Podemos desafía la unidad de Sumar
La batalla por la posición del partido de Ione Belarra en la coalición que impulsa Yolanda Díaz puede definir no solo el futuro político de la izquierda, sino también el resultado de las próximas generales
Llegó el momento clave. Yolanda Díaz está ya muy cerca de anunciar su candidatura para las generales y consolidar así Sumar, el gran proyecto de la vicepresidenta para intentar recoser el espacio a la izquierda del PSOE, fraccionado en muchos pedazos después de años de batallas internas. Pero Podemos, que no acepta integrarse en Sumar y exige una coalición en la que quiere ser el partido dominante, como ha sucedido estos años en Unidas Podemos, amenaza esta unidad e in...
Llegó el momento clave. Yolanda Díaz está ya muy cerca de anunciar su candidatura para las generales y consolidar así Sumar, el gran proyecto de la vicepresidenta para intentar recoser el espacio a la izquierda del PSOE, fraccionado en muchos pedazos después de años de batallas internas. Pero Podemos, que no acepta integrarse en Sumar y exige una coalición en la que quiere ser el partido dominante, como ha sucedido estos años en Unidas Podemos, amenaza esta unidad e incluso deja en el aire la posibilidad de asistir a la presentación de la candidatura de Díaz si antes la vicepresidenta no cumple una serie de condiciones que básicamente consisten en garantizar un espacio de poder fuerte e incluso mayoritario al grupo de Ione Belarra e Irene Montero.
La tensión sube a medida que se acerca el acto de consagración de Díaz como la gran esperanza de la izquierda a la izquierda de los socialistas. Podemos siente que se está poniendo en riesgo su supervivencia política cuando ellos fueron el motor de crecimiento de ese espacio. Creen se están aliando todos con ella para aislarlos, y la vicepresidenta y el resto de los partidos llamados a integrarse en el proyecto —una quincena— creen que la formación fundada por Pablo Iglesias está planteando un chantaje inaceptable.
El propio Iglesias, que había rebajado el tono desde el arranque del año después de haber sido durísimo con Díaz, aun sin citarla —llegó a calificar de “estúpida” la actitud de “ponerse de perfil” frente a algunos ataques a Irene Montero—, ha recrudecido ahora sus mensajes públicos contra el PSOE en contraste con Díaz, que pide “cuidar la coalición”. La enorme presencia pública de Iglesias, que ha recuperado protagonismo, es interpretada por distintas fuentes del PSOE y de Unidas Podemos como una muestra de que él está detrás de la estrategia de intentar forzar a Díaz a que cierre el pacto con Podemos antes de las autonómicas y municipales. El mensaje de la dureza de las últimas semanas sería así claro: si no hay acuerdo, el grupo de Belarra, Montero e Iglesias puede ser un problema muy serio para Sumar.
No hay ruptura definitiva. Las negociaciones siguen y nadie descarta que haya finalmente un acuerdo. Pero la batalla es indisimulable y de su final depende en buena medida no solo el futuro político de la izquierda española, sino también el resultado de las próximas elecciones. Porque prácticamente todos los consultados, no solo en Unidas Podemos (UP) sino también en el PSOE, asumen que si no se resuelve bien este pulso que Podemos le está planteando a Díaz, es muy probable que se abra la puerta a la llegada de una coalición PP-Vox a La Moncloa.
Podemos quiere “certezas”. Y antes de las municipales y autonómicas de mayo, donde las encuestas internas dibujan un panorama complejo, con la derecha al alza en algunas comunidades en un momento de desmovilización del electorado de izquierdas. Y en el que formaciones territoriales ajenas a UP, como Compromís (en la Comunidad Valenciana) o Más Madrid, pueden obtener mejores resultados. En Podemos creen que Díaz y sus aliados buscan dejar la negociación para después de las elecciones porque allí el grupo de Belarra estará más débil. Y por eso quieren garantías ahora, que aún son más fuertes, están en seis Gobiernos autonómicos y tienen, por ejemplo, la mayoría en el grupo parlamentario de Unidas Podemos, un mecanismo relevante de poder interno.
Para ir al acto de Díaz, Podemos exige un pacto “de mínimos” que debería incluir la organización de unas primarias abiertas para decidir las listas de las generales, la madre de todas las batallas.
La semana se complicó aún más con el reparto de culpas por el fracaso parlamentario en la derogación de la ley mordaza. Podemos desautorizó a su portavoz en la materia, el líder del PCE y diputado de IU Enrique Santiago, al que destituyó en verano del cargo de secretario de Estado en el ministerio de Belarra después de perder su confianza por las turbulentas negociaciones para una coalición en Andalucía. Iglesias, una voz todavía con gran influencia, culpó también el martes al PSOE de la caída de la reforma en comisión, mientras Santiago y los comunes —la parte de UP afín a Díaz— responsabilizaban a ERC y EH Bildu.
Al día siguiente, Podemos difundía —sin acordarla antes en el grupo— una propuesta para que sus ministras, Ione Belarra e Irene Montero, respondieran junto a la vicepresidenta segunda en la moción de censura de Vox, algo que fue interpretado por distintas fuentes como un intento por tapar a la líder de Sumar.
