De Vistalegre a Magariños: pullas y ‘biquiños’
Yolanda Díaz agrupa a buena parte del antiguo espacio electoral de Unidas Podemos. Garzón y Llamazares, enfrentados por la alianza de IU con Iglesias, arropan a la candidata
La cola para entrar en el polideportivo Magariños de Madrid, donde Yolanda Díaz ha oficializado este domingo su candidatura a la presidencia de España, da la vuelta a la manzana a media hora del inicio del acto. Santi y Javier, previsores, llegaron a las 9 de la mañana, y a las 11 aún no habían logrado entrar. Algunos se han pegado a la camiseta las pegatinas que reparte la organización, como una que se jac...
La cola para entrar en el polideportivo Magariños de Madrid, donde Yolanda Díaz ha oficializado este domingo su candidatura a la presidencia de España, da la vuelta a la manzana a media hora del inicio del acto. Santi y Javier, previsores, llegaron a las 9 de la mañana, y a las 11 aún no habían logrado entrar. Algunos se han pegado a la camiseta las pegatinas que reparte la organización, como una que se jacta del mote despectivo que puso a Yolanda Díaz el sherpa radiofónico de la derecha: “La fashionaria”. Mientras esperan, se cuentan unos a otros su análisis sobre la ausencia de la dirección de Podemos.
Pablo Iglesias, el hombre que hace dos años señaló a dedo —en vídeo— a la actual líder de Sumar, no ha acudido a escuchar su primer discurso como candidata. Tampoco la dirigente de Podemos, Ione Belarra, ni Irene Montero, ministra de Igualdad, de viaje en México para participar en un encuentro feminista. Quedan todavía nueve meses para las elecciones generales, pero, para hacerse querer, el núcleo duro de la formación ha elegido ausentarse de la primera foto de campaña de su espacio político: lo que cabe a la izquierda del PSOE. En el pabellón, algunos los echaban de menos —Marieta, de 69 años: “Ojalá bajen pronto de las nubes, si no, se van a pegar un golpazo”; Ada Colau, alcaldesa de Barcelona: “Los proyectos ilusionantes deben ir más allá de las siglas”—. Otros, no tanto: “Estamos cansadas de tutelas. No pertenecemos a nadie. Yo tampoco soy de nadie”, advierte Díaz durante su discurso.
La novia, naturalmente, va de blanco, y como es tradición, llega tarde. Tras atravesar un pasillo de abrazos y biquiños a sus simpatizantes, sube al escenario acompañada de miembros de la sociedad civil y de Carla Antonelli, quien el pasado octubre solicitó su baja del PSOE por el retraso en la aprobación de la ley trans. La foto es un mensaje: Díaz no quiere parecerse a los políticos tradicionales —“este es un movimiento ciudadano y a favor”— y en su debut como candidata sube a la tarima a Maite Navarro, dueña de una tienda de ultramarinos; a Gioconda Belli, poetisa nicaragüense; a Teresa Fuentes, secretaria general de servicios de Comisiones Obreras en Murcia; a Helio Orque, de 21 años, y a Jen Herranz, de 30, ambos productores de contenidos digitales. Los representantes de la quincena de marcas políticas de izquierda que la apoyan se quedan abajo, en la cancha. “Gracias por estar donde hay que estar”, les agradece la candidata, en otra pulla a la dirección de Podemos.
Tampoco la escenografía es la habitual en un mitin: por ejemplo, no hay una sola bandera, ni de España, ni de partido. Varios de los asistentes reconocen que este es el primer acto político al que asisten. Explica Fernando García, repartidor en Globo: “Yo antes no estaba muy politizado. Conocí a Díaz cuando era ministra, por la ley rider. En 2018 era falso autónomo, trabajaba 70 horas a la semana. Ahora mi vida ha cambiado de la noche al día: tengo contrato, días libres, cotizo y gano más... Vamos, el siglo XXI”.
No está el núcleo duro de Podemos, pero sí buena parte de los antiguos representantes de su espacio electoral. Al acto ha acudido uno de sus fundadores, Íñigo Errejón, junto a la plana mayor de Más País y Más Madrid, las marcas que surgieron tras el primer gran divorcio en el partido. Está Alberto Garzón, de IU, quien provocó una pelea interna en 2016 al aliarse con Iglesias, y también Gaspar Llamazares, uno de los más beligerantes entonces contra aquella fusión bautizada como Unidas Podemos. Líderes territoriales de Podemos y de su grupo parlamentario arropan también a Díaz. Miguel Vila, quien en 2016 fue elegido diputado por Podemos —antes trabajaba como cámara en el Congreso—, explica entre el público que dejó la formación porque “las posiciones que defendía perdieron en Vistalegre II” y admite que con Sumar vuelve a estar “ilusionado”. Entre los cerca de 3.000 asistentes, según la organización, hay también muchos exvotantes del exvicepresidente del Gobierno. “Yo estuve en el primer acto de Vistalegre”, explica Ignacio Sotillos, de 81 años. “Tenía mucha fe en Iglesias, le voté, pero me ha desilusionado. Es muy posesivo”. Según cómo se mirara, el acto podía ser una muestra de la patológica división de la izquierda —faltaba la dirección de Podemos—, o la estampa de la reconciliación —una quincena de marcas políticas mostraba su apoyo a la misma candidata—.
Díaz reivindica la labor del Gobierno de coalición, como la subida del salario mínimo, la reforma de las pensiones o la reforma laboral —aquí lanzó otra pulla a ERC, al que acusó, sin citarlo, de votar en contra por “politiqueo”—, en un discurso que a ratos, podía intercambiarse con los del socialista Pedro Sánchez. El presidente aprovechó la reciente minicrisis del Gobierno, con el reemplazo de dos ministros, para subrayar que la alianza con el espacio político a su izquierda seguirá hasta diciembre y que las próximas elecciones será una confrontación de bloques: el del Ejecutivo progresista contra el PP y Vox. Ambos partidos volvieron a coincidir en el análisis, casi con idénticas palabras, para denostar la puesta de largo de Díaz. Dijo Elías Bendodo, coordinador general de los populares: “Sumar es una resta para España”. Y dijo Javier Ortega Smith, candidato de la extrema derecha a la alcaldía de Madrid: “La izquierda siempre resta. La suma de verdad es sumarse a las procesiones de Semana Santa”. Empiezan nueve meses de pasión y campaña.