El Diógenes del arte: un nonagenario de Murcia acumuló antigüedades durante 70 años sin documentos de compra legítima
El hombre, detenido la semana pasada, poseía centenares de restos arqueológicos y obras de arte de toda índole, algunas protegidas y otras sin valor alguno
A comienzos de los años cincuenta del siglo pasado, un vecino de Torre Pacheco (Murcia) montó una empresa de derribos. Tenía 20 años, venía de trabajar el campo desde niño y en esa nueva tarea encontró un doble beneficio: el pago que recibía por demoler las propiedades que le encargaban y el que podía obtener vendiendo objetos antiguos que encontraba en ellas. Los siguientes 70 años de su vida, hasta hoy, a punto de cumplir los 90, los ha dedicado a atesorar centenares de piezas históricas de toda índole para comerciar con ellas. Desde bombas de la guerra civil hasta imágenes religiosas, pasan...
A comienzos de los años cincuenta del siglo pasado, un vecino de Torre Pacheco (Murcia) montó una empresa de derribos. Tenía 20 años, venía de trabajar el campo desde niño y en esa nueva tarea encontró un doble beneficio: el pago que recibía por demoler las propiedades que le encargaban y el que podía obtener vendiendo objetos antiguos que encontraba en ellas. Los siguientes 70 años de su vida, hasta hoy, a punto de cumplir los 90, los ha dedicado a atesorar centenares de piezas históricas de toda índole para comerciar con ellas. Desde bombas de la guerra civil hasta imágenes religiosas, pasando por cuadros hasta ánforas romanas, armaduras, cañones de barco, esculturas, capiteles de columnas o anclas milenarias. El problema es que muchos de esos artículos están considerados patrimonio del Estado y, por ley, no pueden estar en manos de particulares, mucho menos comerciarse con ellos. Otro problema es que el hombre no cuenta con un solo documento, contrato o factura que avale que ha obtenido esos objetos de forma legítima. Tampoco en estas siete décadas consta que haya pagado un solo impuesto por esas actividades de compra-venta de antigüedades. La semana pasada fue detenido, acusado de presuntos delitos de expolio, receptación e incluso de estafa.
El volumen de los objetos que se le han decomisado es tal, asegura a EL PAÍS el inspector al mando de esta operación, Enrique Carrera, que solo el trabajo de catalogación y autentificación de los mismos llevará aún semanas o incluso meses. Desde el comienzo de la operación, la Policía Nacional ha trabajado mano a mano con la Dirección General de Patrimonio de la región, cuyos técnicos y especialistas acompañaron a los agentes en las intervenciones en las propiedades del detenido (una vivienda de grandes dimensiones, un antiguo castillo y dos fincas). Al parecer, el hombre ha sufrido una especie de síndrome de Diógenes centrado en el arte. El director del Centro Regional de Restauración, Javier Bernal, que participó en los registros, define al anciano como un “comprador compulsivo” que ha dado cabida en sus instalaciones a piezas originales, pero también a innumerables “falsificaciones, réplicas, piezas no originales y otras sin ningún valor artístico o histórico”. Entre ese maremágnum de objetos de diversas épocas y géneros, no duda de la autenticidad de algunos objetos, que califica como “de interés patrimonial”.
Es el caso, por ejemplo, de un conjunto de nueve vagonetas de minería de finales del siglo XIX que procederían de la Sierra Minera de La Unión, un conjunto patrimonial declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y, por lo tanto, prohibido para su comercialización. Destacan también dos cañones de barco, de en torno al siglo XVII, los cepos o restos de varias anclas de época griega o romana, o los diversos fragmentos de ánforas romanas. Todos ellos, explica, han tenido necesariamente que ser expoliados de yacimientos subacuáticos o de pecios, algo prohibido por la ley.
Bernal pone el foco en el perjuicio que supone este tipo de saqueos porque llevan a la descontextualización de las piezas y la pérdida de información sobre su época y su origen. “En el expolio es como si se perdiera el DNI de ese objeto”, resume. Coincide en esa apreciación el director del Museo de Bellas Artes de Murcia, Juan García Sandoval, que lamenta que exista un “mercado negro” en el que comerciar con piezas de arqueología. A pesar de que está prohibido por ley, la oportunidad de hacer negocios lleva a cierto tipo de personas a localizar yacimientos para sustraer piezas que acaban descontextualizadas e impiden la posibilidad que ofrecen los yacimientos para conocer la historia. En su opinión, cada vez hay un control más férreo sobre este tipo de prácticas, y se han endurecido tanto la vigilancia como las sanciones, algo que no ocurría hace unas décadas. “Hasta los años ochenta, incluso después, era muy habitual en las zonas de costa salir a bucear y llevarse a casa restos que se encontraban por ahí, o que los niños fueran a buscar fósiles en las zonas de interior, como Mula”, señala.
Rastreo de denuncias
Entre las piezas requisadas hay también numerosas tallas religiosas. A la investigación sobre la autenticidad y antigüedad de las piezas, señala el inspector Carrera, se sumará una búsqueda minuciosa de denuncias de posibles robos en iglesias, ermitas y capillas de la zona. Lo mismo ocurre con pinturas, esculturas, pilas bautismales y otros de los muchos objetos intervenidos.
Pero para el mando policial lo más sorprendente del caso no es la cantidad de piezas incautadas, ni siquiera la rareza y peculiaridad de algunas de ellas. Lo que lo impresiona es “la enorme cantidad de años” que el detenido llevaba haciéndose con todo tipo de artículos sin que nunca se haya actuado contra él, a pesar de que era muy popular entre el mundo de los anticuarios y coleccionistas. Una popularidad que corrobora Darío Vigueras, galerista y anticuario de Murcia, que sabía del enorme patrimonio que acumulaba el nonagenario, a quien nunca llegó a visitar precisamente por las dudas que le suscitaba su actividad. “Él compraba de todo y a todo el mundo, no preguntaba. Es inteligente, hizo mucho dinero”, explica. “Algunos coleccionistas podían pensar incluso que lo estaban engañando si le compraban piezas a bajo precio. Pero en el mundo del arte y las antigüedades, aunque no hay precios fijos, sí hay unas horquillas. Un precio muy por debajo debe hacer sospechar de que la pieza o es falsa o procede de un robo o de un expolio”. Vigueras considera que hay cierto “corporativismo” entre los coleccionistas que puede llevar a no denunciar este tipo de prácticas para no acarrearse enemistades.
Para el inspector Carrera, el éxito de esta operación radica en haber logrado sacar del mercado piezas que “son patrimonio de todos” y que espera que puedan descansar en museos y lugares públicos para disfrute de la sociedad, a la que pertenecen.