Parecidos razonables entre las fiestas del PP y del PSOE

Ambos partidos celebran cónclaves para hacer exaltación de la amistad, cerrar heridas y aplaudirse a sí mismos ante las cámaras

Cónclaves del PP y el PSOE celebrados en octubre en Valencia.Mònica Torres

Con unas semanas de diferencia, los dos partidos que han gobernado España, el que cree que ahora va viento en popa y el que considera que se “encamina a la quiebra”, han celebrado cónclaves muy parecidos en su escenografía y objetivos. Coincidieron el PP y el PSOE en la misma ciudad, Valencia, y con idéntica misión: escenificar unidad y aplaudirse a sí mismos ante las cámaras. Las jornadas son largas, se llenan de mesas redondas, pero las ideas no cambian demasiado de un congreso a otro —lo...

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Con unas semanas de diferencia, los dos partidos que han gobernado España, el que cree que ahora va viento en popa y el que considera que se “encamina a la quiebra”, han celebrado cónclaves muy parecidos en su escenografía y objetivos. Coincidieron el PP y el PSOE en la misma ciudad, Valencia, y con idéntica misión: escenificar unidad y aplaudirse a sí mismos ante las cámaras. Las jornadas son largas, se llenan de mesas redondas, pero las ideas no cambian demasiado de un congreso a otro —lo llamativo sería lo contrario— porque no es esa la finalidad por abigarrado que sea el orden del día. Lo importante en este tipo de citas es la fotografía que permite decir somos muchos —mire este plaza de toros repleta, observe este pabellón a reventar...— y somos una piña.

Si la convención del PP de principios de mes fue un intento de cierre de filas con Pablo Casado, el 40º congreso del PSOE ha sido una fiesta de abrazos y la escenificación de la reconciliación entre Felipe González —”En estas condiciones yo no haría el indulto”; “Siento una orfandad representativa”; “Sánchez me dijo que se iba a abstener. Me siento engañado”...— y el hoy líder socialista.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez abraza al exlíder socialista, Felipe González, en presencia de José Luis Rodríguez Zapatero (izquierda) y Adriana Lastra, durante el congreso celebrado este sábado en ValenciaEVA ERCOLANESE (PSOE)

La relación con los padres y los ex puede ser compleja —para Isabel Díaz Ayuso la dificultad de encontrarse con uno fue reclamo electoral—; y con los políticos, bien adiestrados en el fuego amigo, más todavía. Hace tiempo que el PP no puede hacer coincidir en sus cónclaves a los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy, quien en el congreso que eligió a su sucesor, Pablo Casado, dejó una promesa amarga, mascada durante años de reproches públicos: “Yo seré leal” (no como el dedo que me señaló). Y este sábado, los socialistas quisieron presentarse en sociedad con todas sus heridas cerradas porque en su día el mismo público vio cómo se abrían en riguroso directo: “La única autoridad en el PSOE soy yo”, etcétera.

En algún momento, en todos los partidos, los que apoyaron al perdedor cambian de caballo. José Luis Rodríguez Zapatero y Felipe González apostaron por Susana Díaz frente a Sánchez hace una eternidad política, cuatro años. En ese tiempo, la favorita de la vieja guardia del PSOE, quien también se había ofrecido a “coser” heridas, perdió dos primarias —contra Sánchez por el liderazgo del partido y contra Juan Espadas por la candidatura a la presidencia de Andalucía— y se refugió en el Senado. Este sábado, desde un discreto plano, dejó una frase que recordaba a los trabalenguas de otro caído, Rajoy: “Él [Sánchez] se alegra de que yo esté aquí y yo me alegro de que él se alegre de que yo esté aquí”.

Zapatero, que tenía menos distancia que recorrer que González, quien no acudió al último congreso, en 2017, se deshizo en elogios a Sánchez. Le atribuyó la capacidad de “iluminar el porvenir” y dijo que su “último hito” había sido “lograr esos fondos europeos que han hecho resurgir Europa”. “Son días excelentes”, añadió, “porque va a ser un gran congreso de la unidad, del futuro de la socialdemocracia y de la decencia para España. A veces somos modestos y humildes y está bien, pero cuando tenemos congresos con un aroma tan positivo, emocionante y conmovedor podemos afirmar que no es casual que este sea el partido que más historia tiene de España, que más la ha gobernado y que más votos ha tenido”. Zapatero recuperaba sus célebres triadas e, ilusionadísimo, atribuía al ministro “Superbolaños” la capacidad de lograr más pactos con el PP.

En ese ambiente de euforia —la noche anterior hubo fuegos artificiales—, Adriana Lastra sentenció: “Lo mejor que le ha pasado a este país lo hemos hecho los socialistas”. Los dirigentes del partido recordaron, a viva voz y en vídeo, la ley de matrimonio gay, los viajes del Imserso, la creación de la UME, la regulación de la eutanasia... En la misma ciudad, hace 15 días, Casado prometió derogar todas las leyes del Gobierno de Sánchez.

“Régimen del 78″

González fue convocado al escenario con una ovación y piropos: “Con él se abrió el mejor tiempo de la historia de España”, dijo Ximo Puig. Ya ante el atril, el expresidente anunció que su intervención “bajaría los decibelios” de Zapatero. Hizo lo que le habían pedido (ir, hablar) sin renunciar a su estilo en una “reflexión” de 40 minutos. “De mí se dicen muchas tonterías. Y las soporto menos bien si son de los nuestros”. “Me siento orgulloso de ser de los pocos que quedan de eso que llaman el régimen del 78. Me gustaría que se creara un premio para el inventor de la frase. Estoy seguro de que no nos ayuda su intención, pero sí su torpeza”.

González aseguró que su nombramiento como secretario general del PSOE hace 47 años había sido una especie de accidente. “Me eligieron por exclusión, porque los que querían ser no podían ser” y presumió de sus 202 diputados. También el inicio de la ascensión de Rajoy fue una suerte de carambola: hubo una rebelión de consejeros del Gobierno gallego, se fijaron en aquel joven que parecía alérgico a las intrigas de partido y le nombraron vicepresidente de la Xunta. Rajoy no llegó a los 202, pero sí a los 186 escaños. Cuando PP y PSOE llaman ahora a ganar elecciones ya saben que están muy lejos de aquellas cifras porque hay más partidos y congresos prometiendo lo mismo. Otro parecido razonable.

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