El fútbol agita el Congreso
La nueva normativa del deporte pone a los partidos bajo las presiones de todo el mundo futbolístico
El fútbol y su intrincada red de intereses irrumpieron esta semana en el Congreso de los Diputados y resultó inevitable evocar aquella célebre frase que Bismarck tomó de un poeta satírico norteamericano: “Las leyes y las salchichas, mejor no ver cómo se hacen”. La elaboración de la nueva ley del deporte trasladó a los grupos parlamentarios toda la presión de los clubes de fútbol, la federación y La Liga, con sus guerras cruzadas....
El fútbol y su intrincada red de intereses irrumpieron esta semana en el Congreso de los Diputados y resultó inevitable evocar aquella célebre frase que Bismarck tomó de un poeta satírico norteamericano: “Las leyes y las salchichas, mejor no ver cómo se hacen”. La elaboración de la nueva ley del deporte trasladó a los grupos parlamentarios toda la presión de los clubes de fútbol, la federación y La Liga, con sus guerras cruzadas. Los diputados sudaron tinta para sacar el texto adelante, negociando hasta el último minuto por los pasillos y al mismo tiempo sin despegar la oreja del móvil, mientras la verdadera partida se jugaba fuera de allí, entre el Gobierno y los actores implicados.
En una pequeña sala del Congreso estaba destacado a las cuatro de la tarde del pasado lunes un reportero de El Chiringuito de Jugones. La convocatoria, una comisión parlamentaria, parecía bien poco excitante para un programa tan excitado, pero el mundo del fútbol había puesto sus ojos en lo que iba a ocurrir allí: la redacción final de la ponencia de la nueva ley del Deporte, el texto que deberá ser sometido ahora al pleno del Congreso. En el aire, la amenaza de una huelga suscrita por 39 de los 42 clubes profesionales.
Desde días atrás se libraba una batalla entre bastidores y en los medios. Y a la hora de comienzo de la sesión, nadie tenía claro aún su desenlace. La mayor parte de la ley concitaba un acuerdo bastante general. Pero el asunto del fútbol lo emponzoñaba todo.
La recolección de piezas para elaborar la salchicha ya había resultado accidentada. El PP presentó primero cuatro enmiendas pactadas con La Liga que pretendían blindar el derecho de esta a comercializar colectivamente los derechos de retransmisión de los partidos, cuestionado ante los tribunales por Real Madrid, Barcelona y Athletic de Bilbao. Súbitamente y sin dar explicaciones, los populares las retiraron días antes de la comisión, lo que disparó las acusaciones –de la patronal de los clubes y de otros grupos políticos– de haber sucumbido a la presión del Madrid. La Liga había reaccionado con la amenaza de huelga.
En este caso, el Gobierno no negociaba solo con sus aliados habituales, también con el PP. Y los teléfonos estallaban desde días antes. “Cada vez que lo abro, tengo cientos de mensajes”, relataba con gesto de agobio uno de los más directamente implicados en las negociaciones. Esa misma mañana se había formado una alianza variopinta entre Compromís, Ciudadanos y la derecha navarra para presentar una enmienda que asumía plenamente el criterio de La Liga en “defensa de los clubes pequeños frente a los grandes”. Y Pablo Echenique, portavoz de Unidas Podemos, avisaba: “No vamos a consentir que se legisle a voluntad de Florentino Pérez [presidente del Madrid]”.
Las negociaciones seguían a la hora de comienzo de la comisión, que se demoró 15 minutos. “Hemos tenido que ponerle un poco de oxitocina al parto”, bromeó al abrir la sesión el presidente, Agustín Zamarrón, ese señor socialista calcado a Valle-Inclán. El debate transcurrió en buen tono, incluso entre bromas. EH Bildu se sumó a la propuesta de Compromís y Ciudadanos. El PP la calificó de ilegal. Junts también se manifestó en contra con un discurso de su diputada Pilar Calvo, periodista deportiva, que actuó casi de portavoz del Barcelona. PSOE y Unidas Podemos ni mentaron el elefante apostado en aquella exigua habitación donde se apiñaban unos 40 diputados.
Terminado el debate, persistía la incertidumbre. Zamarrón -que intercalaba pequeños discursos con versos de Antonio Machado o reflexiones sobre la globalización y la cultura- anunció: “Y ahora, a la tarea”. Las enmiendas aún tenían que negociarse. “Brujuleen por ahí. Y sean rápidos. Pero tampoco se agobien”, aconsejó.
Durante hora y media, los angostos pasillos que conducen a la sala Pérez Llorca -en un edificio exterior al palacio de las Cortes- fueron un hervidero de idas y venidas, corrillos de diputados de diferentes grupos en los que se susurraba para no llegar a oídos de la prensa. El portavoz socialista, Juan Luis Soto, iba de unos a otros, sin despegarse del teléfono. La verdadera negociación se desarrollaba en otro lugar, desde los despachos del Consejo Superior de Deportes, que preside el socialista José Manuel Franco, y de las entidades del fútbol. El trajín concluyó después de que Soto llevase a un aparte a la diputada de Unidas Podemos Antonia Jover. “Han dejado al PP colgado de la brocha”, interpretó un miembro de uno de los grupos que apoyaban las tesis de La Liga. “El PSOE y Podemos van a presentar una enmienda parecida a la nuestra”. La nueva enmienda ni se había votado aún cuando varios diarios deportivos proclamaron, citando fuentes de La Liga, que esta había ganado la batalla. Las noticias corrían fuera antes que dentro.
El final fue tan pacífico como confuso. La enmienda, apoyada por todos los grupos menos Vox, admite la venta colectiva de derechos de televisión, pero se lo atribuye a la federación, no a La Liga. Aun así, esta se dio por satisfecha. Y los tres clubes enfrentados a la patronal, también. A los diputados que habían pergeñado la solución les costó explicar su verdadero alcance. “Lo importante”, se justificó uno de ellos, “es que así se contenta a todo el mundo”. La salchicha estaba lista, aunque nadie supiese muy bien con qué ingredientes.