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La librería Morgan, el metro fantasma de Old City Hall y otros secretos de Nueva York

Desde el aire, bajo tierra o a pie de calle, un decálogo de rincones sorprendentes para explorar la ciudad más allá de los tópicos turísticos

Nueva York es una ciudad espectacular. Cosmopolita por excelencia, aquí encontraréis un mosaico de culturas, historias y rincones sorprendentes que van mucho más allá de la Estatua de la Libertad, Central Park o el Empire State. Y es que la Gran Manzana esconde secretos y curiosidades mucho más allá de lo que es imprescindible visitar en Manhattan, y que incluso muchos neoyorquinos desconocen.

Así que para que no te pase lo mismo que a ellos, te vamos a contar 10 secretos de Nueva York que no querrás dejar de ver con tus propios ojos en una próxima visita.

1. La biblioteca Morgan: un tesoro oculto en Midtown

Uno de los lugares menos visitados por los turistas es la librería Morgan. Está ubicada en pleno Midtown, a pocos pasos del bullicio de la Quinta Avenida, y se trata de una joya arquitectónica y cultural. Fue fundada por el banquero J.P. Morgan a principios del siglo XX, y alberga libros y documentos de todo tipo. Desde manuscritos originales de autores como Charles Dickens hasta partituras de Mozart o cartas de reyes y papas. Por si su contenido no fuera ya lo suficientemente brillante, su continente no se queda atrás. Fue construida entre 1902 y 1906 adjunta a su residencia, y diseñada por el arquitecto Charles McKim con un estilo de palazzo italiano renacentista. Su sala principal, con techos pintados y estanterías de madera noble, parece sacada de una película. Es más, hay gente que dice que la famosa biblioteca aparece en la película de La bella y la bestia se inspiró en esta de J.P. Morgan, aunque es un rumor sin confirmar.

Podéis comprar la entrada desde su web oficial y si os parece algo cara (25 dólares por adulto), se puede optar a entrar gratis los viernes de 17.00 a 20.00, previa reserva de entrada.

2. The Cloisters: un monasterio medieval en Manhattan

Suena poco creíble, pero un trayecto de media hora puede trasladarte del pleno Times Square al interior de un claustro europeo, similar al de San Juan de la Peña de Huesca, solo que con vistas al río Hudson. Hablamos de The Cloisters, un museo que forma parte del Museo Metropolitano de Arte (Met), y que contiene un conjunto de claustros y jardines traídos piedra a piedra desde Europa, además de columnas románicas, tapices flamencos y muchas otras obras de interés a las que los europeos estamos más acostumbrados, pero que para un estadounidense es más difícil de ver.

La entrada a The Coisters (30 dólares) está incluida en la del Met, así que si decidís visitar uno de los dos tenéis que saber que, ese mismo día, podéis acudir al otro sin pagar nada más. Eso sí, vigilad los horarios de cierre, ya que The Cloisters no se encuentra céntrico precisamente, y cierra a las 16.30.

3. El metro fantasma de Old City Hall

Si bien el metro de Manhattan es algo peculiar, y te permite encontrar en sus estaciones desde un show “improvisado” de Jimmy Fallon con el artista de turno hasta a sus habitantes más comunes (las ratas), algo que no mucha gente sabe es que esconde una parada de metro digna de una película de época: la de Old City Hall.

Esta fue inaugurada en 1904 y cerrada en 1945, pero aún conserva sus azulejos originales, lámparas de bronce y una bóveda de cristal impresionante. La lástima es que no está abierta al público, pero todavía hay maneras de visitarla. Lo más cómodo es a través de un tour organizado por el New York Transit Museum, pero si os quedáis sin plazas, también podéis hacerlo desde la ventana del metro de la línea 6: no tenéis que bajar en la última parada, sino esperar que el metro siga su trayecto para poner camino al sentido opuesto.

4. El triángulo de Hess: la resistencia de una familia a una expropiación

Tendréis que estar atentos al suelo si vais caminando por la esquina de Christopher Street con la 7th Avenue, en el barrio de West Village en Manhattan, ya que ahí se encuentra el triángulo de Hess. Un pedazo de Nueva York con mucha historia, y es que allá por 1910, la ciudad expropió una serie de terrenos para ampliar la Séptima Avenida y construir una línea de metro. Y la familia Hess perdió muchas de sus propiedades, pero hubo un error y consiguieron conservar bajo su poder este diminuto triángulo de apenas 0.32 metros cuadrados. Para que no quedase ninguna duda al respecto, en 1922 instalaron una placa de granito que dice: “Propiedad privada de la Corporación Hess, que nunca ha sido dedicada para fines públicos”.

