Del lago nevado al castillo medieval y las luces navideñas: escapada invernal a Sanabria
Esta región zamorana cuenta con esa diversidad histórica, cultural, deportiva y culinaria que la hacen única todo el año y que le dan un extra en Navidad
Los tejados negros, de pizarra, entre bosques y rebosante vegetación, revelan que ya falta poco para llegar a Galicia desde el centro de la Península. Tanto los materiales de construcción como el acento local revelan la particularidad de la comarca zamorana de Sanabria, diametralmente distinta a zonas del este como Tierra de Campos o las dehesas del sur. Aquí abundan el agua y la piedra, los dos grandes protagonistas de una escapada aderezada con la luz en función de la época del año cuando se asi...
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Los tejados negros, de pizarra, entre bosques y rebosante vegetación, revelan que ya falta poco para llegar a Galicia desde el centro de la Península. Tanto los materiales de construcción como el acento local revelan la particularidad de la comarca zamorana de Sanabria, diametralmente distinta a zonas del este como Tierra de Campos o las dehesas del sur. Aquí abundan el agua y la piedra, los dos grandes protagonistas de una escapada aderezada con la luz en función de la época del año cuando se asista.
Siempre es buen momento para visitar estas tierras, pero en Navidad, entre el frenesí de las luces y los alumbrados, Puebla de Sanabria se alza como alternativa única de día y de noche. La proximidad del famoso lago y el sinfín de rutas naturales que ofrece se combinan con la oferta gastronómica y patrimonial para lanzarse a la aventura de conocer Sanabria, bien comunicada por autovía y ferrocarril y cerca del Camino de Santiago.
El lago
La carretera serpentea a medida que por la ventanilla se vislumbran tintineantes arroyuelos rumbo a su particular mar de interior. La estampa invernal conlleva que a la sombra permanezca casi todo el día una imagen helada, con escarcha sobre la vegetación, un manto blanco inamovible para confirmar que ahí fuera hace frío y hay que abrigarse bien. Al solete, en cambio, hay más margen para quitarse los guantes. En otoño, el abanico cromático de ocres, marrones, amarillos y verdes envuelve al viajero, como en verano la ausencia de heladas se contrarresta con dejar la bufanda en casa. El lago de Sanabria se extiende a la derecha en una zona con fácil aparcamiento y con merenderos abiertos en los meses de calor, donde el frescor del agua hará menos original la idea y exigirá tener en cuenta los peligros de la masificación. Quizá por eso valga más la pena buscar fechas menos concurridas.
Las rocas permiten contemplar la superficie sin miedo a mojarse, mal negocio en la mayoría de las épocas del año. Desde allí, en una mañana despejada, puede disfrutarse del reflejo de las montañas peladas —con suerte nevadas— sobre el espejo de agua dulce, una caldera rocosa con un oasis a sus pies. Muy cerca hay una pequeña playa, con arena y todo, para que cuando suba el termómetro acuda uno con un refrigerio, un aperitivo y una toalla para chapotear sin miedo a la hipotermia. Un estupendo paseo, con bancos para sentarse y disfrutar tranquilamente de las vistas, pone rumbo a caminos bien tratados para el visitante audaz: bastan con unas botas de montaña o calzado cómodo para recorrer sendas como la que lleva a la laguna de los Peces, donde abundan los miradores. Los castaños se convierten en protagonistas arbóreos de estos parajes, prestos a estirar las piernas y disfrutar de la naturaleza e ir con hambre a la siguiente parada.
Puebla de día
El municipio, a unos 20 minutos en coche del lago, consta de dos partes bien distinguibles: la parte baja y alta del pueblo sobre el río Tera. La zona inferior, a la orilla del río, merece darse una vuelta para observar el castillo y la zona elevada desde allí e incluso comer al lado del río, en un bar con terraza donde se ofrecen hamburguesas de ciervo, jabalí, búfalo o buey. Una vez cruzado el puente y accedido al casco de Puebla aparecen también buenos restaurantes con cocina típica de la comarca como truchas o platos de cuchara con las legumbres que bien vale la pena comprar en las tiendas para llevarse a casa un recuerdo comestible de Sanabria. Ya puestos, algún licor tradicional de la sierra de la Culebra, embutidos, dulces, artesanía y mil tentaciones más de obligado pecado.
Las calles empedradas ascienden hacia la plaza Mayor y el cercano castillo de los Condes de Benavente, un emplazamiento medieval de imprescindible visita para conocer tanto la cultura del oeste de Zamora como disfrutar de las vistas. A medida que vaya anocheciendo, el cielo de los alrededores abandona su azul y adquiere tonos rosados, amarillos, dorados y de una riquísima paleta cromática. La fortaleza, con sus escalinatas de piedra, sus torreones y sus almenas, complementa el recorrido por las calles estrechas, con gatos tranquilamente paseando por ellas, y de nuevo el predominio de la pizarra. Puebla de Sanabria acumula su belleza en un conjunto histórico de pedigrí, con heráldicas coronando la fachada de esas casas, ahora condenadas a una dicotomía: o aquellas olvidadas y deterioradas por el no uso, o las casonas reconvertidas en alojamientos o posadas rurales, ideales para el turista urbano, pero fuente de nostalgia para quien conoce la historia desbordante de localidades como esta.
Puebla de noche
El invierno conlleva que sobre las seis de la tarde los rayos dorados del sol pierdan fuerza y cambien por completo el ambiente en el lugar. Puebla se envuelve en un misticismo de la noche, las viviendas habitadas hacen carburar sus chimeneas y, esto sí que en Navidad, se enciende el alumbrado navideño. Decenas y decenas de personas, con niños y mayores, aguardan en la plaza Mayor a que las miles de bombillitas dispuestas en balcones, muros, barandillas o tejados se enciendan y trasladen al forastero a la belleza natural de un pueblo bonito bien iluminado, sin la sobrecarga de las ciudades, pero con la elegancia de dar luz a una Puebla de Sanabria donde cada minuto de visita tiene un valor inigualable.
Con un poco de suerte, se colocará ante el Ayuntamiento un puesto de chocolate caliente con bizcochos, agradecido y barato acompañamiento para contemplar los adornos y concluir así una visita completa y con entretenimiento de todo tipo. Como siempre, cuanto más tiempo se invierta, mejor. Sanabria cuenta con esa diversidad histórica, cultural, deportiva y culinaria que la hacen única todo el año y que le dan un extra en Navidad.
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