Fuentes del sector socialista del Gobierno descartan esta idea. Todo indica que se repetirá el esquema de 2020. Entonces participaron Sánchez e Iglesias, y ahora lo harán el presidente y Díaz. Pero la propuesta da una idea de la tensión interna que se vive.
La Moncloa confía en que se trate de escaramuzas de la negociación y en que finalmente Díaz resuelva el sudoku y consolide Sumar. En las elecciones habrá dos grandes batallas por los escaños, creen los socialistas. La de arriba, entre PP y PSOE, por el primer puesto, y la de abajo, entre Sumar y Vox, por el tercero y los diputados que salen de restos. Y las dos son decisivas. Un Sumar sin fuerza o que tenga que competir con una lista de Podemos puede abrir paso a la derecha casi tanto como un PSOE débil, analizan algunos dirigentes socialistas.
La lectura de una parte del espacio confederal próximo a la vicepresidenta es que la exigencia de estos días supone un “paso más”, y no menor, para “arrinconar” a Díaz. Aducen que a lo largo de estos dos años —que se cumplieron esta semana desde que el fundador del partido la señaló como sucesora— han tratado de debilitarla cuestionando públicamente sus posiciones —sobre el envío de armas a Ucrania, la negociación de los Presupuestos o la renovación del CGPJ— para desmarcarse y recuperar el liderazgo ante una eventual ruptura. Algunos dudan de que haya una voluntad real de acuerdo, aunque Podemos repite como un mantra su “apuesta por la unidad”.
“No es una amenaza, es el orden lógico de las cosas”, defendió la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge, en RNE el viernes. Y Juan Carlos Monedero, presidente del Instituto República y Democracia, la fundación vinculada al partido, apremia: “¿Qué le puede decir ahora mismo Belarra a la militancia de Podemos acerca de las conversaciones entre Sumar y Podemos? La verdad es que casi nada. Porque nadie sabe todavía qué quiere Díaz, con quién lo quiere ni cómo lo quiere. Yo estoy esperando ansioso esas respuestas”.
Hoy por hoy ese acuerdo no es posible, explican desde el entorno de la vicepresidenta, porque el pacto tiene que incluir a otras formaciones que a las puertas de las elecciones de mayo no tienen interés en cerrar una coalición con los que serán sus competidores.
Algunas de las formaciones que pueden estar en Sumar sí reconocen que su configuración vendrá “predeterminada” por la correlación de fuerzas tras el 28-M y no ven sentido a sellar antes un pacto. “No estamos en una lógica de competición, sino de cooperación”, rechazan fuentes de Sumar, que anuncian el arranque de otra ronda de negociaciones y subrayan que con Podemos ha habido ya tres reuniones.
El partido de Belarra, por su parte, apela a la existencia de voto dual en cada elección para hacer valer su peso. En la Comunidad Valenciana, por ejemplo, Podemos obtuvo en las autonómicas de 2019 el 7,97% del sufragio, Compromís el 16,45%. En las generales, sin embargo, los primeros llegaron al 13,49% del voto (cuatro diputados), frente al 7% de la candidatura liderada por Joan Baldoví, que obtuvo un escaño.
Gregorio Briz, secretario de Relaciones Políticas de la Chunta Aragonesista, admite que hay comunicación con el equipo de Díaz, fundamentalmente con su jefe de gabinete, Josep Vendrell, pero no contemplan tomar ninguna decisión antes de las autonómicas. “Lo primero que hay que hacer antes de abrir el proceso [a otras fuerzas como la Chunta] es aclarar cómo queda Díaz con Podemos”, plantea.
Fuentes de Más País niegan también que exista ya una negociación formal en marcha y defienden que están volcados en los comicios de mayo. En medio de la escalada de tensión, el viernes, Díaz y Errejón compartieron un acto del Ministerio de Trabajo sobre el impacto de la precariedad laboral en la salud mental, un tema que ha abanderado el cofundador de Podemos, y en el que la vicepresidenta agradeció al parlamentario su labor. “La política es esto. La política va de hablar de la vida de la gente, no va de ruidos, no va de fuerzas ni va de presiones”, dijo en plena crisis con el partido de Belarra.
La foto escoció en la organización, que vio cómo Podemos se fracturaba en dos hace años por la pelea entre Iglesias y el actual líder de Más País, que acabó abandonando la formación. Esa mala experiencia previa, también con otros partidos, lastra hoy las posibilidades de acuerdo.
“Suicidarnos no nos conviene a nadie, pero el desgaste es brutal”, reconoce otra fuente parlamentaria en el Congreso, que confía, sin embargo, en que por “pragmatismo” al final Podemos pacte. Un miembro de los comunes calificaba de “error” el órdago de esta semana. El partido de Ada Colau (que se juega su reelección en la alcaldía de Barcelona), igual que Izquierda Unida, con Alberto Garzón a la cabeza, ha respaldado a Díaz. Estas formaciones, también el PCE de Santiago o el ecologista Alianza Verde, tienen pensado asistir al acto de presentación de la candidatura de la vicepresidenta, previsto para antes de los festivos de Semana Santa. Podemos considera que la foto de sus líderes aplaudiendo no debe producirse si no hay antes unas garantías sobre la participación de Díaz en la campaña de mayo. Después de esos comicios, sea cual sea el resultado, se entrará en una nueva fase. La más complicada del proceso.