“Hay mucha rabia y un cúmulo de problemas”

Diez de los manifestantes de Barcelona y Valencia explican por qué participaron en las protestas de esta semana tras la detención de Hasél

Juan Antonio Garcia Ruiz, Babacar Diagne y Àlex Cantón, el pasado viernes, en una concentración en Valencia.Mònica Torres

La entrada en prisión de Pablo Hasél por una condena de nueve meses por enaltecimiento del terrorismo ha sido el detonante de las numerosas protestas que esta semana han tenido lugar en Barcelona, Valencia, Madrid y otras ciudades españolas, y que han acabado con violentos enfrentamientos con la policía. Pero el estallido de las manifestaciones, protago...

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La entrada en prisión de Pablo Hasél por una condena de nueve meses por enaltecimiento del terrorismo ha sido el detonante de las numerosas protestas que esta semana han tenido lugar en Barcelona, Valencia, Madrid y otras ciudades españolas, y que han acabado con violentos enfrentamientos con la policía. Pero el estallido de las manifestaciones, protagonizadas sobre todo por gente joven, revela también un malestar de fondo y un hartazgo que van más allá de la detención del rapero, de la defensa de la libertad de expresión y del influjo que puedan ejercer los grupos más radicales, según algunos manifestantes. “Hay mucha rabia acumulada”, explica uno de los diez consultados por este diario en Barcelona, epicentro de los altercados, y en Valencia, donde ha habido ocho detenidos. La mayoría de los jóvenes procede de colectivos y formaciones de ideología nacionalista, independentista, anarquista, antifascista y de un amplio espectro de la izquierda.

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“Hay mucha rabia y un cúmulo de injusticias y problemas que sufrimos más los jóvenes, pero que se extienden al resto de la sociedad. No podemos acceder al mercado laboral o tenemos trabajos muy precarios, aunque tampoco creo que lo tenga más fácil una persona de 50 años, por ejemplo”, apunta Alex Cantón, 24 años, graduado en Ciencias Políticas, máster en Cooperación, que se gana la vida como repartidor de Just Eat. Él ha participado en las dos concentraciones en Valencia, junto a Babacar Diagne y Juan Antonio García Ruiz, su compañero de estudios.

“Yo tengo 27 años y ninguna perspectiva de poder marcharme de casa y de tener un proyecto vital. He trabajado de camarero, en una tienda de ropa e incluso he tenido un contrato solo por un día. Hay mucho hartazgo y no solo por el año de pandemia, que también, y afecta a todos”, señala Juan Antonio, junto a un centenar de jóvenes que esperaban el pasado viernes la salida de los detenidos en la manifestación del jueves en la Ciudad de la Justicia de Valencia. Ambos militan en las juventudes de Iniciativa del Poble Valencià, el partido de la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra, integrado en Compromís, que ha denunciado públicamente las cargas policiales por considerarlas desproporcionadas.

“Venimos a la protesta, pero Hasél es una excusa más. Protestamos por los desahucios, por la gente indefensa y sin amparo, por los años de represión que llevamos ya encima. La encarcelación solo ha sido la gota que ha colmado el vaso”, denuncia Laura, de 40 años, poco antes de la protesta del viernes en Barcelona. Ella se dedica al mundo de la comunicación de empresas. Rubén, de 36, al campo de la tecnología. No quiere dar más detalles: “Es el caldo de cultivo en el que vivimos y más con la pandemia. La gente ha perdido el trabajo, durante meses nadie ha podido manifestarse y expresar que esto no funciona y va y sale un chico y canta algo que encima es verdad y lo encarcelan”, opina Rubén.

