello la M-30 de Madrid”