La Superliga que duró 72 horas
Una docena de clubes de fútbol liderados por Florentino Pérez retaron a la UEFA en un intento de crear una liga de élite y fracasaron
Bajo la excusa de las pérdidas económicas derivadas de la pandemia y la expectativa de crear una competición más atractiva y rentable, en las primeras horas de la madrugada del lunes 19 de abril una docena de los clubes más importantes del mundo, liderados por el Real Madrid, anunciaron el nacimiento de una Superliga europea cerrada y al margen de la UEFA. Además de la entidad madridista, entre los cl...
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Bajo la excusa de las pérdidas económicas derivadas de la pandemia y la expectativa de crear una competición más atractiva y rentable, en las primeras horas de la madrugada del lunes 19 de abril una docena de los clubes más importantes del mundo, liderados por el Real Madrid, anunciaron el nacimiento de una Superliga europea cerrada y al margen de la UEFA. Además de la entidad madridista, entre los clubes complotados para una rebelión sin igual en la historia del fútbol estaban el Atlético de Madrid y el Barcelona, el opulento Big Six inglés (Manchester United, Liverpool, Manchester City, Chelsea, Arsenal y Tottenham) y la terna aristocrática italiana (Milan, Inter y Juventus). El tsunami causado socavaba los cimientos tradicionales del sistema y la gobernanza del fútbol. A su vez, la algarada dinamitaba el principio de meritocracia para acceder a las competiciones europeas, residente en las ligas domésticas.
El rupturista proyecto ya nació cojo por la negativa de los clubes alemanes y franceses a participar, lo que suponía las ausencias de dos actores de primer orden, el Bayern de Múnich y el Paris Saint-Germain. En la noche del lunes al martes 20, la improvisada y clandestina presentación en sociedad del torneo que protagonizó Florentino Pérez en solitario en El chiringuito dejó muy tocada la solidez y la credibilidad del secesionista plan. Sin embargo, fue el formato elitista de la competición, con participación vitalicia garantizada para los fundadores, lo que propició el fracaso de la rompedora iniciativa. Cercenar la posibilidad de que los clubes más modestos pudieran medirse con los grandes tocó las entrañas de los aficionados. Fue en la cuna del fútbol donde el rechazo y las revueltas de los hinchas ingleses tumbaron la ultraliberal propuesta de las 12 entidades rebeldes, que comprobaron el poder del pueblo que ignoraron. La escena de Petr Cech, exguardameta del Chelsea, bajándose del autobús para pedir calma a sus aficionados antes de un partido de la Premier League, fue uno de los grandes iconos de las revueltas populares que reventaron la idea de un torneo que atentaba contra la épica de David frente a Goliat y amenazaba la supervivencia de las ligas locales.
Las declaraciones contrarias de Pep Guardiola y Jürgen Klopp, entrenadores de dos de los clubes fundadores, también supusieron fuertes cargas de profundidad contra el proyecto. “Esto no es deporte”, proclamó el técnico catalán del City. “Los dueños toman decisiones sin consultar”, denunció el preparador alemán del Liverpool. Alarmado por el descontento social desatado en Inglaterra, la postura del primer ministro británico, Boris Johnson, fue otra barrera definitiva para dejar herida de muerte la exclusivista iniciativa al amenazar con medidas impositivas asfixiantes al Big Six.
Desde las primeras horas del martes 20 de abril, las noticias de que los clubes ingleses liderados por el Manchester City se bajaban del proyecto abrieron el goteo de renuncias. El miércoles 21, el Atlético de Madrid, el Inter y el Milan también daban por finiquitada su participación. Solo Real Madrid, Barcelona y Juventus se mantuvieron firmes. La Superliga nació y murió en 72 horas que convulsionaron como nunca el fútbol como deporte y negocio.