En Barcelona, muchos manifestantes declinan hablar con EL PAÍS. Las protestas independentistas tienen sus propios medios. Y ha calado hondo un cierto reparo frente a los medios de ámbito estatal que, manifestación tras manifestación, son víctimas de una proclama repetida por un coro que suele rodear a quien, por ejemplo, entra a hacer un directo: “Prensa española manipuladora”. De los que hablan, casi ninguno da su apellido. Todos justifican esta búsqueda del anonimato en el “miedo” a que los Mossos les relacionen con los altercados, los destrozos en cajeros y comercios y la quema de contenedores y mobiliario de la capital catalana. Ha habido numerosos heridos y detenidos. Anoche continuaban las protestas en Barcelona

Anthony Corey Sànchez es un estudiante de Historia nacido en Honduras hace 23 años, pero que ha vivido gran parte de su vida en Sabadell. Se enorgullece de haber ocupado en las pasadas elecciones el puesto número 63 de la lista de JxCAT por Barcelona. “Hay presos políticos encarcelados, activistas, raperos... En cambio, nadie dice nada de los exmilitares que dijeron en un chat de WhatsApp que quieren fusilar a millones de personas [el Ministerio de Defensa ha llevado el caso a la fiscalía] o las barbaridades que dicen periodistas como Federico Jiménez Losantos cada día”, lamenta Sànchez.

Entre dos crisis

Estem fartes” (estamos hartas) era la pancarta de la concentración del martes en Valencia. Estaba convocada por Arran, entre otros. Núria Martí, historiadora de 25 años, trabaja de camarera y es la portavoz nacional de esta “organización juvenil de la izquierda independentista de los Países Catalanes”. “Los jóvenes nacidos después de los noventa, entre la crisis de 2008 y la pandemia tenemos trabajos precarios, si los tenemos; convivimos con desahucios de vecinos y nuestra realidad no tiene nada que ver con la promesa del Estado de bienestar de que si te esfuerzas llegas a donde quieres, la falacia de la meritocracia”, apunta. “No tenemos futuro y tienen la desfachatez de pedirnos que seamos pacíficos y no tiremos contenedores”, agrega.

“Yo prefiero no decirte mi nombre porque soy uno de los nueve de Lledoners”, confiesa un joven de 28 años, en Barcelona. A los nueve se les acusa de colocar objetos en la carretera para evitar el traslado de los independentistas encarcelados desde la prisión de Lledoners, cercana a Manresa, hasta Madrid para asistir al juicio del procés. La fiscalía pide penas de hasta siete años de prisión para ellos. “La detención de Hasél es solo algo más. Estamos aquí cada noche por dignidad. Es la falta de democracia en la que vivimos. No puede ser que los partidos políticos se pasen por el forro la voluntad del pueblo”, lamenta.

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Oriol es de Cornellà, tiene 24 años y estudia Historia. “De nada nos servirá la independencia si creamos una república que replique la falta de democracia en la que vivimos”, advierte. Sus compañeros Edu y Marc asienten. Creen que la presión de los partidos no es suficiente. “Solo se conquistan los cambios sociales con la lucha en las calles. Ya hemos hecho demasiadas manifestaciones tranquilas. La historia nos demuestra que los cambios no se consiguen solos”, explica Edu.

Los dos graduados en Ciencias Políticas modulan su discurso pero apuntan en una dirección no muy distinta. “Una violencia proporcionada tras una persecución policial se justifica si has de protegerte. No justificamos actos violentos contra personas o comercios locales, pero si te atacan, tienes que defenderte”, sostiene Juan Antonio. Consideran que la democracia española es representativa y tiene muchas deficiencias en la justicia, por ejemplo, o en el poder de las élites. “No tendría que haber ningún problema en hablar de ellas para superarlas”, apostilla Álex. “La crispación mediática, el individualismo, la desigualdad y el conformismo” contribuyen a la situación, coinciden, al tiempo que critican a los que logran un trabajo muy precario y se conforman, sin defender sus derechos y, por tanto, los de los demás.

Anthony, y detrás Sergi, Edu Oriol y Marc, en la protesta del pasado viernes.Albert Garcia (EL PAÍS)

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