El último oasis en medio de la pandemia llega a su fin
Desembarcan en Barcelona 168 españoles que estaban dando la vuelta al mundo en un crucero desde el 11 de enero
El último oasis en medio de la pandemia acabó este lunes con la llegada a Barcelona de unos 170 españoles que viajaban a bordo de un crucero para dar la vuelta al mundo. Fueron cien días de viaje que se vio truncado por la expansión del coronavirus. Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó la pandemia y los países empezaron los confinamientos de la población, el Costa Deliciosa se confinó a sí mismo en medio del Océano Índico y emprendió una r...
El último oasis en medio de la pandemia acabó este lunes con la llegada a Barcelona de unos 170 españoles que viajaban a bordo de un crucero para dar la vuelta al mundo. Fueron cien días de viaje que se vio truncado por la expansión del coronavirus. Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó la pandemia y los países empezaron los confinamientos de la población, el Costa Deliciosa se confinó a sí mismo en medio del Océano Índico y emprendió una ruta incierta en destino y duración. Con ningún contagio a bordo, la vida continuó como si tal cosa en la piscina de la cubierta, en el gimnasio o en las cenas multitudinarias. La música siguió sonando.
La paz a bordo solo se alteraba cuando entre los más de 1.800 pasajeros y 900 personas de tripulación de unas 50 nacionalidades se hablaba de la vuelta a casa. Navegaban en medio de un nuevo mundo, para ellos desconocido, de puertos cerrados por las medidas de seguridad decretadas por los distintos países para evitar los contagios. El barco, de bandera italiana, anunció hace un par de semanas que desembarcarían en Génova el día 26, desde donde se organizarían todas las repatriaciones. Españoles y franceses, por la cercanía de sus países, presionaron tanto a Costa Cruceros como a sus Gobiernos para conseguir un permiso especial que les permitiera atracar en su país. Solo el Ejecutivo español lo concedió y permitió este lunes, además, bajar a portugueses y a franceses para facilitar su repatriación.
“No era fácil cambiar el rumbo de un buque con 3.000 personas. Primero tuvimos que convencer al capitán, después a la naviera, pero sabíamos que el Gobierno de España nos iba a facilitar ese desembarque”, explica el gallego Carlos Fajardo, uno de los pasajeros. La primera respuesta fue negativa. El capitán solicitó al puerto de Barcelona el atraque, como era el procedimiento habitual, y este, en virtud del decreto aprobado, lo denegó. “Era desesperante”, añade Fajardo. Una carta con la firma de los pasajeros españoles enviada al Ministerio de Sanidad y a Puertos del Estado contribuyó a desatascar un problema de protocolo. “Lo que tenían que solicitar era la repatriación de los españoles al Gobierno central, no un atraque habitual”, explica. Solo entonces la respuesta fue positiva.
En el amanecer de este lunes, el Costa Deliciosa entró en el puerto de Barcelona. Una mascarilla, un par de guantes y una declaración con la promesa de hacer una cuarentena domiciliaria de 14 días dieron la bienvenida a España a algunos de sus últimos turistas en el extranjero. En el último momento, se permitió desembarcar a los franceses –molestos por la negativa de su Gobierno a dejarles parar en Marsella– que prefirieran hacerlo en España a Italia. Bajaron un centenar.
El viaje que comenzó el 11 de enero en Barcelona no se pareció en nada a lo que habían imaginado cuando zarparon. En los primeros dos meses de travesía visitaron puertos de América Latina, islas del Pacífico y Nueva Zelanda. La última vez que pisaron tierra estaban en Australia. Con una edad media que supera los 70 años, el confinamiento a bordo se vivió con una increíble tranquilidad hasta que, al fin, alcanzaron costas europeas. Una bronquitis mal curada de un pasajero de 79 años estuvo a punto de desatar el pánico frente a las costas de Sicilia. Después de llevar desde el 14 de marzo sin pisar tierra y libres de coronavirus, el empeoramiento del enfermo obligó a su traslado a tierra. Los síntomas, similares a los de la covid, obligaron a parar los motores y a confinar a todo el pasaje en sus camarotes durante 48 horas, las más largas de estos cien días. Cuando llegó el negativo del segundo test, el Costa Deliciosa lo celebró como ya no se celebra nada. En un comedor repleto, alzando las copas de champán y gritando vivas al capitán. Ahora eso se acabó también para ellos.
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