5. El pivote de Central Park

La ordenación urbana de Manhattan no es casualidad. Es fruto del famoso Commissioners’ Plan of 1811, por el cual se dividió la isla en una cuadrícula. Pero para llevarlo a cabo hizo falta sembrar Manhattan con una serie de pivotes (Survey Bolts o Benchmark Bolts), que servirían de guía para llevar adelante el trazado. Pues bien, hasta lo que nosotros sabemos, la mayoría de esos pivotes desaparecieron, pero hay uno que aún se puede ver en Central Park. Su ubicación exacta se mantiene en secreto por temor a que sea robado o destruido, pero después de una búsqueda intensa tanto en Internet como en el parque es posible que puedas encontrarlo. Os diremos que fue el utilizado para marcar la 6th Ave. con una de las calles entre la 60 y la 70.

6. Grand Central, casi al completo

Si bien mucha gente le pone el título de station, técnicamente Grand Central es una terminal, así que no os extrañe si algún neoyorquino os corrige si le ponéis el nombre inadecuado. Pues bien, esta terminal está repleta de secretos: de una galería de los susurros —en la que si dos personas se colocan en esquinas opuestas de la bóveda y susurran, pueden escucharse— a un mercado de comida con una pinta espectacular, unas pistas de tenis, las constelaciones del techo de la estación pintadas al revés, unos enormes ventanales a través de los que, si te fijas, ves pasar a personal de la estación, o The Campbell, donde tomar algo. Como veis, Grand Central es un pozo sin fondo de curiosidades.

7. Roosevelt Island y su teleférico

En una primera visita a Nueva York pocos saben que entre Manhattan y Queens se encuentra Roosevelt Island, una isla residencial con historia. Pero es que, además, la ruta para visitarla es de lo más completa, ya que se puede llegar en teleférico y volver en barco casi por el mismo precio que en metro, pero viviendo una experiencia completamente diferente.

El Roosevelt Island Tramway ofrece unas vistas espectaculares del East River y el skyline de Manhattan, y es uno de los pocos teleféricos urbanos del mundo integrados en el sistema de transporte público. Una vez en la isla, se pueden visitar las ruinas del Smallpox Memorial Hospital o tomar algo en el rooftop Panorama Room, por ejemplo. Y a la vuelta, el NYC Ferry os lleva de nuevo a Manhattan con unas vistas completamente diferentes. Lo dicho, una ruta de lo más completa.

8. El resurgir de los ‘speakeasies’

Durante la Ley Seca, en los años veinte y treinta del siglo pasado, proliferaron los bares clandestinos o speakeasies. Algunos han sobrevivido hasta hoy, como el legendario Please Don’t Tell (PDT), al que se accede a través de una cabina telefónica en una tienda de perritos calientes. Pero el más antiguo es The Back Room, en el Lower East Side, que funcionó como bar secreto desde 1920 y aún sirve cócteles en tazas de té, como hacían para despistar a la policía. Entrar es como viajar en el tiempo. Y lo mejor es que estos bares se han puesto de moda y no paran de salir nuevos speakeasies, cada cual más divertido para buscar la entrada.

9. El Metrónomo de Union Square y su significado

El Metrónomo es una obra de arte público ubicada en Union Square, que todos los turistas miran con curiosidad. Creada por los artistas Kristin Jones y Andrew Ginzel, fue inaugurada en 1999 y consta de varios elementos, aunque el más llamativo es un gran reloj digital que no muestra la hora tradicional, sino una cuenta regresiva y progresiva de los segundos en un día. Los números de la izquierda muestran las horas, minutos y segundos restantes del día, mientras que los de la derecha muestran las horas, minutos y segundos transcurridos. En el centro, un número más pequeño indica las centésimas de segundo. El propósito de esta obra es invitar a la reflexión sobre el paso del tiempo, la fugacidad de la vida y el ritmo constante de la ciudad, y ¡vaya si lo consigue! Es todo un recordatorio visual de la implacable marcha del tiempo.

10. El secreto de los restaurantes: la clasificación sanitaria

Antes de elegir en qué restaurante comer, tenéis que saber esto: si bien Nueva York es famosa por su amplia oferta gastronómica, pocos saben que todos los restaurantes están sometidos a una estricta clasificación sanitaria que viene marcada por una letra visible en la entrada de cada establecimiento: A, B o C. Nuestro resumen particular es: si tiene una A entra sin problemas; con una B, ¿no tienes cerca alguno con la A?; y con la C, ¡seguro que no tienes tanta hambre!

En fin, como veis, Nueva York es mucho más que sus iconos mundialmente conocidos. Está llena de rincones insólitos, historias fascinantes y secretos bien guardados; y estos son solo 10, pero hay incontables más.

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