Una noche entre los viñedos del Languedoc que animaron a Jon Bon Jovi a crear su propio ‘rosé'
Descubrimos el hotel enoturístico Chateau L’Hospitalet de la mano de su propietario, Gérard Bertrand, el rey del vino de Francia. Un enclave que abre la puerta a una región vinícola repleta de pueblos pintorescos y castillos medievales
Como ocurre con las casas, algunos hoteles se entienden mejor si se conoce a su propietario. Sucede con Château L’Hospitalet, un enoturismo de lujo, a cinco kilómetros de la playa de Narbona, en el sudeste de Francia, propiedad de Gérard Bertrand (Narbona, 1965). Este exjugador de rugby profesional, reconocido en 2023 por su labor como vitucultor con la Légion d’Honneur —la mayor distinción del Estado francés—, ha convertido este alojamiento de cinco estrellas en el cu...
Como ocurre con las casas, algunos hoteles se entienden mejor si se conoce a su propietario. Sucede con Château L’Hospitalet, un enoturismo de lujo, a cinco kilómetros de la playa de Narbona, en el sudeste de Francia, propiedad de Gérard Bertrand (Narbona, 1965). Este exjugador de rugby profesional, reconocido en 2023 por su labor como vitucultor con la Légion d’Honneur —la mayor distinción del Estado francés—, ha convertido este alojamiento de cinco estrellas en el cuartel general de su imperio vinícola y en una magnífica puerta de entrada para conocer la región francesa de Languedoc.
Como quien colecciona relojes, Bertrand ha invertido los últimos 30 años en recopilar viñedos y castillos, hasta levantar una de las bodegas independientes más grandes del país, con 17 châteaux y más de 2.000 viñedos. Pero Betrand es, ante todo, un amante del Languedoc. “Es una región fascinante, que combina vino, gastronomía y cultura fenicia y romana. Su historia se palpa en el paisaje, entre el mar y los Pirineos. Poder disfrutar del contraste de nadar en verano y esquiar en los meses de nieve es un privilegio”, explica sobre esta región repleta de pueblos pintorescos y castillos medievales.
Situado en el corazón de una finca de viñedos, pinares y olivares, dentro del parque natural de La Clape, en Narbona, las 41 habitaciones del Château L’Hospitalet (11 suites, en Villa Soleilla, la casa que domina el château desde lo alto, y otras 30 en el propio hotel) miran hacia la campiña, con el mar en el horizonte, y animan a saborear su variedad de uvas. “Divisar el mar, acercarte al jardín biodiverso del château y pasear entre la garriga, oliendo a romero y tomillo, es toda una experiencia”, cuenta Bertrand sobre este enoturismo situado en el centro de la región de los cátaros y que incluye spa, pista de tenis, campo de golf de césped artificial y un beach club en la playa de Narbona (abierto del 15 de mayo al 15 de septiembre).
También tiene dos restaurantes: Chez Paule, de gastronomía tradicional gala, en homenaje a la cocina de la abuela de Bertrand, y L’art de vivre, recomendado por la Guía Michelin por su menú biodinámico, planteado como “un tributo a la naturaleza y a la influencia de los ciclos del sol y la luna sobre la alimentación”. La última novedad gastronómica del ecoresort es The moon room, un viaje sensorial alrededor del vino, con un menú inspirado en los planetas, que puede degustarse desde este mes de mayo.
Su cercanía a Narbona permite, además de adentrarse en la ciudad, disfrutar de las playas de la Côte des Roses u organizar excursiones a la ciudadela medieval de Carcasona y a los castillos del país cátaro. No muy lejos de allí se encuentran las salinas de Gruissan, en la isla de Saint-Martin, donde disfrutar de unas ostras y mejillones recién pescados en las orillas del Etang de Thau resulta un plan sin fisuras.
El equipo del château se encarga de organizar también actividades para explorar el entorno, como excursiones a seis de las fincas de cultivo biodimámico de Bertrand, paseos marítimos a bordo de un catamarán y una intensa agenda cultural, que incluye proyección de películas al aire libre en julio y agosto, tours por la bodega y exposiciones, como la inédita que podrá verse de mayo a septiembre sobre el escritor y piloto francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito, con manuscritos originales, coincidiendo con el 80º aniversario de la publicación. El hotel también será destino en verano de algunos de los habituales de Jazz à l’Hospitalet, el festival de música que, a punto de cumplir 20 años, acogerá en esta edición a músicos como Ben Harper y Nile Rodgers del 16 al 21 de julio.
Un legado familiar
Desde que Bertrand recuperó el viñedo familiar en la cercana región de Corbières, el crecimiento de su bodega ha sido imparable. Así lo atestigua su reciente nombramiento como Master Winemaker of the World por la revista especializada The Drinks Business. Tras lograr que los vinos de la zona puedan disfrutarse en Nueva York, Tokio, China o Rusia, hoy es, con 1.200 hectáreas dedicadas al vino biodinámico, más de 70 variedades de uva y 400 trabajadores en su equipo, el primer exportador de vino biológico de Francia y el segundo productor a nivel mundial.
Su éxito más allá del país galo le llevó a asociarse con el rockero estadounidense Jon Bon Jovi para crear un vino propio, Hampton rosé. “Hace ocho años mi asistente me dijo: ‘Tienes una llamada de Bon Jovi’. Pensé que era una broma, pero allí estaba al teléfono. Le dije que no me interesaba producir un vino con el nombre de una celebridad. Pero cuando me aclaró que quería formar parte de todo el proceso, le animé a que cogiera un avión al sur de Francia”, recuerda Bertrand. Hoy, junto al segundo de sus cuatro hijos, Jesse Bongiovi, produce un rosé “con aroma a rock and roll” y ambos mantienen una amistad que lleva al artista estadounidense a la región un par de veces al año.
Gérard, nieto e hijo de viticultores, los primeros en plantar viñedos en la zona en la década de 1920, y el menor de nueve hermanos, comenzó a conocer los trabajos del campo con solo 10 años. “A los 15 me inicié en el funcionamiento de la bodega, limpiando los tanques de fermentación y aprendiendo a apreciar el sabor del vino en la bodega familiar. Desde entonces mi educación se organizó en dos temporadas: la del vino y la del rugby”. Como recuerdo de su etapa deportiva, el viticultor conserva innegables méritos (llegó a jugar en dos de los mejores equipos del país, el RC Narbona y el Stade Français Paris Rugby) y el par de costillas rotas con las que disputó un partido. Desde entonces, centró sus esfuerzos en el vino y su actividad hotelera, además de la escritura de dos libros (una autobiografía y otro centrado en la naturaleza) y la preparación de un tercero sobre su pasión por el blending, la combinación de diferentes uvas para lograr vinos únicos.
“Soy un viajero global. Antes de la covid viajaba unos 150 días al año para dar a conocer la región y nuestros vinos en 175 países”, dice de sí mismo. Su próximo proyecto será poner en marcha una granja biodinámica y un nuevo hotel de lujo en Château de Celeyran, una finca que fue propiedad de la madre del pintor y cartelista Henri de Toulouse-Lautrec y donde el propio postimpresionista vivió y trabajó durante 20 años. “Cuando formas parte de un legado como el de mi familia en esta región, te sientes obligado a desarrollar todo tu potencial y tu parte más artística”, reflexiona el viticultor. La culminación de casi 50 años de dedicación al vino y a la región de Languedoc la resumen bien en su número de mayo la revista Wine Spectator, biblia para los amantes del vino, que cubre toda su portada con un retrato del viticultor y un titular: “Gérad Bertrand. El rey del vino del sur de Francia”.
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